Francisco Gómez Maza
• ¿Y si los migrantes fueran blanquitos?
• El racismo mexicano como el de Trump
La política migratoria de México es tan racista como la de Donald J. Trump y sus huestes.
La reciente represión ejecutada por guardias nacionales en contra de migrantes hondureños es explicable (y no me digan que no fue represión): El gobierno de López Obrador tiene que cuidarse de no hacer enojar a su vecino del norte. México no puede actuar de manera independiente. Ya lo saben, ustedes. Tiene que encapsular en la frontera sur a quienes buscan refugio. Se lo exigen también los mexicanos.
Sólo unos cuantos mexicanos hacen ruido cuestionando la política represiva del gobierno en materia de migración. Les indigna que los guardias nacionales repriman a los migrantes y los encierren en una pequeña franja de la frontera. Pero estos son de los leídos y escribidos, como dicen los viejitos en mi terruño. La mayoría de los mexicanos es racista, y rechaza, siendo prieta, a los prietos centroamericanos. Los mexicanos no quieren migrantes en el país. Menos refugiados prietitos. Los detestan. Prietos despreciando a prietos.
Además, si no hay empleos en la economía para muchos mexicanos, menos los habrá para los centroamericanos. Pero si fueran blancos y ricos de inmediato podrían ser regularizados por las autoridades de migración y pronto les darían su documento de naturalización.
A pesar de que el gobierno de López Obrador, o López Obrador mismo, presume de ser de izquierda progresista y se dice defensor de los derechos humanos, en la práctica la represión a los migrantes, los refugiados, es obligada por las amenazas de Donald Trump.
Y donde se concentra el gran problema es en las ciudades de la frontera norte y de la frontera sur, en donde pululan cientos y a veces miles de centroamericanos, ante la mirada de odio de los lugareños. Pero Tapachula es la que más sufre, porque no hay otra ciudad en esa región que pueda soportar a los migrantes. Aunque tampoco Tapachula los puede abrigar y mantener. Cientos de centroamericanos han invadido las calles y viven en un infierno.
Pero el gobierno de López Obrador no tiene otra salida. (¿o si? No la veo) O reprime y mantiene encapsulados a los refugiados en las ciudades fronterizas del norte, y en Tapachula, o los deja libres para que sigan su camino hacia el norte, en donde se daría el mismo problema. Porque allá el carbón encendido brincaría a las manos de Trump. Y México sería castigado. O sea que, si la ensarta pierde y, si no, también.
El hecho es que México se encuentra entre la espada y la pared. Arrinconado por el gobierno de Trump y por los migrantes, refugiados o como usted quiera llamarlos. O por los mexicanos racistas, que son la mayoría. Si AMLO no reprime el paso de los migrantes, tendrá que enfrentarse a Donald Trump, quien lo primero que haría sería imponer duros aranceles a las importaciones de productos mexicanos. Y es el cuento de nunca acabar.
López Obrador niega que los guardias nacionales violen los derechos humanos. No es eso. Es que ya los viola su gobierno desde el momento en que acepta, a fuerzas, la política de Trump. O sea, que este güero le tiene esposadas las muñecas. O le hace manita de puerco permanentemente. O le ha puesto encima de la cabeza una espada de Damocles.
Pero no se preocupe usted mucho. Los mexicanos, la inmensa mayoría, son racistas. Y pregúntese con sinceridad si usted, morenito, morenito, o apiñonado, no está favor de que López Obrador detenga la migración de prietos, porque no los quieren allende El Bravo y no son franceses o rubios para darles su documentación de mexicanos.
Así que sale sobrando lo que digan doña Olga Sánchez Cordero, o Alejandro Encinas, o Marcelo Ebrard, o en mismo hijo predilecto de Tepetitlán. Están dentro de una trampa de ratón.