Claudia Rodríguez
Ante el llamado del presidente Andrés Manuel López Obrador para que sean pacíficas las manifestaciones que exigen de nuestras autoridades erradicar los feminicidios, la violencia y que impere la justicia procesal en los delitos cometidos contra las mujeres, los adolescentes y las niñas y niños del país; organizaciones feministas hicieron el llamado a practicar lo que muchas más pensamos y hasta verbalizamos, apenas escuchamos del primer mandatario, su exigencia para que seamos pacíficos en nuestros reclamos.
¡Qué tan pacíficas! Que tal que sólo por un día dejáramos de hacer todo aquello que acostumbramos a realizar desde las tempranas horas de la mañana hasta altas horas de la noche. La sociedad nos ha endosado para hacer muchas de las veces, en jornadas extras; el tan insalvable e invisible, trabajo doméstico.
Sólo para hablar de cifras, el trabajo doméstico –ajetreado, cansado y hasta ruidoso, es parte toral del motor de la economía nacional.
En 2018 y 2019, de acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el total del Producto Interno Bruto (PIB), generado por limpieza, mantenimiento y cuidados del hogar tanto por mujeres como por hombres sin recibir paga alguna por esas tareas, fue del orden del 23%, muy por arriba de lo que otros sectores de la economía registraron: del PIB correspondió a las industrias manufactureras 17%, a los servicios inmobiliarios y de alquiler el10%, a la construcción el 8%, a los servicios de transporte, correos y almacenamiento 6% y a los servicios educativos el 4%.
Detrás de todas estas actividades, está inserto de forma invisible el trabajo de millones de mujeres y algunos otros caballeros, que se enfrentan sin día de descanso, al trabajo doméstico no remunerado.
Solamente imaginen que pasará el día que las mujeres protestemos tan pacíficamente que no opere el despertador humano, ni la cocinera, ni la acompañante de los niños a sus labores, mucho menos la que limpia, lava y plancha ropa, la que hace compras, gestiona composturas de todo tipo o concede caprichos entre las faenas, y hasta llega a practicar cuidados médicos, incluso en el infaltable horario nocturno.
Nadie quiere demostrar nada, ya la sociedad nos endosó costumbristamente a las mujeres, el papel de cuidado y mantenimiento del hogar y todo lo que implique; habrá quienes ya optaron por otra ruta y así serán mal vistas de vez en vez, o quienes lo adopten con gusto y gran destreza, pero lo que no se vale es minimizarnos y seguir tratándonos como objetos a los que se les puede maltratar de la manera más cruel hasta quitarnos la vida.
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