Llegaron a ser más ricos que los Rockerfeller, según la revista Forbes; hoy los miembros de la familia Sackler caminan hacia la ruina, al descubrirse por centenares de demandas que mintieron sobre el nivel de adicción del medicamento OxyContín.
Redacción NoticiasMX.- Mientras que en Estados Unidos a un deshonesto burócrata mexicano como Genaro García Luna, se le acusa (repetidamente tres veces) por el cargo de conspirar para la introducción, tráfico y comercialización de sustancias prohibidas -entre ellas algunos opioides-; y a por lo menos media docena de también mexicanos se les ha juzgado mediática y espectacularmente en los últimos 20 años, por la introducción y el tráfico de opioides y/o sus derivados a territorio estadounidense, existe una familia de multimillonarios, de apellido Sackler, dueños de un corporativo históricamnte dominante en el mercado mundial como lo es Purdue Pharma, que por casi un siglo ni siquiera fue tocado por la sospecha de realizar actos de deshonestidad y fraudulentos, que entre otras cosas, han provocado una especie de genocidio estimado en 400 mil estadounidenses.
La dinastía de los Sackler son ese muy raro especímen de empresarios a los que ni la moralidad ni la ética comercial pudieron reprochar nunca nada, en tanto no se concebía siquiera el gran daño que sus negocios, a través del gigante de la industria farmacéutica americana, Purdue Pharma, habrían causado en la población consumidora de su producto estrella o ancla: OxyContín, un opioide o extraído de base sintética, catalogado médicamente como el más poderoso analgésico con “fórmula de liberación extendida”, de alcances similares a la morfina y cuyo consumo fue el causante de esa gran epidemia de muertes por sobredosis del analgésico en los últimos 30 años en Estados Unidos.
También llamado Oxicodona en Europa, con registro desde los años veinte del siglo pasado durante el asombroso desarrollo de la química orgánica en Alemania, país líder en esta ciencia, se llamó legalmente por primera vez Eucodall y se registró en el país teutón, para producirse industrialmente gracias al impulso de los Laboratorios Knoll, la división farmacéutica de BASF, acrónimo de “Basdische Anilin und Soda Fabrik”.
No es ni por asomo un medicamento nuevo o una fórmula novedosa para los europeos, quienes han sabido conservar criterios éticos y de moralidad humanista para con la medicina, pues siempre supieron los europeos de los alcances adictivos de esta fórmula de liberación extendida.
Tal parece que estos criterios humanistas y de ética se han perdido en muchas de las dinastías estadounidenses en las últimas generaciones. Todo por el afán desmedido de acumulación, a niveles exorbitantes.
El caso de la familia de farmacéuticos Sackler, ilustra de forma muy plástica la hipótesis central de esta entrega.
Pues sus patriarcas empresariales, al frente de la franquicia, Mortimer y Raymond, Sackler ambos, participaron en un plan mortal y engañoso para vender opioides, haciendo publicidad engañosa con el público y el sector médico sobre los alcances de su medicamento, sin informar a conciencia del nivel de adictividad que genera en las personas cuando se hace un uso sin restricción ni vigilancia médica, sobre todo.
Desde 1995, a Purdue Pharma, la FDA (Agencia Estadounidense del Medicamento, por sus siglas en inglés) le autorizó sacar al mercado “OxyContín”, su producto ancla o estrella, a base de Oxicodona.
Su uso fue desde su salida al mercado, como un exitoso analgésico para combatir el dolor en enfermos de cáncer. Años después, este fármaco sería considerado el precursor de la epidemia de sobredosis que se ha cobrado cerca de 400.000 vidas en Estados Unidos entre 1997 y 2017.
Los hermanos Sackler, sabiendo de los alcances de la fórmula, omitieron (culposa o dolosamente) informar a cabalidad al público y al sector médico. Esto fue descubierto por la firma consultora AlixPartners, que presentó un detallado informe el pasado 16 de diciembre, en el Tribunal Federal de Quiebras en White Plains, Nueva York, lo que ha desencadenado centenares de demandas de tipo civil al corporativo, que ha ocasionado que su enorme fortuna, se esté derrumando a pasos agigantados.
La historia de esta familia, según el diario español El País, es la de todos los inmigrantes europeos, que llegaron a América del Norte en las primeras décadas del siglo 20; tal y como es el origen y la esencia de ese país.
Los primeros Sackler estadounidenses nacieron de una pareja de inmigrantes de Europa oriental.
Los tres hijos del matrimonio crecieron en Brooklyn en la década de los veinte. Arthur, Mortimer y Raymond Sackler estudiaron psiquiatría y en los 50 compraron una pequeña compañía farmacéutica, Purdue Frederick, que más tarde rebautizaron como Purdue Pharma.
El mayor, Arthur, fue un gran vendedor. El más significativo éxito de Purdue Pharma llegó en 1995, años después de la muerte de Arthur. Sus hermanos Mortimer y Raymond lanzaron el OxyContin.
Ese informe del despacho AlixPartners, demostró que entre 1995 y 2007 los Sackler recibieron 1.300 millones de dólares por las ganancias de Purdue Pharma.
Para la Fiscal General de Nueva York, Letitia James, que está intentando saber cuánto vale realmente el patrimonio familiar de los Sackler y dónde se encuentra su dinero, los 10.700 millones retirados entre 2008 y 2018 son el monto con el que “se beneficiaron los Sackler de la mortal epidemia de opioides del país”.
En 2018 el Fiscal General de Massachusetts presentó una demanda civil contra ocho miembros de la familia Sackler porque “supervisaron y participaron en un plan mortal y engañoso para vender opioides”.
Entre 2008 y 2018 la familia sacó ocho veces más dinero de Purdue Pharma que en los 13 años anteriores.
Según una auditoría encargada por la farmacéutica dada a conocer a mediados de diciembre, durante esos años los Sackler retiraron 10,700 millones de dólares (unos 9.950 millones de euros) de la empresa mientras se la acusaba de ser responsable de la crisis de salud.
El dinero lo transfirieron a fideicomisos familiares o empresas en el extranjero. El desembolso más grande se produjo después de que en 2007 el Departamento de Justicia obligara a la farmacéutica a pagar una multa de 634 millones por engañar a los médicos y consumidores sobre los efectos del “OxyContin”.
En septiembre, Purdue Pharma se declaró en bancarrota y los Sackler anunciaron que cederán el control de la empresa a una entidad creada para “beneficiar a los demandantes y al pueblo estadounidense”. Además, desembolsarán 3.000 millones de dólares de su fortuna como parte de un acuerdo preliminar para poner fin a más de 2.000 demandas estatales y federales. Sin embargo, todavía hay más de una veintena de Estados que rechazan la compensación por considerarla muy baja.
Forbes llegó a publicar alguna vez que los Sackler, eran ya más ricos que los Rockefeller, “pues erigieron gran parte de su patrimonio gracias al OxyContin”; hoy este medicamneto, descontinuado por prohibición, ha sido el causante de que los Sackler, habiendo sido una de las familias que practicaban más la filantropía en los Estados Unidos, así como el apoyo a proyectos de investigación médica, haya caído en una desgracia tal, que hasta varias universidades a las que apoyó en el pasado reciente con fundaciones de cientos de millones de dólares, estén retirándole sus nombramientos de “benefactores” y hayan optado también, como en el caso de la Universidad de Tufts, en Boston, por quitar el apellido Sackler de los programas y edificios construidos gracias a sus donaciones.
También el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York, el Louvre de París y la Tate Modern de Londres, entre otras galerías, también han eliminado a los Sackler de sus muros y han informado de que no aceptarán más regalos provenientes de esta dinastía farmacéutica.
Una triste historia, sin duda, que nos abre los ojos y nos pone frente a la urgencia de informarnos sobre efectos y naturaleza de los productos farmacéuticos que se consumen. Porque quizá sea cierta la consigna irónica que se ha hecho viral en redes: “no matan las enfermedades, sino las fórmulas halópatas”.
Pero sobre todo, para advertir de la doble moral de la justicia estadounidense, que vandaliza y sataniza en medios de difusión masiva, a traficantes mexicanos de opioides y hasta hace poco, de derivados de plantas como la cannabis,… mientras que a grandes procesadores industriales de opioides y sintéticos asimilables, los consienta como intocables y sus formas de pretensión punitiva hacia ellos como estado, sólo sean de carácter civil y administrativo; son gente en quien la sociedad americana y universal ha confiado por su reputación profesional, académica y empresarial; por lo que no se concibe que traicionen de esa manera la fe de la población civil consumidora.
Porque esas 400 mil muertes,… ¿con qué se pagan?;… ¿cómo se reponen?.
hch