Francisco Gómez Maza
• Nuevamente, el petróleo llega al rescate de los desconfiados
• Productivos hallazgos de mantos de aceite mueven la economía
En medio de las lamentaciones de los expertazos de la cienciología economicista, porque el producto interno bruto no creció en 2019, y presuntamente no se levantará en 2020, a menos de tres semanas del fin de año, tenemos dos noticias muy positivas, fundamentales y alentadoras: la inflación, el pesado impuesto que pagan los pobres, está en niveles muy aceptables, y el ingreso de divisas que envían los trabajadores mexicanos en el exterior fue abundante.
El Instituto de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) dio a conocer la mañana de este lunes el dato del comportamiento del índice nacional de precios al consumidor: La tasa anual de inflación llegó a 2.97% en noviembre, sumando seis meses dentro del objetivo del banco central y las autoridades financieras, de 3% (+/- un punto porcentual), su nivel más bajo desde septiembre del 2016. El INPC registró un incremento de 0.81% frente al mes precedente.
De acuerdo con análisis periodísticos, el porcentaje de crecimiento del índice de precios es el mejor desde 2016. En aquel año, los expertos del INEGI reportaron un incremento de 0.78 por ciento. Este comportamiento de los precios es realmente positivo, si se compara con los parámetros del crecimiento económico, de la caída de las inversiones particulares o privadas, reflejadas principalmente en la caída de las compras de maquinaria y equipo, e indica que el comportamiento del PIB no es lo más importante en una economía. El nivel de inflación, tan sólo, sin hablar del multimillonario ingreso de dólares por remesas de mexicanos en el exterior, habla de que los trabajadores la están pasando un poco mejor que en tiempos de alta inflación. Como les dije antes, la inflación, o sea el aumento prolongado y sostenido de los precios de bienes y servicios, es realmente, en la práctica, un verdadero impuesto que no pagan los ricos, sino la población menos favorecida por la diosa Fortuna. Y ahora, pese a los barruntos de recesión, el alza de precios no está pegando en el corazón de los trabajadores. Circula el dinero. Va y viene.
Al mismo tiempo, de acuerdo con información divulgada por Ricardo Sheffield Padilla, de Profeco, durante la entrevista matutina del presidente de la república, este lunes, el año pasado (2018) se recibieron 33 mil 677 millones de dólares y se prevé que al término de 2019 lleguen a 35 mil 500 millones de dólares, lo que representa el 2.8% del PIB.
El comportamiento positivo del ingreso de divisas y el control inflacionario, alientan y pronostican que, contra todo pronóstico y a pesar del desmadre de los mercados mundiales, muchos ya en plena recesión, empezando con las potencias europeas occidentales, la crisis será menos pesada. Y lo pronostico, aunque me maldigan los expertazos y los conversos a la cienciología (que no ciencia) que proclaman malos augurios.
Claro. Todo es según el color del cristal con que se mire, como dijo el poeta. Desde un punto de vista negativo, depresivo, la economía está a punto del colapso, o ya colapsó. Pero Alemania, por ejemplo, está ya en recesión desde hace algunos meses de 2019 y no pasa nada. La vida sigue y los más pobres no dejan de alimentarse tres veces al día amén de las chucherías que se tragan entre comidas.
Pero si usted quiere quejarse, aunque realmente no tenga nada personal de que quejarse, pondrá énfasis en que la industria automotriz hila 7 meses a la baja: caen producción (13.2%), exportación (7.4%) y ventas (9.9%), y verá de soslayo al comportamiento de los precios de la canasta básica, que incluye un centenar de productos de amplio consumo popular, y que marca un alza mensual de 1.52 por ciento, para quedar en un acumulado anual de 2.42 puntos porcentuales. En el mismo periodo de 2018, las cifras fueron de 1.05 por ciento mensual y de 6.11 por ciento anual.
Economistas al margen de la ortodoxia fridmaniana no le dan tanta importancia al comportamiento del producto, sino al ingreso de los consumidores. Si hay dinero en las manos de los demandantes, la oferta no decae. Y usted puede ver, por ejemplo, que los almacenes comerciales han estado repletos y se mueven.
La confianza del consumidor acumuló en noviembre pasado 29 meses de incrementos a tasa anual, incluyendo desde luego los primeros 12 meses de la presente administración federal. De acuerdo con expertos de la revista Alto Nivel, si bien es cierto que este indicador ha reportado 2 meses de retrocesos (octubre y noviembre), el desempeño anual se mantiene muy favorable; incluso fue en este 2019 cuando alcanzó una lectura máxima histórica que todavía sigue vigente, en 48.81 puntos, lo que representa el mejor nivel desde que existen estadísticas, superando al registrado en marzo del año 2001.
El producto retornará indudablemente al crecimiento, una vez que ya no puede caer más y que los inversionistas vuelvan al mercado, aprovechando la baja inflación y el titipuchal de dólares estadounidenses, con los cuales se están haciendo más ricos los especuladores.
La inversión tampoco puede caer más. La recuperación de la explotación y exportación de petróleo – Pemex ha informado de nuevos y muy productivos descubrimientos de campos petroleros- alentará nuevas inversiones pues el capital sólo responde al interés de reproducirse exponencialmente.
Ciertamente que la economía mundial está entrando en recesión, pero los alemanes, como he escrito, no mueren de hambre.
Siguen comprando inclusive chucherías. Y aquí, en este país del Tercer Mundo, la inflación está tranquila y hay divisas para pagar importaciones de materias primas y maquinaria y equipo. E incluso para hacer frente a las obligaciones de la deuda externa.