La medalla Belisario Domínguez para quienes hacen de su vida una que piensa en México
Sara Lovera
SemMéxico, 7 octubre 2019.- “Ella, con otras madres de hijos desaparecidos ha luchado siempre, ahora ella está delicada de salud y yo quiero rendirle este homenaje en vida, quiero reconocer todo lo que ha hecho por la defensa de los derechos humanos”, explicó el presidente Andrés López Obrador el día que votó en 2018, cuando ganó las elecciones presidenciales.
Se refería a doña Rosario Ibarra de Piedra, quien sin ser una adherida a su proyecto, efectivamente, es el símbolo de la lucha por la justicia en México, de la lucha contra la represión y persecución de las personas cuya vulnerabilidad es resultado de quienes en México detentan el poder absoluto, dependiendo la época y las circunstancias.
Me pregunto cómo actuará y que decidirá el presidente Andrés Manuel López Obrador con el consenso a que llegó la comisión de la Cámara de Senadores para otorgar la Medalla de Honor Belisario Domínguez, un reconocimiento a quienes hacen de su vida una que piensa en México y en la patria, cuando la conclusión de la Comisión Senatorial, que examinó 430 postulaciones decidió poner en una terna a tres mujeres que admira López Obrador, dos de ellas francamente lopezobradoristas. Rosario Ibarra, siempre crítica, sabia.
Ese domingo de julio, cuando se decidió poner al país en manos de López Obrador, él la colocó ahí, como madre, con esa postura judeo-cristiana que ha marcado la visión de todas las mujeres. Pero lo hizo reconociendo su lucha. Dijo también: “Mi madre votó por ella en esa elección presidencial y ahora yo voy a votar por ella (…) Es una luchadora social, una mujer extraordinaria que encabezó un movimiento para que apareciera su hijo, desaparecido junto con otros en la guerra sucia que hubo desde los años 60 en nuestro país.
Ahora están en lo que denominó una terna: Rosario Ibarra de Piedra, Ifigenia Martínez Hernández y Elena Poniatowska Amor, tres eminencias, cada una en su tarea. Tres ejemplos, tres destacadas por su trabajo social, político y cultural. Tres mujeres que se han distinguido por una clara postura democrática y son, también, defensoras de los Derechos Humanos. Quienes con su andar han demostrado que en este país tenemos el gran pendiente de la justicia, de la democracia y en ningún caso son la figura mítica de la madre nutricia.
Y me lo pregunto, porque el presidente López Obrador ha mostrado cómo desde su infinita popularidad -hoy se ratificó que el 68 por ciento de la población aprueba su mandato-, decía desde su infinita popularidad, él manda, por encima de los tres poderes de la República, pone y quita, manda, su opinión es la ley. Se puede probar, además, que privilegia a quienes les son esencialmente “fieles”, adheridas a sus ideas y proyectos.
Rosario Ibarra de Piedra ha sido candidata a esta medalla, al menos en cuatro ocasiones. Tiene sin lugar a dudas los méritos y la eminencia para que la República le haga ese honor, sin embargo, no lo logró antes, se diría que, en el fondo y la superficie, quienes deciden temen reconocer el mayor pecado en este sistema patriarcal: la rebeldía, la transgresión frente al poder, la enorme decisión de exigir justicia.
¿Ustedes creen que el Senado va a decidir sin tomar la “opinión” de López Obrador? En el mejor de los casos podría suceder algo extraordinario, que por primera vez en 64 años se decidiera otorgar esta presea a estas tres luchadoras sociales y comprometidas políticas. Sería tanto como enviar un buen mensaje a la población. Tanto como reconocer la tarea cívica, política y fenomenal de las mujeres, muchísimas, que se han puesto al frente de la lucha por acabar con la impunidad, luchando por la democracia y la libre expresión.
Ellas representan esta zaga histórica. Rosario Ibarra, significa eso, la lucha contra la impunidad y la injusticia; Ifigenia Martínez Hernández la pelea por la democracia y Elena Poniatovska Amor el ejercicio y la práctica de la libre expresión. Sin duda.
Además, en ellas tres también está la síntesis histórica del valor añorado, él único que ha conseguido ser la palanca fundamental para que las mujeres logren su autonomía. Quizá por eso la primera Medalla Belisario Domínguez se otorgó a María Rosaura Zapata Cano, educadora que promovió la educación preescolar, sí, pero quien fue piedra angular en la construcción programática de la aspiración por tener un sistema educativo nacional, laico, científico y universal.
El reto para esta decisión, que se hará en unos días es grande. Además, las tres pertenecen a la misma generación, cada una, desde el lugar donde les ha tocado ser testigas y copartícipes, un largo tramo de la vida de México en que los gobiernos ha tratado de lograr una nación libre y justa, desarrollada y democrática, que, sin conseguirlo, no habría “agenda” de Derechos Humanos exigible, ni habría el catálogo de luchas y esfuerzo que ha hecho buena parte de la población mexicana.
Cada una, desde su quehacer, fundió su vida en unas luchas u otras, algunas francamente riesgosas, valientes, tenaces y continuas, como la búsqueda de los desaparecidos tan vigente y dolorosa como la que estamos viviendo.
Yo, evidentemente voto, si mi voto tuviera algún valor, si no sucediera lo extraordinario, voto por Rosario Ibarra de Piedra que nos enseñó a todas que no es válida la pelea individual cuanto más justificada esté, que son miles las que han sido agredidas por el poder capitalista patriarcal. Veremos.
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