MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
No es nuevo que un político como Andrés Manuel López Obrador se sienta periodista e incluso maestro de periodismo.
Igual, no es nuevo que el brazo mercenario del periodismo y sedicentes periodistas se alcen catones de la libre expresión y aplaudidores cuando no cortesanos del dicho presidencial, del acto de gobierno que de burdo es ofensivo para el sentido común.
Mire usted. Desde el momento en que el señorpresidente emprendió la embestida para descalificar y polarizar a reporteros y medios de comunicación, columnistas y analistas que atienden sin consignas el acontecer económico, político y social del país, todo lo que ocurre en la administración pública federal tiene explicación y, sobre todo, justificaciones que los comunicadores no entienden, conforme a la óptica estratégica goebbeliana del inquilino de Palacio Nacional.
La frase “yo tengo otros datos” se ha vuelto el referente para tapar el sol con un dedo y dar por sentado que el interlocutor miente o carece de información real.
El caso del doctor Carlos Urzúa que fue obligado a renunciar al cargo de secretario de Hacienda cuando se atrevió a discrepar del licenciado López Obrador, es el ejemplo más elemental de este gobierno que presume conocimientos y convicción de hacer las cosas de manera diferente, más ha acreditado inexperiencia y voluntarismo, aderezado con ese desprecio por quienes piensan diferente.
La realidad golpea a este gobierno y lo evidencia en la estructura con un solo hilo conductor, el retorno del Jefe Máximo, el prócer que dicta cómo se debe gobernar, el dueño de la línea que todos los días da la pauta y niega cometer errores y culpa al contrincante, al crítico, a la voz que le reprocha desaciertos y le explica en qué falla.
Sí, ese cuadro cotidiano en el que los miembros del gabinete, sin duda varios de ellos con más conocimientos de políticas públicas que el presidente López Obrador, son instalados en sillas como escolapios que deben escuchar la lección del maestro y sin chistar, que deben llegar con la convicción de que el prócer los puede regañar en público si pretenden informar con datos que no le gusten.
Y, entonces, salen a la escena los sedicentes periodistas y los mercenarios que hacen las preguntas a modo, sembradas en sus celulares o garabateadas en una hoja, porque pocos, muy pocos y éstos sí reporteros profesionales, son capaces de hacer una pregunta sin apuntador e incluso replicar al señorpresidente, como ocurrió con el joven reportero del diario Reforma que prácticamente le pidió respóndame, no diserte.
Por eso el ciudadano López Obrador ha comenzado a perder la calma y, aunque dice que no se parece a ninguno de sus antecesores y que no lo comparen porque eso sí caliente, se irrita e insiste en descalificar a los reporteros, a los periodistas en general, a los medios en general, a todo aquel que, en general, no está de acuerdo con su singular cuanto insuficiente forma de gobernar ni con el resultado de su gestión a punto de cumplir un año.
Y en ese andar y decir, en este permanente periplo de campaña en giras temáticas, se desgasta paulatinamente su bono democrático con la mirada puesta en el pasado reciente que no toca al populista de la década de los años 70 y principios de los 80 que dejó a la economía nacional depauperada con grandes contradicciones sociales y echada, así, a la praxis neoliberal en el gobierno que amplió esa brecha.
El sonsonete cotidiano de culpar al pasado a la primera provocación, casualmente a partir de las preguntas sembradas, muestra la ausencia de interés político y legal por hacer justicia y deja abierta la puerta a conjeturas y versiones de vox populi como de analistas políticos que aterrizan en la cantidad y el tamaño de compromisos que debió haber hecho un hombre a lo largo de 18 años, formalmente, en busca de la Presidencia de la República que lleva en su cartera un billete de 200 pesos y otro de dos dólares –considerado de la suerte—y carece de cuenta bancaria.
Preguntas que sin duda molestan, incomodan al señorpresidente: ¿Lo cuida la gente buena? ¿Quién le dio garantías para hacer campaña en zona de narcos, regiones controladas por el crimen organizado? ¿De dónde el financiamiento para recorrer el país, hacer campaña y mantener a la familia en una zona de la Ciudad de México que no es precisamente popular?
No, no se enoje presidente. Pero usted incurre en un exceso y muestra el interés por estar lejos de la mirada escrutadora de los incómodos periodistas. Pero, qué le va a hacer, Andrés Manuel, usted no es ni periodista ni presidente del consejo de administración de los grandes medios de comunicación que le permitan esa libertad de decir cómo y quiénes cubren sus actividades.
¿Usted informa todos los días? ¿Jesús Ramírez, es un buen reportero experto en comunicación? No, no se engañe presidente ni pretenda seguir engañando a sus simpatizantes con esa versión ñoña de que sus enemigos son los conservadores y que los periodistas son conservadores y chayoteros, hampones y fifís porque simplemente informan de sus actividades y recogen sus disertaciones, éstas que son la fuente en la que nos nutrimos quienes somos parte de ese contrapeso que no tiene en el Congreso de la Unión y minimiza en el Poder Judicial.
No se enoje, presidente (con minúsculas). Lea con ánimo positivo lo que de usted se dice, asimile la crítica, fíjese en su entorno y deje de sentirse arrullado por esas multitudes que le acarrean en todos sus mítines. ¿Ha preguntado cuánto se gastan en el acarreo y toda la parafernalia de sus actos en el interior del país?
No, no ofenda a nuestro sentido común con sus desplantes de jefe máximo. Bájese del olimpo que le han construido por órdenes suyas. ¿Usted cree que su gabinete está contento? No se enoje, presidente, pero no se vaya a dormir convencido de que los mexicanos le creen a pie juntillas, bueno, por lo menos 30 millones que por usted votaron.
Del jueves 17 al miércoles 30 de octubre hubo suficiente tiempo para hacer un recuento de daños y salir ante televidentes que siguen las conferencias de prensa denominadas mañaneras, a justificar más que explicar pormenorizadamente lo ocurrido en la ciudad de Culiacán con la captura y liberación de Ovidio Guzmán López. ¿De veras está convencido de que le creyeron quienes vieron y escucharon en la mañanera de ayer miércoles? No se engañe, presidente. Y no se enoje porque, recuérdelo, un país no se gobierna con voluntarismo, se gobierna con eso que usted invoca pero niega todos los días: la verdad. Conste.
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