Francisco Gómez Maza
• Tumbaron a Morales por un fraude electoral inventado por la OEA
• La organización hace el trabajo sucio de los Estados Unidos
Siempre he estado seguro, desde hace medio siglo, tiempo que llevo reporteando, que la llamada Organización de Estados Americanos en realidad es un mecanismo de control del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Y es, junto con las embajadas de ese país en los países latinoamericanos, y sus agencias de inteligencia, las poderosas conspiradoras para dar golpes de estado contra gobiernos democráticos y, si son progresistas y nacionalistas, peor. Lo mismo digo de la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos), que lo menos que hace es defender a las víctimas de violación de sus derechos.
Bolivia es la más reciente presa de los halcones de Washington y de sus pajarracos de la OEA. En aquel país hubo elecciones que favorecieron al presidente Evo Morales. Indudablemente que el mandatario ganó las elecciones. Pero sus enemigos de la derecha se acogieron a la OEA, mangoneada por gobiernos latinoamericanos de derecha. La OEA es el mecanismo institucional que le hace el trabajo sucio al gobierno de Estados Unidos. Y a éste no le gustan los gobiernos progresistas en lo que considera su traspatio.
Pero la OEA, como les digo es el mecanismo que le hace el trabajo sucio a los Estados Unidos. Y Estados Unidos decidió volver a las andanzas. No ha podido con Cuba. No ha podido con Venezuela. Y por razones geoeconómicas se decidió por Bolivia, inventando un fraude electoral avalado por la OEA, porque este país es el más rico en Litio, el metal más liviano existente en la Tierra y se produce sobre todo a partir de salmueras.
Según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), se encuentran reservas de litio en 17 países. Las reservas estimadas de Bolivia están entre las más grandes del mundo, con 9 millones de toneladas métricas; si bien según datos del gobierno boliviano, estas ascenderían a 100 millones, el cálculo carece de base científica.
El litio tiene múltiples usos. Según datos de 2008, este metal se utiliza principalmente en la industria del vidrio y la cerámica (37%); la producción de baterías ocupa el segundo lugar (20%), y se divide en baterías para celulares, iPods y computadoras personales –un mercado que está creciendo a una velocidad vertiginosa– y baterías para vehículos eléctricos –el mercado que promete el mejor futuro a este recurso–. El tercer lugar lo ocupan las grasas lubricantes (11%), seguidas por aleaciones de aluminio (7%), aire acondicionado (5%), colada continua (5%), goma y termoplásticos (3%), industria farmacéutica (2%), procesos industriales y procesamientos químicos, y otros productos. Se estima que entre los años 2000 y 2008 el uso de litio se incrementó en 6%.
Los yacimientos de litio boliviano más grandes se encuentran en el salar de Uyuni, perteneciente al departamento de Potosí. El salar, situado a una altura de 3,670 m, es uno de los más grandes del mundo y su costra de sal cubre una superficie de 10,000 km² (180 km de largo y 80 km de ancho). Aunque las reservas son enormes, la explotación no está libre de dificultades: los costos de extracción hacen que la producción de litio en Bolivia sea más cara que en Chile y Argentina porque, en el salar de Uyuni, está mezclado con otros varios minerales, especialmente con potasio, boro y magnesio. La transformación a clorato requiere, además, el desarrollo de una nueva tecnología de evaporación, ya que en esta región boliviana –en contraste con los dos países vecinos mencionados– hay una temporada de lluvias de tres meses de duración.
Simultáneamente, el golpe de estado contra Evo Morales ocurre en momentos en que las derechas latinoamericanas están siendo fuertemente cuestionadas por los pueblos y ganado las elecciones en dos grandes países, dos poderosas economías. Primero, en México con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, declaradamente nacionalista y antiglobalista y enemigo del neoliberalismo que consagró la pobreza de los muchos y la riqueza de los escasísimos, durante por lo menos las últimas cuatro décadas.
Meramente en las narices del imperio del decadente capitalismo, se instauró un gobierno que muchos califican de izquierda (les aseguro que estoy seguro que López Obrador es todo menos de izquierda). Bolivia está a muchos kilómetros de distancia de Washington. Pero tiene el gobierno de Morales logró mejores condiciones de vida para los indígenas, que hacen la mayoría de la población boliviana.
Pero México está en el mismo vecindario con Estados Unidos, con quien comparte unja extensa frontera, frontera muy porosa para el tráfico de migrantes latinoamericanos y, ahora, de todo el mundo, así como para el flujo de toda suerte de estupefacientes, con el contubernio entre los importadores de droga y muchas autoridades fronterizas estadounidenses. México es el primero, o segundo socio comercial de los mercados estadounidenses, sobre todo después de la guerra de Trump en contra de la economía china. México, por tanto, es buena presa para reinstalar los gobiernos amigos de Washington, aquellos que doblaban la cerviz y empinaban el culo ante el imperio…