EL SONIDO Y LA FURIA
MARTÍN CASILLAS DE ALBA
Camaleón pantera: si se duerme, se lo lleva la corriente.
Ciudad de México, sábado 4 de enero, 2020.– Tratando de entender que obstáculos podemos enfrentar para vivir tal como somos, me doy cuenta que el mimetismo es algo que lo impide, como lo hacen naturalmente algunos animales como el camaleón y la campechana, así como algunas plantas cuando tratan de asemejarse a los que están en su entorno o como los seres humanos cuando adoptamos como propios, la voz, el comportamiento y la opinión de los que nos rodean.
El mimetismo tiene su aspecto positivo, pues nos ponemos al nivel con los que nos hemos reunido como si fuéramos parte de ellos, integrándonos al grupo sin dificultad, aunque la temática o la conversación no sea de nuestro interés, como cuando me reunía en los 70’s con un grupo de intelectuales, entre ellos, Tito Monterroso, escritor y maestro del taller del cuento en la UNAM; Edmundo Flores, doctor en economía agrícola y entonces embajador de México en Cuba; poetas como Eduardo Lizalde y Alí Chumacero, distinguidos miembros de la “izquierda bien vestida que nunca será vencida” –como decían los amigos de Eraclio Zepeda en Xalapa cuando fuimos a presentar Andando el tiempo, su antología de cuentos y best seller de la editorial durante toda su existencia.
Bueno, pues, regresando a esas reuniones sabatinas, en el Sanborns de San Ángel, desde el medio día hasta quién sabe qué horas y después de quién sabe cuántos tragos, recuerdo que poco a poco iba adoptando como propio el comportamiento y la opinión de los que me rodeaban, tal vez, para salvar el pescuezo o tal como los camaleones lo hacen antes de capturar a su presa con un sorpresivo lengüetazo.
Años después, en 1977, nombraron a Edmundo Flores Director del Conacyt y me contrató como editor de la revista Ciencia y desarrollo gracias a la sugerencia que le hizo de Tito Monterroso recordándole que yo era uno de los que asistía a esas reuniones de los sábados. De esa manera pude dar el clásico lengüetazo sorpresivo para capturar esa chamba.
El fenómeno del mimetismo lo podemos observar de manera sencilla en algunas empleadas domésticas que adoptan la voz de su patrona y, cuando contestan el teléfono, a veces el interlocutor se va con la finta y platica con ellas como si nada. O esos que adoptan los gestos de su jefe con los que trabajan de cerca, mimetizándose como lo vimos en Zelig, una extraña película de Woody Allen cuando el personaje se convierte como el camaleón.
En La tempestad de Shakespeare, el rey de Nápoles está deprimido porque creía que su hijo había muerto en el naufragio, entonces, Gonzalo, su Consejero trata de evitar que el resto se mimetice:
–Anímese señor, se lo ruego… ya sabe que si a usted lo ensombrecen las nubes, para todos nosotros hace mal tiempo,
Las preguntas que nos podríamos hacer después de darnos cuenta que nos mimetizamos están relacionadas con saber quiénes somos en realidad y qué tanto soy yo mismo, independientemente de los que están a mi alrededor.
A veces nos dan ganas de preguntarles a los que nos rodean, como lo hizo el rey Lear cuando estaba francamente desconcertado:
–¿Alguno de ustedes podría decirme quién soy?
Cuando nos damos cuenta que nos mimetizamos, puede iniciar ese proceso que nos puede llevar a conocernos mejor para que un día nos aceptemos tal como somos y podamos conectarnos este fenómeno con lo que dijo un día un personaje: viviré como lo que soy –tal como declaró finalmente este personaje llamada Parolles en A buen fin no hay mal principio después de que lo habían encuerado sus colegas para que se diera cuenta de que sólo era un parásito en el séquito del conde de Rosellón.
Vivir como lo que somos implica aceptar nuestras limitaciones y, entre otras cosas, que por fin hayamos entendido el instructivo de la vida ese que, a veces, nos cuesta trabajo entenderlo, pues parece que está en clave y no logramos, por más que lo intentamos, traducirlo a nuestro idioma..