Dura lex sed lex
Por Rafael Serrano
Decían los romanos que la ley es dura pero es ley: dura lex sed lex. Pero ellos que fundaron el derecho y los códigos, fueron los primeros en abusar de ella. Las leyes las redactaba la clase dominante (los patricios) y por tanto, su aplicación estaba al arbitrio de esa aristocracia; ya sea para condenar o absolver. Eso ha sucedido con la sentencia que el Tribunal Supremo Español ha dictado condenando a un grupo de catalanes (12) que organizaron las manifestaciones a favor de la independencia de Cataluña hace dos años: los patricios de Madrid decidieron castigarlos severamente; tardaron dos años en dictar sentencia por sedición y mal uso de los recursos públicos.
El delito de sedición tenía que ver con la proclamación de la independencia de Cataluña y el nacimiento de la república catalana; pero ésta fue efímera dado que no se contaba con las instituciones ni con el monopolio de la violencia. Pero quien si contaba con el monopolio de la violencia y las instituciones jurídicas y administrativas, el gobierno y la monarquía española, disolvieron los poderes de la Comunidad Autónoma de Cataluña aplicando un controvertido artículo de la Constitución española (el 155) e imputó a más de una docena de líderes y funcionarios del Gobierno catalán (el Govern) y metió a la cárcel a doce y otros se exiliaron en otros países europeos pero siguen imputados con ordenes de extradición.
La justicia española encabezada por jueces conservadores y monárquicos han castigado tal atrevimiento con condenas que para todos los inculpados suman más de 100 años. Ni al golpista Tejero ni a su instigador, el General Milans del Bosch, les aplicaron sentencias tan severas (30 años a cada uno que terminaron en 15 años de cárcel y luego libertad provisional); tomar el Congreso de los Diputados, soltar tiros es equivalente a una protesta masiva civilizada, de ciudadanos catalanes, que se manifestó y exigió el derecho a decidir y a la independencia; que sepamos las democracias son el gobierno del pueblo y su soberanía radica en el pueblo que tiene siempre el derecho de modificar sus formas de gobierno.
Pero los jueces, encabezados por un juez prepotente y soberbio han desoído y no escuchado al pueblo de Cataluña, a su soberanía. Atrás de esta sentencia está, sin duda, lo hemos dicho, los nacionalismos ideologizados, tanto el catalán como el castellano, pero sobre todo una clase política soberbia y encerrada numantinamente en Madrid y en sus mantras: la España que se rompe, la España única e indivisible, la ruptura del sacrosanto Estado de derecho versión neoliberal, el europeísmo edulcorado, el adoctrinamiento anti-español, el quejismo permanente de los catalanes y un muy largo etcétera.
La sentencia de la justicia española para los líderes independentistas catalanes no solamente ha sido dura sino desproporcionada e injusta. Imposible aceptarla. En el fondo se les castiga por usar los mecanismos de la democracia, pacíficamente; y por demandar la independencia de Cataluña a partir de un referéndum. Según el nacionalismo castellano, el derecho a decidir es de todos los españoles y por tanto, se requiere que todos los españoles decidan sobre Cataluña. Así lo expresó el Totem Felipe González, un andaluz que traicionó al socialismo español y que parece que en eso concuerda con el aspirante a Cid Campeador, José María Aznar.
Para ellos España es indivisible y no reconoce que existan naciones o pueblos diferentes con lengua e instituciones propias con autonomía para manejar sus recursos, apelan a una lectura de la historia española que niega que España es una confederación de naciones y pueblos, plurinacional. El concepto de Comunidad Autónoma que sirvió para arribar a la democracia ahora resulta limitado e incluso obsoleto para afrontar un nuevo encaje territorial.
Los catalanes, divididos, muestran tres actitudes: los que consideran que no son parte de España (independentistas), los que consideran que son españoles (unionistas) y los que señalan que es importante que los catalanes decidan independientemente si son independentistas o unionistas (soberanistas) y tal vez una cuarta actitud que une el hartazgo con la despolitización (los pasotas light). Cabe mencionar que los independistas muestran a su vez dos caras: una rupturista que cree en la vía de protestas radicales y violentas para golpear al aparato estatal represor y otra pacifista que cree que el cambio se lograra a través del diálogo y el uso público de la razón.
Los unionistas también tiene caras: una que es muy radical y violenta, de derechas, que habla de someter a proceso a todas autoridades e incluso eliminar el uso del catalán en las escuelas y que provoca y hace desmanes en las calles, y otra, que se proclama civilizada y que es intransigente con las “ideologías” separatistas populistas donde se encuentra un espectro multicolor: desde Casado y Rivera /Arrimadas de la derecha light posmoderna pasando por el edulcorado socialista Pedro Sánchez hasta la izquierda dividida entre lo que queda de Unidas Podemos de Pablo Iglesias/Ada Colau y lo que Carmena e Iñigo Errejón han fracturado con su Más Madrid.
Las calles en España y de Cataluña son ahora los lugares de la violencia: ¿provocada? ¿por quien?, por los “violentos independentistas” y los radicales neo-franquistas: ¿sólo éllos? Pero no se habla de los otros “violentos institucionales” que han funcionado como represores estatales con narrativas excluyentes, sediciosas y que nunca quisieron resolver o armonizar el problema del encaje territorial español: los Rajoy, las Santamaría, las Ayuso, los Guerra, los Gónzalez, los Vargas Llosa, los Borrell, los Casado, las Cayetanas, las Arrimadas, los Riveras, los Abascal, los VOX: ¿sólo los del Comité de la Defensa de la República (CDR) y los anarquistas que queman vehículos y cortan carreteras son los violentos o también son violentos los españolistas de pandereta que bailan una jota sobre la bandera catalana o que tiran navajazos a los subsaharianos; o los derechazos narrativos del marqués Vargas Llosa, del espadachín Pérez Reverte, del siniestro Alfonso Guerra o del encomendero Aznar?
Que los anarquistas y el CDR han incendiado Barcelona y otras ciudades, cortado vías de comunicación y declarado una huelga general es cierto pero sólo condenarlos porque no respetan unas leyes malas y peor aplicadas me parece ideologizar la justicia, volverla de los patricios madrileños y hacerla finalmente injusta. Veo como emergen las dos Españas de las que hablaba el poeta: una España, marinera, abierta y plural; republicana; y otra, la España colonizadora, soberbia, monárquica y despótica, madrastra del mundo que impuso leyes injustas y jueces al servicio de los poderosos. La historia nos muestra estas dos caras de España que ahora afloran, reviven, como si se tratara de una herida que no cierra.
Los pacíficos que quieren la independencia ahí están, esperando el diálogo; esperamos que no esperen a Godot. No sabemos si lo habrá pero ahora los pacíficos tienen en contra la narrativa de que son violentos…que hubo disturbios y la paz se rompió, pues sí; pero tienen a su favor la dignidad de su lucha y fuerza moral de sus convicciones. No es un asunto de opiniones o de narrativas sino de actitudes y convicciones, actos políticos, de lucha; y tal vez, no pecar de ingenuidad al pensar que la independencia se logrará pacíficamente y dialogando racionalmente y ser conscientes de que los CDR están empujando, forzando, al poder central a un reacomodo.
La historia nos enseña que la mayoría de las veces la independencia se logra con violencia, no todo es comportarse como Gandhi o Mandela. Hubo violencia en el Chile democrático, hubo violencia en las calles del Ecuador y los violentos doblaron las malas leyes de los poderosos. Por ahora, tenemos una España dividida y herida; la herida es Cataluña y parece que la herida no sanará, no habrá reconciliación. Visto desde las alas de la historia, eso es irreversible e inexorable.