* Ni manera de corregir, a menos de que las redes sociales despierten a todos esos mexicanos a los que la pandemia política mantiene dormidos
Gregorio Ortega Molina
Las coincidencias en el quehacer político convierten un problema de fácil solución, en uno complicado, difícil, irresoluble, de ahí la percepción que tiene AMLO de que el mundo es su enemigo. El mundo neoliberal, al menos.
El 11 de marzo último, mientras él sostuvo que el Covid-19 es manejable en México, y esa enfermedad es utilizada por sus enemigos para perjudicar su imagen pública, su proyecto político, la OMS la declaró pandemia. Y me pregunto: ¿son los directivos de esa organización mundial declarados enemigos de AMLO? ¿Son conservadores esos especialistas?
Como no obtengo una respuesta clara, la percepción que me queda es confusa; deduzco que lo que me hace ruido para comprender lo que ocurre en México, es el comportamiento del Presidente Constitucional. Ahora debe quedarnos claro que su proceder va más allá de la ley, pero como él se ha proclamado toda medida de la legalidad, ni manera de poner en entredicho la observancia puntual de su mandato, que dista mucho de apegarse al cumplimiento a rajatabla de la Constitución.
Pero no es el único, así ha ocurrido desde que tengo memoria, ya no me preocupo por el estudio de la historia. De 1968 a la fecha, los presidentes de México se convirtieron en la medida de toda legalidad, y las reformas a la ley y a la Constitución son para adecuar las normas a sus necesidades, nunca a las exigencias de la población, mucho menos al cumplimiento del proyecto de nación firmado el 5 de febrero de 1917.
Sí, ahora México puede ser víctima de una pandemia, a la que el gobierno deberá de contener con lo que tenga, e incluso con lo que le haga falta. La influenza española no fue cosa de broma.
Pero la enfermedad física deberá ser corta, la que se ha prolongado es la pandemia de políticos ineficaces, enfermos de voracidad y megalomanía, de soberbia… algunos de ellos verdaderos depredadores sexuales, otros obsesionados con el regreso al pasado, para coronar ese virus del presidencialismo mexicano, del México de un solo hombre.
Inmerso en el intento de dilucidar cómo curarnos de la pandemia política, retomo la lectura de La vida a ratos, donde Juan José Millás receta a sus lectores lo siguiente: “No puedes vender algo en lo que no crees, sobre todo si nadie te lo compra. Y nadie te lo compra porque no hay espectáculo más patético que el de un creyente de verdad (un testigo de Jehová, sin ir más lejos). A la gente le gusta que le mientas. Miénteme, dime que me quieres, etcétera”.
Y ni manera de corregir, a menos de que las redes sociales despierten a todos esos mexicanos a los que la pandemia política mantiene dormidos.
www.gregorioortega.blog
@OrtegaGregorio