Redacción MX Político.- Carlos Salinas tenía su partida secreta, y AMLO tendrá la suya semisecreta. El ex Presidente perfeccionó el uso clientelar de la política social, y el actual parece encaminarse en la misma dirección. Ambos con la misma intención: apoyar a los desposeídos pero también movilizarlos políticamente. Crear redes de seguridad social pero también usarlas como apoyo electoral. Poner primero a los pobres para que voten por un partido hegemónico y así asegurar su longevidad.
Eso fue el Programa Nacional de Solidaridad y eso son los nuevos programas de transferencias, similares en cuanto a su opacidad, análogos en cuanto a su discrecionalidad, idénticos en cuanto a la ausencia de reglas de operación y mecanismos de evaluación. El gobierno de la autollamada 4T distribuirá 402 mil millones de pesos, sin que sepamos exactamente a dónde irán y a quiénes beneficiarán. El salinismo de 1988 redivivo en el lopezobradorismo de 2019, creando clientes en vez de empoderar ciudadanos.
Eso es lo que sucede cuando un gobierno diseña programas sin reglas, sin mecanismos de supervisión, sin sistemas de evaluación, sin vigilancia del Congreso. Política social electorizada, puesta al servicio de un partido o un movimiento o un Presidente. Soluciones neopopulistas a problemas neoliberales como escribí en una monografía crítica en 1991; soluciones neopopulistas a problemas morenistas como escribo hoy. Salinas necesitaba recuperar el voto para un PRI desacreditado; AMLO necesita inducir votos para el movimiento que lo llevó al poder, pero dista de ser un partido institucionalizado capaz de mantener el arrastre que tuvo en la elección presidencial.
Salinas necesitaba la secrecía para destinar recursos de manera discrecional a donde tuvieran el mayor impacto electoral; a AMLO le preocupa lo mismo. Si no fuera así, hubiera atendido los reclamos de quienes señalaron la falta de reglas de operación en los programas sociales que echó a andar en el primer año. No repetiría el error y sin embargo lo ha hecho.
Como lo señala la carta entregada a la Cámara de Diputados por un grupo nutrido de organizaciones de la sociedad civil, el Presupuesto de Egresos para 2020 no transparenta los recursos, no incorpora las reglas de operación faltantes a programas como “Jóvenes Construyendo Futuro” o “Sembrando Vida”. Al contrario, legitima el hoyo negro al que se irán los recursos de todos, y ante el cual la Cámara de Diputados opta por cerrar los ojos. 64% del presupuesto se ejercerá al margen del escrutinio, al margen de la auscultación.
Y ya sabemos qué ocurre cuando la opacidad se impone por encima de la transparencia; cuando el gobierno cierra las cortinas y apaga la luz; cuando un Presidente usa el dinero público como quiere, cuando quiere, aun con las mejores intenciones. Mala planeación y mala instrumentación, trato discriminatorio a los supuestos recipiendarios, decisiones tomadas con criterios políticos y no con fines distributivos, ganancias electorales priorizadas por encima de beneficios sociales, la transferencia directa y sin intermediarios de dinero que compra lealtades y propicia votos.
Solidaridad le proveyó popularidad a Salinas y al PRI; las transferencias actuales amplificarán a AMLO y a Morena. Ambos, armando partidos de Estado que también son gobierno y tienen todos los recursos a su disposición.
Una contradicción más incurrida por el gobierno que se precia de ser distinto, pero es tan similar al salinismo; que se jacta de ser transparente mientras fomenta la opacidad que caracterizó a Solidaridad; cuyos miembros lucharon desde 1988 para que el Congreso de convirtiera en un verdadero contrapeso, y ahora reviven su rol de comparsa. El lopezobradorismo no descarta la politización de la política social instrumentada por Salinas; perfecciona sus métodos.
No reconoce los retrocesos democráticos que produjo el clientelismo salinista; se apropia de sus tácticas. Vía programas cuyo diseño, ejecución e impacto desconocemos, vía los delegados de Morena, vía la entrega de recursos públicos no a quienes menos tienen sino a quienes más votan, vía un Presidente peripatético que recorre el país predicando el humanismo cristiano, que años antes Salinas llamara “liberalismo social”. Parafraseando a Malraux, el gobierno no es lo que cree que es, sino lo que esconde.
Y el gobierno de AMLO, como el de Salinas, prefiere guardar secretos. [Agencia Reforma]
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