* Por lo pronto, la verdad jurídica no ha quedado establecida; se tomó una decisión política
Gregorio Ortega Molina
“Cercenó una buena parte de las decisiones de la Unidad de Inteligencia Financiera”, destaca La Jornada de las explicaciones ofrecidas por Santiago Nieto, para exponer “su” razón de la renuncia de Eduardo Medina Mora al asiento de ministro de la SCJN.
Lo dicho por el titular de la UIF no requiere interpretación, pero exige recordar un suceso previo a ese hecho, puesto que lo que debió ser un asunto estrictamente judicial, se transformó en un suceso político y mediático, cuyos alcances y consecuencias sobre el futuro y la credibilidad del Poder Judicial de la Federación y la administración de justicia, resultan poco previsibles.
Unos días antes de que el ministro Medina Mora optara por las de Villadiego, desde la zarza ardiente de la mañanera, el máximo tribunal acusó al ex ministro José Ramón Cossío de asesorar jurídicamente a los grupos que se amparan contra la construcción del aeropuerto de Santa Lucía.
El ex ministro Cossío de inmediato estableció los deslindes necesarios, y en la sede del poder se guardó silencio, pero se inició el asedio político para recuperar el espacio que considera suyo: la infalibilidad e irrevocabilidad de sus decisiones. Imposible detener uno de los proyectos cruciales de la 4T, para determinar quién es quién en términos reales del mando.
Retomo una de las consideraciones personales sobre la administración de justicia: ésta es esencialmente una tarea política, que se redefine constantemente y de acuerdo a los intereses del Estado, pero también de los intereses del gobierno en funciones.
La SCJN es un tribunal constitucional, en consecuencia, sus decisiones están sujetas a la interpretación de la ley, por seres humanos falibles. Servir al Estado no es plegarse y corromperse, pero ¿quién y cómo se determina que una decisión de la SCJN efectivamente sirve a ese Estado que ha de preservar márgenes de legalidad, para que se pueda convivir en paz y con seguridad jurídica?
Doy vueltas a la manera en que se establecen los criterios para tomar decisiones políticas. Siempre son personales, están determinadas por la ética y/o moral con la que se vivió y se vive. Se asumen en soledad. Pueden llegar a manifestarse como si se plegaran a consideraciones deportivas del juego limpio, porque “a veces, para mejorar el equipo, deshacerse de un jugador puede resultar igual de eficaz que comprar uno nuevo”, considera Philip Kerr en Mercado de invierno.
Por lo pronto, la verdad jurídica no ha quedado establecida; se tomó una decisión política. Eduardo Medina Mora se fue, y nunca sabremos el por qué.
www.gregorioortega.blog
@OrtegaGregorio