Joel Hernández Santiago
Aun se debate en muchos espacios de análisis político mexicano la fortaleza o el fracaso del sistema de partidos políticos en México. Si éstos, de veras, son eso, partidos políticos, u organizaciones de individuos que buscan el poder político por él mismo, en un tono más hedonista que con la responsabilidad que toca a su representación ideológica, doctrinaria y proyecto de nación.
A saber, cada uno de los partidos políticos registrados hoy en México cumple con el mínimo requisito de contar con su personalidad propia y sus propuestas particulares para representar a sectores interesados en esas mismas ideas.
… Y estos partidos políticos habrían de defender eso: sus proyectos que les dan particularidad política y electoral, frente a otras corrientes de pensamiento y estructuras políticas y electorales.
Pero resulta que no es así, a pesar de que muchos recursos se asignan al Instituto Nacional Electoral (INE) para “fortalecer el sistema de partidos políticos en México” se dice ahí.
Pero ya se ve que no hay tal fortalecimiento, ese que nos garantice que los institutos funcionarán como representantes de ideas distintas de país en democracia para la opción de muchos. En cambio se han convertido en organismos en los que sus integrantes, con mucha frecuencia, anteponen su propio interés a los de la Nación e incluso a los de sus militantes.
Los partidos políticos en México se han convertido en representantes de sus líderes y de su cúpula, y de ahí sus batallas cotidianas, en tanto que el elector, de cualquier color o intención ideológica, pasa a ser lo menos importante para ellos, acaso sí: importa su voto y su mayoría. Pero a la hora de las reciprocidades, ésta no existe por parte de los electos…
Una pequeña muestra de esa incongruencia es la gran cantidad de políticos de tal o cual filiación partidaria que están dispuestos a vender su alma al diablo con tal de incorporarse a los institutos de éxito, los que les garantizan no sólo presencia política, sino casa-comida-sustento y un poco de gracia, además.
¿Cuántos del Partido de la Revolución Democrática (PRD) han migrado en unos cuantos meses a Morena? ¿Cuántos del PRI y de otras organizaciones partidarias han pasado ‘a mejor vida’?
Saltimbanquis de la política y sus partidos están a la vista cada día. Con toda frecuencia se anuncia que fulanito de tal, que era de tal partido, presentó su renuncia para incorporarse a otro… a Morena, por ejemplo, que es el que está de moda, aunque con esta diáspora política el más perjudicado sea, precisamente, Morena, que por lo mismo se desconfigura y se transforma en un Frankenstein de la política mexicana.
Por esto y mucho más, se debe replantear ese ‘fortalecimiento del sistema de partidos políticos en México’, para que estos funcionen como tales y no como focos de poder político y de recursos económicos.
Y esto último es lo que hizo que apenas el 12 de diciembre, la mayoría de los partidos en la Cámara de Diputados rechazara la propuesta de Morena de disminuir al 50 por ciento el financiamiento de los partidos políticos. Sólo Morena y Partido Encuentro Social (PES) votaron a favor del dictamen, pero no alcanzaron la mayoría calificada de los 320 votos necesarios. Así que no, no y no.
Por supuesto los partidos políticos mexicanos son extremadamente caros para los mexicanos y éstos no corresponden con esta inversión que se hace en cada uno de ellos y no corresponde su trabajo político en favor del país por todo este dinero que reciben…
También es cierto que la propuesta de Morena tenía la intención política de debilitar a sus institutos oponentes. Mala intención de este Movimiento que un día antes, el 11 de diciembre, en boca de su dirigente, Yeidckol Polevnsky anunció con bombos y platillos:
“Hemos decidido renunciar al 75% del financiamiento público de operación ordinaria a que tiene derecho durante el ejercicio de 2020, que equivale a mil 240 millones 458 mil peos, ya que la enorme cantidad de recursos que legalmente le corresponden a Morena resultante de dicho cálculo, no guarda congruencia con nuestros principios y las políticas de austeridad”.
Esto es: el INE aprobó dar 5,239 millones de pesos a los siete partidos políticos para el año 2020. No obstante esta cifra no es total: a esto hay que agregar que en los estados, cada partido recibe asimismo recursos para su financiamiento local, lo que en la realidad se duplica esta cifra. Y el que más recibe es, precisamente, Morena.
La cifra para todos es millonaria. Los resultados políticos son precarios. Las traiciones –como ocurrió con el PRI que se alió a Morena para evitar la reposición del proceso en la elección de la señora Rosario Piedra para la CNDH hizo que se atentara a la voluntad ciudadana…
… El esfuerzo en trabajo de todos en México es mayúsculo para mantener a esta estructura partidaria; los juegos y rejuegos de estos mismos partidos venden su esencia y la aspiración ciudadana. ¿Acaso pagamos para que nos traicionen? ¿Pagamos para que nos dejen de representar en nuestra voluntad cierta?
Revisar este famoso “sistema de partidos” para contar con partidos de a de veras; y disminuir sus costos y gastos, para hacerlos que se vuelquen en sus ideales y no en sus ambiciones económicas será el principio de solución. Por su parte Morena no necesita por ahora los recursos: cierto: tiene toda una estructura de gobierno a su disposición, que se convierte en electoral cada día; y así.