Por Aurelio Contreras Moreno
Si en algo se procedió erróneamente durante el bienio de Miguel Ángel Yunes Linares fue en la obsesiva persecución y encarcelamiento al vapor de varios ex funcionarios del duartismo corrupto y corruptor.
La imposición por sistema de la prisión preventiva oficiosa en contra de cualquiera de los ex colaboradores de Duarte que eran vinculados a proceso, maquinada por la Fiscalía General del Estado encabezada por el hoy depuesto Jorge Winckler Ortiz, vició de origen los procedimientos, ya que no en todos los casos estaba justificado que se decretara cárcel a los imputados, al tratarse de delitos cuya gravedad permitía que los desahogasen en libertad condicional.
El gran problema es que con el encarcelamiento de todos los duartistas posibles, lo que Yunes Linares pretendía era hacer propaganda y no justicia. La prueba más clara de esta aseveración es que no procedió en contra de todos los miembros de la pandilla. A algunos, como Vicente Benítez y Juan Manuel del Castillo los dejó en paz a cambio de información, recursos y favores políticos.
Las consecuencias las apreciamos ahora: prácticamente no queda nadie en prisión. Uno a uno los duartistas fueron saliendo, incluidos hasta los que enfrentaban acusaciones por delitos graves. Éstos, con una “pequeña ayuda de sus amigos” de la autodenominada “cuarta transformación”.
Si el sátrapa Javier Duarte sigue en la cárcel es porque su proceso es federal. Y no tardando, también obtendrá su libertad, para lo cual los actuales gobiernos estatal y de la República le han ayudado a pavimentar el camino. Para él habrá “perdón” de la “4T”, sin importar el brutal daño causado a Veracruz en su sangriento y corrupto sexenio.
Pero para quienes por lo visto no habrá perdón y sí venganza es para los yunistas, contra los cuales ya hay varias órdenes de aprehensión giradas y una ejecutada en la persona del ex subsecretario de Finanzas y Administración, Bernardo Segura.
Y como antes, lo que se percibe no es un ánimo por hacer justicia. Las cuatro órdenes de aprehensión giradas la semana a pasada a raíz de una denuncia interpuesta por el Secretario de Salud estatal –el mismo que ya no quiere declarar nada acerca de la emergencia de salud que vive el estado, en buena medida gracias a su negligencia- son por “corrupción”, término tan laxo que podría abarcar cualquiera cosa que eso signifique o convenga a quienes hoy manejan los hilos del poder en la entidad.
El ex gobernador Yunes Linares, sintiendo cómo la lumbre le llega a los aparejos, salió a explicar, a través de un pronunciamiento público, que las imputaciones contra sus ex colaboradores son por “no verificar por los medios legales pertinentes” la procedencia de un cheque por 250 millones de pesos entregado a su administración por la Procuraduría General de la República, por concepto de bienes muebles e inmuebles “recuperados” en favor del gobierno veracruzano de manos de los duartistas.
Asimismo, según el mismo Yunes Linares, se les acusa de “no destinar todos los bienes y recursos recuperados al sector salud”, pues el resto fue dirigido a “equipamiento de la Secretaría de Seguridad Pública”.
Más allá de la procedencia legal de las imputaciones que a día de hoy ya tienen a un ex funcionario yunista en el penal de Pacho Viejo, lo que resulta claro es que no se trataría de delitos que ameritasen la prisión preventiva oficiosa, como la que ya le fue dictada a Bernardo Segura.
Estamos ante la repetición de una historia que ya sabemos cómo termina. En el afán por ajustar cuentas políticas, se abusa de las instituciones y se tuerce la ley. Yunes Linares lo hizo, pensando que así lograría perpetuar a su dinastía familiar en el poder en el estado. No lo logró y ahora le aplican la misma medicina.
La vieja conseja de la política que refiere que los carniceros de hoy serán las reses del mañana ha alcanzado al yunismo. Pero alguien debería decirle a quienes hoy mueven la paila que nada les garantiza que no los destazarán en el futuro.
A mismas acciones, mismos resultados.
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