Por Arturo Sandoval
“Nadie debiera estar solo en su vejez. Pero es inevitable que así sea.”
ERNEST HEMINGWAY
Ahí sentadas y sentados en las escaleras del Metro CU, otros dentro de la estación, pero se repite en todas las estaciones del Metro, afuera de las iglesias, en puentes y túneles peatonales o en cualquier calle de la ciudad: los viejitos limosneros, algunos indigentes, otros con un sucio rincón de un cuartucho donde no se mojen. En esta situación, a sus edades no hay clima templado ni perfecto; o hace frío extremo o calor sofocante, las piernas no dan para llegar al baño a tiempo, las articulaciones ya no les dejan levantar la cabeza para mirar a quienes les dan monedas; sólo, trabajosamente mantienen su mano estirada o al lado un vaso rescatado de la basura para recibir las limosnas.
Se acabó el mito de la millonaria viejita limosnera de San Juan de Letrán y Av. Juárez en los años 70. Quizás existió, pero hoy son millones de viejitos de más de 70 años en situación de calle si usamos el eufemismo de instituciones de gobierno, pero en la cruda realidad están totalmente jodidos en la peor de las desgracias. Con hambre cada minuto, con dolores crónicos todo el día, con total indiferencia del gobierno y de parte de la sociedad.
Hay casos en que son explotados por otras persona, incluso familiares. Les quitan el dinero recolectado en el día, les pegan, los humillan.
Seguramente no saben que pueden obtener la ayuda bimestral de 2,500 pesos. No ven tele, no oyen radio, no leen un periódico; finalmente nadie les informa ni los asesora para obtener la ayuda de la pensión alimentaria. No se enteran de la clínica de odontogeriatría en Tezonco, donde casi todo es gratis. No saben de la existencia de un seguro popular, hoy con otro nombre. Sí, sólo esperan morir de hambre, frío, de soledad e indiferencia.
Esas cuadrillas de gente con chaleco de Morena, podrían llevar esa “montaña” de beneficios a los vulnerables viejitos; atenderlos, ponerse en cuclillas, tomarles la mano, tocar sus hombros. Llevarles sus tarjetas de débito, acompañarlos al banco, instruirlos paso por paso. Conseguirles una credencial del INE, una identificación, un domicilio. Hacer labor de investigación para que nadie les quite su dinero. Llevarlos la primera vez a Tezonco, decirles que las medicinas son gratis y cómo obtenerlas, más todo lo que se pueda para evitar su dolor.
Claudia Sheinbaum vive en Tlalpan, he visto sus fotos viajando en el Metro; supongo que lo toma en la estación de CU o de Copilco. Ella debe ver a esos viejitos todos los días. AMLO quizás no los recuerda por viajar en su Jetta pero, no son invisibles. Los primeros están a 50 metros de la puerta del Palacio Nacional. Los veo todos los días y no olvido sus rostros ni sus manos.
Nota: en esa clínica odontogeriatrica Tezonco, única en la ciudad, faltan amalgamas, resinas y otros materiales. El aparato de rayos equis de última generación, no se puede usar por el sistema eléctrico del edificio descompuesto. El servicio médico es muy bueno. Se necesitan más clínicas como ésta en otros puntos de la ciudad.
Arturo Sandoval
Director Comercial