Francisco Gómez Maza
• La violencia engendra violencia
• Con ella FCH y EPN fracasaron
No está falta de razón la filosofía de control de la violencia defendida, a contrapelo, a pesar de que lo acusen de mediocre y pendejo, del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.
Ya los gobiernos de Felipe Calderón y Peña probaron la violencia contra la violencia, el ojo por ojo y el diente por diente, y nunca se dieron cuenta de que la violencia engendra más violencia, y los muertos crecieron, la geografía nacional se convirtió en un gran cementerio anónimo. Miles de desaparecidos, que cuando aparecen sólo sus huesos en cualquier fosa y a flor de tierra.
No solamente no sirvió de nada mandar a los soldados, marinos y la policía federal a la persecución de los asesinos integrantes de los más aguerridos, y mejor armados que las fuerzas de seguridad, cárteles de la droga, sino que ocasionó cientos de miles de muertes de inocentes de todas las edades. Esos muertos que no se rememoraron el 2 de noviembre, día de los fieles difuntos.
La guerra contra la delincuencia organizada fue un rotundo fracaso, o ¿acaso desapareció el Cartel del Pacífico con la encarcelación de por vida de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera? No. Sigue más fuerte que nunca y sus sicarios evitaron que las fuerzas armadas aprisionaran a uno de los hijos del padrino.
Los criminales le están rascando los testículos al tigre y le están buscando tetas a la serpiente. Más temprano que tarde puede despertar el tigre y violentarse la serpiente, porque tanto va el cántaro al agua hasta que se quiebra.
Pero mientras tanto, el presidente López Obrador ha advertido que seguirá con la política de atender las causas que originan la violencia y la inseguridad, aunque los halcones autoritarios exijan guerra por el Culiacanazo y por el confuso ataque a las familias LeBarón.
Ante la violencia como en Culiacán y el asesinato de la familia LeBarón -Langford, se han alzado afanes autoritarios, que piden el uso de la fuerza y la guerra. No obstante, López Obrador está decidido a continuar con la misma política de atender las causas que originan la violencia y la inseguridad.
En las últimas semanas el país y el gobierno han enfrentado situaciones difíciles, pero eso parece que no va a frenar al mandatario; al contrario, dice él, en las crisis se definen las posturas. Por ejemplo, la violencia desde Culiacán hasta la familia LeBarón alentó, despertó, los afanes autoritarios del uso de la fuerza, lo que en lo pasado llevó a Felipe Calderón a declararle la guerra al narcotráfico”. Pero López Obrador recuerda que, sin diagnóstico, se tomó la decisión de iniciar una guerra, pensando que de esa manera se iba a tener legitimidad, mas esto devino en un completo fracaso.
“… se vivía en una especie de enajenación, porque nunca, en el periodo neoliberal, se habló de atender las causas que generaban la inseguridad y la violencia; todo era resolverlo con penas más severas, más duras, cárceles y los personajes más siniestros manejaban el tema de la seguridad con esas concepciones”.
A este escribidor le complace esa tesis de atacar las causas que originan la violencia. Es más eficaz y humana para resolver el problema. Quizá lleve tiempo, porque los sicarios del cartel son mandados a matar. De eso viven, del asesinato, de la perversidad.
Estoy convencido de que la violencia engendra violencia. Pero es más atractiva porque genera pingües ganancias a los vendedores de armamento, que curiosamente están en Estados Unidos, país que muestra dos caras: la lucha contra la violencia y la venta de armas que provoca la violencia, mientras bombardea Siria.
Eduardo Galeano, el periodista uruguayo, que escribió en torno a Las venas abiertas de América Latina, escribe: “La violencia engendra violencia, como se sabe; pero también engendra ganancias para la industria de la violencia, que la vende como espectáculo y la convierte en objeto de consumo.”