Joel Hernández Santiago
Ser viejo en México es un triunfo de la naturaleza, de los cuidados, de la fortaleza, del ser y persistir. Cuando se es viejo, se dice, se alcanza la plenitud de la vida, la experiencia, la sabiduría –de ahí senecto-senado—y se recogen los frutos que se sembraron a lo largo de la vida… Y todo eso que se dice de llegar a los más de sesenta años aquí…
Pero también puede ser un fracaso. Sobre todo porque de pronto quienes rebasan los sesenta años de edad, si tienen trabajo asalariado y dependen de la seguridad pública, tendrán que someterse a los designios de quien está en el poder político para lo que puede llegar a ser un tormento de menosprecio y burocracia criminal. Si no es así: ni eso.
No es una novedad que en México, luego de cumplir puntualmente las leyes que demandan tiempo de trabajo, cotizaciones al instituto de seguridad social al que se esté asignado, ya ISSSTE o IMSS u otras –en el caso de los estados de la República–, de haber cumplido la edad requerida y estar en condiciones de recuperar lo que se acumuló durante toda la vida laboral, esto no se cumple.
Porque los trámites, a pesar de ser recursos de cada trabajador, resultan engorrosos, lentos, tardíos, idas y vueltas con un papeleo además de inútil también ominoso para quienes lo único que quieren es llevar la vejez en paz y sin sobresaltos económicos, aunque la devolución sea pichicata.
En términos generales, la edad de jubilación en México tiene variantes: La pensión por edad y tiempo de servicio, por la que se podría obtener desde el 50% del último sueldo con 60 años de edad y 15 años de servicio. O bien, hasta el 95% del salario último si se tienen 29 años laborados. La tercera opción es la de la cesantía de edad avanzada, en la cual se deberán tener 65 años cumplidos. Otras variantes están previstas en la ley de acuerdo con la institución a la que se cotizó durante la vida laboral…
Esto es así para un país en el que hay más de 16 millones de adultos mayores de más de sesenta años de edad, de los que el 53.9 por ciento son mujeres y 46.1 son hombres (según cifras del INEGI).
El tema es que cada día que pasa aumenta la población adulta en México y esto genera responsabilidades de gobierno y de las empresas o comercios y servicios por lo que toca al pago de pensiones, jubilaciones y otros derechos, como los que señala la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores.
Pero en lo económico, el aumento de la vejez en México hace que empresas y empresarios quieran tomar previsiones para alargar los años en los que los mexicanos podrán retirarse y jubilarse.
Así que de pronto resulta sorprendente lo dicho el 9 de octubre por el Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, quien durante la Convención Nacional de Afores ‘coincidió’ con órganos empresariales como la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), cuyo directivo, Gustavo de Hoyos, ya se ha pronunciado por el aumento de las contribuciones de los trabajadores en los Fondos de Ahorro para el Retiro, y por aumentar la edad para el retiro; asimismo lo ha expresado José Manuel López Campos, presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercios y Servicios de Turismo.
Así que Herrera dijo que adelanta que el próximo año o año y medio se discutirá con trabajadores, fondos de ahorro y organismos empresariales, el aumento de la edad de retiro, como una variable “para garantizar una jubilación digna”. Como si no fuera indigno que se tengan que discutir estas edades durante un gobierno que se precia de políticas de beneficio social.
El presidente López Obrador salió al quite al día siguiente, 10 de octubre, para enfatizar: “No estoy de acuerdo con que se amplíe la edad de retiro, mientras yo sea presidente no va a modificarse la edad para el retiro. No va a haber una propuesta para aumentar la edad de retiro”, dijo.
Esto es: si Herrera se fue por la libre para hacer esta afirmación y para quedar bien con los empresarios, pues ya está ahí la descalificación presidencial.
Luego, el presidente descalifica las aspiraciones empresariales de modificar la edad de retiro para trabajadores del país.
Pero si Herrera pudo afirmar que en un año o año y medio se discutirá esto, entonces podría ser que ya se está planeando cómo introducir este cambio en las leyes correspondientes, lo cual sería una contradicción presidencial.
¿Quién dice la verdad?
No obstante sería un verdadero error modificar la ley para aumentar la edad de retiro, lo que traería una ola incontrolable de inconformidad social…
Pero ¿y qué pasa con los adultos mayores que no cotizaron pero que trabajaron toda su vida, obligados por las circunstancias en la economía informal? ¿Quién atiende a esta población que también necesita los apoyos de la edad adulta?… Mucho hay que revisar de todo esto.