EL SONIDO Y LA FURIA
MARTÍN CASILLAS DE ALBA
Orquesta Sinfónica de Yucatán.
Ciudad de México, sábado 14 de diciembre, 2019. – Ayer escuchamos a la Orquesta Sinfónica de Yucatán en la ciudad de México como parte de su gira en donde interpretaron el Preludio a los Maestros Cantores de Nuremberg, la Obertura de Tannhäuser de Richard Wagner y la Cuarta Sinfonía de Gustav Mahler bajo la batuta de Juan Carlos Lemónaco con la soprano Irasema Terrazas en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural de la UNAM, en donde demostraron la calidad interpretativa de esas obras que son lo suficientemente complejas como para demostrar el movimiento andando.
Pedro A. Cantero ha escrito que “Nietzsche sostiene en El nacimiento de la tragedia que, para el mundo germánico, el eje por el que se opera el renacimiento de la tragedia se halla en la música. Otorgando a este arte la capacidad de reflejar la verdad humana sin consentir que los hombres se hundan en ella y, por consecuencia, que exista la posibilidad de edificar un arte integral (Gesamtkunstwerk) al que Richard Wagner dedicaría gran parte de su vida. Tannhäuser es un eslabón crucial en la consecución de este anhelo por el que Wagner se convierte, más que otros románticos, en el recreador de los grandes mitos, gracias a un tesón sin precedentes y a la energía que su música les imprime.”
Por nuestra parte ayer pudimos reconocer lo que ha logrado Margarita Molina quien ahora preside el Patronato para la Orquesta fundada en el 2004 por su marido, Adolfo Patrón, tal como hemos comprobado su calidad interpretativa a pesar de la turbulencia cultural del sexenio y de los recortes que se han hecho a la cultura en general y a la música en particular, situación que ha sabido librar con elegancia y talento, pues sabe de los beneficios de una sociedad que desde hace quince años escucha música clásica en vivo para poder verse en ese espejo su propia realidad o la verdad humana, si se dejan llevar por ese laberinto musical de Wagner que logra hipnotizarnos y con Mahler, para pasear por los extraños caminos de la fantasía.
Mi amistad con Adolfo Patrón y Margarita Molina empezó a principio de los ochentas, al inicio de la segunda época de mi vida, cuando me mudé a vivir al mismo edificio que mi amigo Lars Christianson, industrial de la petroquímica que fue mi alumno en la IBERO en 1965, cuando decidí llevar a los alumnos los sábados al centro de cómputo de IBM para que practicaran con un simulador de negocios como el que utilizábamos en los cursos para altos ejecutivos y que resultó ser un verdadero parteaguas en su vida académica.
Quince años después, resulta que Lars y yo vivíamos en el mismo edificio y nos invitábamos mutuamente a los cocteles que organizábamos: en mi departamento, con escritores y artistas, en esos años cuando la editorial estaba en su plenitud, y él con sus amigos industriales y petroquímicos, como Adolfo Patrón, entonces Director General de Resistol, acompañado de Margarita Molina, con quienes hicimos una gran amistad hasta nuestros días, sin importar que ahora ellos viven en Mérida desde que Patrón cumplió los 65 y este mes celebra sus 93 felices años de vida.
A finales de los ochentas empecé a diseñar El Economista y Adolfo me preguntó cómo pensaba que destacara el periódico. No supe darle una buena respuesta. Entonces, me propuso: ¿por qué no lo imprimes en papel color durazno como el que usa el Financial Times? La idea perdura.
Años después que se había retirado a su tierra natal fundó en el 2004 a la Orquesta Sinfónica de Yucatán para que esa sociedad pudiese escuchar, como nunca antes, música sinfónica en vivo. Ahora, Margarita Molina es quien preside del Patronato y carga con la responsabilidad de lo que eso implica. Es una mujer encantadora, inteligente y llena de vida a quien le digo de cariño “princesa maya”, como ha sido, es y será toda su vida y, más ahora, que promueve a esa Orquesta que ha logrado adquirir un estatus como si fuera del primer mundo.