Por Mouris Salloum George*
Desde Filomeno Mata 8
Si la Patria es primero, no se puede jugar al bonzo budista.
En el logo de la Cuarta transformación, aparece el busto de Francisco I. Madero. Nos evoca la figura del Profeta desarmado.
Entramos ya al mes en que los mexicanos del llano, lejos del ruido y la furia palaciegos, recuerdan con tristeza, pero con indignación, La Decena trágica, de febrero de 1913.
Documentos históricos de la época concluyen que el cuartelazo huertista fue la primera bárbara expresión de la contrarrevolución. En Política, los ismos semejan células durmientes, aparentemente quietas, pero siempre el acecho en busca de la revancha.
Madero, reputado como un hombre bueno, sucumbió a las oscuras intrigas del embajador de los Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson, que supo explotar los vicios, los resentimientos y las innobles ambiciones de poder de los residuos de la dictadura porfirista.
El general Lázaro Cárdenas, reverso de Madero
El general Lázaro Cárdenas del Río, cuya efigie aparece también en el logo de moda, hombre de amas él, fue de otro temple: Su hoja militar, sin embargo, no fue la constante de su actuación, aunque hizo profesión de ella para enfrentar, en situ, la conspiración armada del potosino Saturnino Cedillo.
Cedillo fue instrumento de las empresas petroleras extranjeras, cuyos bienes físicos fueron expropiados en 1938. Porfiaron esas insolentes trasnacionales en revertir un hecho consumado.
La serenidad, el pundonor y sobre todo el patriotismo de Cárdenas, están visibles en la carta que dirigió al Presidente Roosevelt el 28 de julio de 1939. Los nuevos transformadores debieran darle al menos una ojeada.
El Estado nacional no es autarquía; tampoco protectorado
Lo que pretendemos decir, es que El Gran Expropiador supo manejar con sabiduría y decoro el equilibrio catastrófico internacional de esos años; la dignidad mexicana fue puesta a salvo y la industria petrolera pudo desarrollase por sus propios medios soberanos.
Dice el clásico, que la Historia se produce una vez como tragedia y se repite como farsa. El hombre histórico lo es, cuando está consciente de que un Estado nacional no es una autarquía, pero tampoco un protectorado. Vale.
(*) Director General del Club de Periodistas de México, A.C.