Claudia Rodríguez
En serio, urge que se le devuelva el velo institucional y de seriedad a la jefatura del Poder Ejecutivo federal, en donde justo ahora lo único que priva es la ocurrencia desatada de lo que venga día a día en la conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador, como si su presencia, ideas y reflexiones obviaran premeditadamente, las directrices a instrumentar por los diferentes funcionarios públicos de acuerdo con las normas de la Administración Pública.
Las mañaneras de López Obrador son prácticamente conferencias de dichos, pasajes históricos desde la óptica y conocimiento del primer mandatario, y hasta chistes con acotamientos puntuales de divisiones a grupos de la sociedad.
Dictar agenda tomando como referencia creencias culturales, familiares y hasta personales, no debería ser la base para dirigir un país y en la marcha, tratarnos como si fuésemos los mexicanos un puñado de estúpidos, tal como si lo que se desarrollara y transmitiera mañana a mañana desde Palacio Nacional, fuera un simplón programa de entretenimiento de niveles deplorables: que si se debe tratar a los delincuentes como niños que tomaron un dulce y darles la oportunidad de redimirse sin que pasen el filtro de los distintos niveles de autoridades de justicia competentes; que la economía nacional no marcha pero respiramos felicidad potenciada, que por qué no rifar una aeronave oficial aunque no se haya terminado de pagar, advertir que hay mano negra en los paros de diferentes escuelas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y de las últimas y de moda innecesaria y que está marcando la agenda de los agentes políticos y de los medios, consiste nada más y nada menos, que en regresar los días festivos de fechas significativas de la historia de México, al que marque el calendario anual correspondiente.
Así, de lunes a viernes alrededor de las 7:00 de la mañana, en un salón en donde se encuentran no menos de cinco decenas de periodistas, se escucha el saludo marcial de una mujer de la milicia: “¡Buenos días, señor presidente!”
Acto seguido, aparece Andrés Manuel López Obrador sobre una tarima frente a los comunicadores y de manera regular, inicia con el saludo de buenos días.
En ese foro, el mandatario federal marca su muy particular agenda nacional, entre chistes y ocurrencias sin sustento constitucional y mucho menos de leyes menores.
Dicen unos que le ha funcionado Andrés Manuel su principio tempranero de comunicación. Tal vez sólo a él, porque el país se nos deshace.
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