Claudia Rodríguez
El premio al que posterga o evade
En nuestro México existe una especie de cultura de privilegio a los incumplidos, a los tramposos y en muchos casos, claro, a los poderosos.
Desde muy temprana edad vamos descubriendo que en la vida y en diferentes escenarios hay evasores de sus obligaciones de todo tipo, quienes no obstante esa práctica, exigen intactos sus derechos al igual que quienes cumplen. Ya en las primeras etapas de la instrucción escolar, se identifica a los que prefieren inventar alguna excusa con todo y lagrimita de por medio para no entregar en tiempo y forma un trabajo escolar o de plano, evadir la responsabilidad examinadora; igual los hay quienes prefieren utilizar la cordialidad extrema con la autoridad del colegio, en una especie de lo que coloquialmente se llama “hacer la barba” para obtener un beneficio extra al de la colectividad, que sin duda requiere la lisonja de algo material para ser beneficiario, a cambio de mucho más.
De igual forma se acostumbran esas conductas evasivas en el ámbito de lo familiar, de la comunidad y del centro laboral, lo que desafortunadamente no identificamos más que como un deporte nacional, sin implicación a terceros; pero ciertamente las hay.
El Estado omiso de su responsabilidad
Cuando existen ocasiones en las que literalmente nos tronamos los dedos y sentimos una especie de ansiedad que nos lleva a largas horas de insomnio porque no le hemos cumplido a “Lolita” debido a la escasa liquidez económica y aun teniendo la claridad de que no habrá escapatoria del acatamiento; indudablemente rondan por nuestra cabeza múltiples cuestionamientos y hasta respuestas sobre a dónde van a parar esos recursos, que las más de las veces, la gran mayoría de los contribuyentes tributamos con muchos esfuerzos.
Es por todos percibido el incumplimiento de la bilateralidad de la norma del pago de impuestos, en lo que compete como contraprestación al Estado, frente a la obligación de los mexicanos de contribuir para los gastos públicos, así de la Federación, como de los Estados, de la Ciudad de México y del municipio en que se resida, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes, como lo marca el artículo 31, fracción IV de la Constitución Mexicana.
Es decir, que mientras unos cumplimos con la obligación de tributar, aunque el Estado no garantice mínimamente nuestra seguridad y un ambiente propicio para nuestro desarrollo individual y en sociedad; otros, por el contrario, los privilegiados, buscan la forma de evadir o hasta que se les condonen el pago de sus respectivos impuestos a pagar.
Ahí están los paraísos fiscales o las normas a modo, que vulneraron las recaudaciones de impuestos como él mismo Felipe Calderón lo declara se hizo durante su mandato y se extendió hasta la Administración de Peña Nieto.
¿No más?
A finales de septiembre del presente, el Senado de la República aprobó a nivel constitucional la erradicación de la condonación de impuestos a los contribuyentes de cualquier nivel, bajo el argumento de que por años se configuraron millonarios fraudes fiscales.
Más allá de los nombres de personas físicas y morales involucrados en condonaciones tributarias, a la gran mayoría de los mexicanos nos queda la rabia de saber que en México no se nos trata a todos en igualdad de condiciones. Como siempre, los que incumplen tienen el plan B avalado por una norma que les calza perfecto, como hecha a su medida.
Acta Divina… “No habrá condonación de impuestos”: Andrés Manuel López Obrador, presiente de México.
Para advertir… La burla fiscal, no obstante, persiste.
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