La vida como es…
De Octavio Raziel
¡Cómo pasa el tiempo! La juventud, ese lapso de búsqueda de uno mismo en que se dan las claves y en que todo es cosa de encontrar la adecuada para el resto de tu vida. Cuánto tiempo ha pasado desde que vi publicada por vez primera mi firma en una revista (1959) que no por modesta, si lo era importante para el gremio montañista de este país. Alud, del gran amigo Gonzalo Montes. Pequeñas colaboraciones en otras publicaciones que se mezclaban con mis estudios.
Entré al periódico El Nacional como ayudante de redacción (hueso, le decían) y me permitían un pequeño espacio en la sección de deportes para una columna sobre montañismo.
Siempre antecedía mis notas como Octavio García. Resabios de un pasado en esos tiempos. El agregado Raziel vino después; pero esa es otra historia.
Regreso a morder el inicio de esta nota: Sólo chispas de recuerdos que extraigo de un disco duro cada vez más cansado.
Volteo la cara y parodio el tango del gran Carlos Gardel: ¡Que 20 años no es nada! Pero multiplicados por tres.
Este año de 2019, hago un recuento de los buenos (muchísimos) y malos (poquísimos) ratos que he vivido dentro del oficio del periodismo.
Me pregunto, cómo compactar esas seis décadas en las que he sembrado mi mente con libros escritos por sabios que quedaron en el pasado, pero también abrevado de los conocimientos de mis amigos que me quieren y que me han compartido su sabiduría. Cómo llenar esos espacios vacíos que han dejado amigos, maestros y colegas por los que se me rozaron los ojos en el momento de su partida.
Dos vicios me quedan: Leer y escribir.
Leer y escribir son espejos de nuestra existencia; nos enseñan el arte amargo de mirar más adelante, de mostrarnos lo que viene después. Enigmas, misterios, cuestiones que no se captan a simple vista. Las letras son almas que se acumulan en nuestro cerebro, unas veces como dioses, otras son demonios o héroes. Espíritus que me han permitido alejarme de la soledad en la que vive la sociedad contemporánea; la “hamada” como le dicen los saharauis a ese vacío carente de vida, en la vida misma.
Tanto por leer, y tampoco tiempo.
Sin ego, la vida no es vida:
Merecidas o no, de todas las distinciones que recibí me enorgullezco; pero sobresalen la “José F. Elizondo” del Club de Periodistas (1977); la “Pluma de oro” de la Confederación Nacional de Colegios y Asociaciones de Profesionales; 2° premio nacional de fotografía universitaria convocado por el STUNAM; la “Ignacio Ramírez” del Club de Periodistas (1985) el Premio nacional “México” de periodismo 2014 otorgado por la FAPERMEX; el Internacional de Cuento, Elda, España; y, el Primer lugar en el 7° Concurso Nacional literario “Memorias de El Viejo y la Mar” convocado por la Secretaría de Marina (2015)
El tango de Gardel cierra con estos dos tercetos:
Tengo miedo del encuentro
Con el pasado que vuelve
A enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches
Que pobladas de recuerdos
Encadenan mi soñar