Joel Hernández Santiago
Pues ya está y ni modo: “Palo dado, ni Dios lo quita”, que se dice. Al final, después de 7 días de retraso el partido Morena, en mayoría, y sus adláteres el Partido del Trabajo (PT), Partido Encuentro Social (PES) y el camaleónico Partido Verde (PVEM), aprobaron la madrugada del viernes 22 de noviembre el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2020, que pidió el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Y a estas alturas ya se sabe que consta de 6 billones, 107 mil 732 millones, 400 mil pesos: ni más, ni menos. Un titipuchal de lana que será gastada por el gobierno federal durante el año que sigue. Y esto sería lo de menos si no fuera porque sin debate y sin cuarta se decidió a dónde, cómo y a quien se aplicará este gasto fenomenal en tiempos de economía de estanco en México.
Para empezar la mala noticia fue para organismos autónomos a los que como se sabe el Presidente les tiene tirria añeja, y los que tendrán que vérselas con recursos menores a los solicitados por ellos para sus actividades el año siguiente.
El más “sacrificado” es el Instituto Nacional Electoral (INE) al que le reducen un mil 71 millones, 561 mil pesos. Inmediato los Consejeros Electorales acusaron que esta reducción “pone en peligro la elección más grande de la historia”. En esto habría que verse.
Ya hace mucho hemos insistido en que los costos y gastos para garantizar procesos electorales democráticos nos salen extremadamente caros a los mexicanos. Los montos que han recibido han hecho que el INE creciera de forma desproporcionada y acaso innecesaria en muchos aspectos.
Se le ha insistido a sus autoridades que reduzcan su presupuesto, que no sólo dañan la credibilidad de la Institución en tanto “mano ancha” en sus operaciones, como también que no pueden ser tales cantidades bajo la amenaza de que si no cuentan con estos recursos “no garantizan la calidad democrática y electoral”… Y por supuesto, reducir las prerrogativas a los Partidos Políticos porque son ellos y su costo de vida lo que causa el gran desajuste presupuestal, también.
Otro caso es el del Consejo de la Judicatura, al que le aplican “un moche presupuestal” fuerte, así como también a la Fiscalía General de la República que le recortan 1 mil 500 millones de pesos, contantes y sonantes… Y así los recortes presupuestales que habrán de generar inconformidades y reclamos en los días-semanas y meses siguientes, como será el tema del campo, el de salud…
A la inversa se privilegiaron sectores sociales, que son los programas más queridos por el gobierno federal durante esta gestión:
Es el caso de “Sembrando vida” al que se destinaron 3, mil 374 millones de pesos adicionales (con lo que tendrá un total de 25 mil 131 millones de pesos) en tanto que a la Pensión para Personas con Discapacidad se le reasignaron 2 mil 291 millones con lo que cuenta ahora con 11 mil 906 millones de pesos, mientras que para Adultos Mayores se aprobaron 2 mil 700 millones más, para contar con 126 mil 650 millones de pesos: todo para 2020.
Al final la mayoría de Morena aprobó el Presupuesto-2020 al grito de “¡No más moches!” (¿Cuántos de los que coreaban esta consigna lo lamentaban en su fuero interno?)…
Este presupuesto creció el 1% respecto del de 2019, que fue de 5 billones 838 mil 59 millones 700 mil pesos. Además el nuevo esquema de gastos deberá contrastarse con el Presupuesto de Ingresos para el 2020 y conocer el resultado final. Por lo pronto habremos de revisar el resultado de 2019 apenas concluya diciembre.
Lo dicho: Las cifras asignadas tienen la tendencia a favorecer los grandes programas del gobierno federal, la mayoría son del tipo social y esto podría entenderse como del tipo electoral, lo mismo de lo que se acusaba a la antigua Sedesol, lo de apoyar para beneficio político.
Se asignan recursos fuertes a la construcción del Tren Maya, del Aeropuerto en Santa Lucía y la Refinería en Dos Bocas, Tabasco, a los que, se dice, van a parar los ahorros producto del esquema de Austeridad. ¿Será?
Este Presupuesto-2020 es un retrato de las fobias y las filias del régimen actual. Queda claro el ‘desquite’ hacia instituciones –o personajes- que no le han sido afines en el proceso tanto electoral como de gobierno, como también se favorecen los programas emblema.
Nadie objeta la aplicación de recursos a gente que en verdad lo necesita. La gente que históricamente ha sido marginada, excluida y a la que se le ha restringido ser parte del desarrollo en comunidad y nacional. Y eso está bien, requetebién.
Pero se extrañan estímulos económicos a programas redituables, productivos y de desarrollo económico: No están ahí, a la vista. Sobre todo porque el recurso nuevo debe provenir del trabajo, de la inversión, de empresas sustentables y así…
Sería conveniente que exista un equilibrio sano en el que sin desprenderse de la responsabilidad social y en su apoyo, también exista crecimiento firme y redituable, en el que el resultado del trabajo de todos los mexicanos se refleje en una distribución justa y equilibrada en todos sus sectores. El cuerpo social mexicano es un todo y no está dividido en partes.
Pero leeremos esa letra chiquita del presupuesto: Y comentaremos.