Joel Hernández Santiago
La política exterior de un país busca establecer buenas relaciones con los países del mundo; fortalecer reglas de convivencia pacífica, respeto, dignidad así como haberes de tipo comercial, cultural y de intercambio social… Todo eso para lo que está hecha la diplomacia mundial.
También es cierto que la política exterior de un país se diseña para solucionar diferendos, eliminar conflictos y buscar la solución de las controversias por la vía del diálogo y el respeto mutuo…
Pero resulta que hoy las relaciones del gobierno mexicano con el gobierno de Bolivia se encrespan y pasan de los reclamos por la actitud de cada uno hasta la amenaza de llegar a Cortes Internacionales porque, según acusa el gobierno de México, la sede diplomática de nuestro país en La Paz está siendo asediada y amenazada…
Por supuesto en México, los mexicanos, vemos con azoro este conflicto entre dos países. Esto, luego de las elecciones de octubre en Bolivia, y luego de que se acusó al que fuera presidente de ese país durante catorce años y que quería más tiempo de presidencia, se le imputó fraude electoral y la oposición salió a las calles a reclamar elecciones democráticas y no al fraude, lo que hizo que Evo Morales tuviera que presentar su renuncia el 10 de noviembre ante los militares de su país, surgió entonces la figura del gobierno mexicano…
El presidente Andrés Manuel López Obrador invitó al ex presidente Morales a asilarse en México. Dadas las circunstancias que vivía el ex mandatario y como sin proponérselo, aceptó salir de Bolivia con rumbo a México el 12 de noviembre pasado.
Ya en México se le otorgaron todas las facilidades para su estancia aquí. Se le brindó casa-comida-sustento y protección prolífica. Al mismo tiempo surgió una seria controversia interna por cómo se estaban manejando las cosas pues se le estaba dando trato preferente a un ex mandatario que había salido –se argumentaba- por haberse mantenido en el gobierno de su país como dictador y quien había cometido fraude electoral…
Tanto el gobierno federal como la cancillería mexicana, en voz de su titular, Marcelo Ebrard, vieron esto como un triunfo mexicano de política exterior y en cumplimiento del histórico asilo que se otorga a perseguidos políticos de América Latina. Más tarde, incluso, se otorgó un reconocimiento nacional por parte del presidente mexicano al piloto que trasladó a Morales a México.
Por su lado, Evo Morales inició un periplo en México para lanzar desde aquí señalamientos de tipo político hacia el nuevo gobierno de su país. Bolivia acusó que desde acá organizaba movimientos anti gubernamentales y que México lo permitía…
El gobierno mexicano argumentó que estaba en su derecho de libertad de expresión, consagrada en nuestra Constitución… Pero esto no gustó al nuevo gobierno boliviano encabezado por una presidenta interina Janine Áñez. Como tampoco le gustó que a la salida de Evo Morales de Bolivia altos funcionarios de Evo recibieran asilo en la embajada de México en La Paz.
Las acusaciones de Bolivia fueron subiendo de tono. Evo Morales dejó México un mes después de su llegada en medio de una fuerte controversia interna. Primero a Cuba y de ahí a Argentina.
La embajada mexicana pidió al gobierno de Bolivia protección a su sede diplomática, toda vez que temía agresiones de opositores de Evo, al tiempo que solicitó salvoconductos para la salida de 9 ex funcionarios. El gobierno de aquel país dice haber actuado a petición mexicana y mandó vigilancia a la embajada. México acusa desproporción, hostigamiento e intimidación…
Luego el canciller mexicano dijo que el gobierno acudiría a la Corte Internacional de Justicia de la ONU en razón a lo que considera violaciones a los acuerdos internacionales de Viena. La respuesta de la canciller boliviana fue que México ha mantenido “injerencia en los asuntos internos bolivianos”. El gobierno de aquel país dijo: “México nos quiere llevar a cortes internacionales, está bien. Allá nos vemos. Y veremos quiénes están violando.”
El presidente de México dijo el 26 de diciembre “Esperamos que se recapacite y respete el derecho de asilo, que se aleje cualquier tentación de tomar o vulnerar nuestra soberanía…esto no lo hizo ni Pinochet…”
Mientras el ex presidente de Bolivia, Jorge Quiroga espetó a AMLO: “Usted es un cobarde matoncito, porque lo hemos visto pasar vergüenza, arrodillado ante Trump, que le pone exigencias, que lo obliga a deportar a centroamericanos, que le está metiendo inspectores laborales hasta el baño de su departamento”…
En respuesta, Marcelo Ebrard, dijo que “ante los insultos dirigidos hacia el presidente Andrés Manuel López Obrador, se impone la unidad nacional y la serenidad de una conciencia tranquila”.
No habría problema si nuestra cancillería no se hubiera adelantado y festinado la salida de Evo Morales hacia México en donde ni estuvo a gusto ni quería estar. Hubo errores de procedimiento internacional. Hubo arrogancia y falta de tacto.
Por supuesto. Los mexicanos habremos de exigir respeto por nuestro país, por nuestras instituciones y por nuestra soberanía. Por nuestro Estado. Respeto a nuestra nación y a nuestra nacionalidad.
Pero también corresponde exigir cuentas a quien maneja nuestra política exterior, como también exigirle que solucione el problema en los términos que exige el derecho internacional…
… Y que para otra ocasión sea congruente con lo que definió el mismo presidente como su regla de convivencia entre naciones con motivo del conflicto venezolano a principios de este año:
“Apegarse al artículo 89, fracción X de la Constitución, en el que se establece el principio de la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, basados en la llamada Doctrina Estrada.” O sí. O no. ¿En qué quedamos, por fin?