MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
En México, la llamada izquierda ha demostrado no diferenciarse de la derecha, el contrincante al que hoy su líder identifica, muy al estilo decimonónico, como conservador. ¿Morena es de izquierda o liberal?
Mire usted. La mezcolanza de corrientes y perfiles que convergieron en el objetivo de desbarrancar al PRI del poder, apoyados en múltiples yerros del partidazo, buena parte soportados en la galopante corrupción en las altas esferas gubernamentales y la demagogia insultante, permitió que Morena arrasara en la elección presidencial de 2018.
Verdad de Perogrullo pero evidencia de que nadie quiso asumir la tarea de defender la Presidencia y, como dijo el clásico, cometieron una tras otra.
Nunca en el gobierno de oropel y en el PRI de carnaval quisieron admitir que los errores dejaban sin posibilidad de ganar a quien fuera su candidato. Finalmente fue José Antonio Meade Kuribreña y, abandonado incluso por su amigo Peña, fue rumbo a la derrota.
La derrota fue un proceso que se oteó desde el inicio de la gestión de Enrique Peña Nieto con la pléyade de amigos y compadres que tomó por asalto los cargos en la primera línea del gabinete y luego se repartió plazas en las que el tráfico de influencias y el enriquecimiento ilegal fueron praxis que apisonó rutas hacia los tribunales, pero éstas fueron saboteadas precisamente en connivencia con el Poder Judicial.
Sí, este mismo Poder que hoy mantiene proclividad al servicio del Ejecutivo federal, maquillándolo de justiciero, aunque los prohombres de la corrupción del periodo sexenal anterior saltan de gusto porque nadie los toca ni con una foja de orden de presentación, ya no se diga de aprehensión.
Pero, vaya, antes de entrar en ese detalle de la imperiosa necesidad de cambiar al Poder Judicial hasta el modo de andar, pero con sustento legislativo, no con ocurrencias ni ofertas de discusión pública que suele ser la mascarada, Morena requiere, como partido del inquilino de Palacio, de una urgente cirugía mayor para despojarle de los bichos de siempre que suelen ser el contagio de males mayores. Y los males, dígame si no, suelen ir acompañados de la derrota.
¿Qué le falló al PRI en el gobierno de Peña Nieto? ¿Qué le falló al gobierno de Peña Nieto que no supo conducir a su gobierno ni blindó al PRI para evitar la derrota electoral?
Esa dupla elemental en toda democracia requiere de consonancia, caminar de la mano porque el Poder Ejecutivo necesita de un partido mayoritario en el Poder Legislativo. Es una lección de primaria pero si en el caso del PRI no se entendió cuando hubo todo un trabajo de campo para recuperar el poder, en el ámbito de esta inédita alianza se repite la lección pero en grado superlativo porque la nomenklatura de Morena no ha entendido el papel que le corresponde para tender toda esa estructura que le permita mantenerse en el poder más allá del sexenio del actual inquilino de Palacio.
Y, bueno, este inquilino le ha dado por jugar al poder central sin sujetar a su partido y, al contrario, advertir que si cae en los yerros de la lucha intestina por el poder, simplemente lo abandonará, es decir, renunciará a la militancia de la que, suele decir, ha pedido licencia cuando esa es una declaración efectista.
Por eso la importancia de que dé un manotazo, es elemental que en el arranque del tránsito sexenal el partido en el poder no pierda el piso y asuma su papel como tal.
Así, las complicaciones domésticas registradas prácticamente luego de ganar la Presidencia de la República en 2018, evidencian al Movimiento Regeneración Nacional como ejemplo histórico, porque así ha ocurrido desde su origen, de que la lucha por el poder complica su estructura y la desgaja incapaz de gobernar, asumiéndose movimiento de izquierda.
Y, en Zacatecas, este lunes que recién feneció, en su periplo en busca de los amarres con las dirigencias y militancias de Morena, a contrario sensu de Yeidckol Polevsnky, el electo presidente nacional del CEN, Alfonso Ramírez Cuellar, llamó a “dejar atrás el lenguaje de barandilla y el proceso de balcanización que se vivía”, para reestablecer la institucionalidad que se requiere y, así, “constituirse en el soporte a los cambios profundos emprendidos por el presidente Andrés Manuel López Obrador”.
En octubre próximo se abrirá formalmente el proceso electoral 2020-2021, la elección intermedia que se significa como la prueba de Morena como gobierno. Y como transita la situación del Movimiento, en el ámbito de su dirigencia y estructura nacional, no hay un escenario halagüeño de continuar como grupo mayoritario en la Cámara de Diputados.
Porque, además, sus aliados del PT, PVEM y el resucitado PES no tienen serias expectativas de superar mínimamente los porcentajes de votación obtenidos en 2018. El Senado, por supuesto, se cuece aparte.
El tema es cuánto podrá hacer Mario Delgado Carrillo, el delfín de Palacio para dirigir Morena en la contienda intermedia, porque igual y pese al júbilo que presume en cada declaración, las condiciones no hablan de un sólido grupo parlamentario en el Palacio Legislativo de San Lázaro.
Por eso, mientras Ramírez Cuéllar insiste en que fue electo por unanimidad dirigente nacional de Morena en el Congreso Nacional Extraordinario, con la participación de más de mil 370 delegados, lo que se constituyó como un reproche a la anterior dirigencia que tramposamente buscaba alargar su vigencia, Mario Delgado echó a caminar una estrategia de unidad legislativa.
A marchas forzadas, Delgado busca afianzar alianzas y meter orden en la bancada de Morena, en una Asamblea Nacional de legisladores de la Cuarta Transformación, que el próximo viernes 14 de febrero busca reunir a más de 500 legisladores locales y federales de Morena, PT, PES y PVEM para emprender acciones conjuntas e impulsar la agenda de la 4T.
Pero, además de impulsar esa agenda que debió haber operado sin complicaciones desde el año, pasado, el objetivo es consolidarse como la fuerza que, al margen de las complicaciones domésticas y la lucha por el poder en Morena, logre mantener la mayoría legislativa en el proceso electoral del año próximo.
Es la segunda llamada para Morena. ¿Incurrirá en los mismos vicios de quienes dice no parecerse pero cada día hace hasta lo imposible por superarlos? De tanto observar al espejo retrovisor se han mimetizado. ¡Pásele!, ¡pásele! Conste.
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