FRANCISCO RODRÍGUEZ
Algunos de los más agudos y sensatos analistas políticos opinan que prevalece en el ánimo gubernamental el miedo ante la pandemia y, entre los ciudadanos, la incertidumbre sobre el camino escogido ante el desastre económico generalizado del país. Los medios internacionales se han encargado de poner las cosas en su justa dimensión.
Yo creo que ni hay miedo, ni hay incertidumbre. Lo que hay es displicencia, desgano e ignorancia para actuar y absoluta certeza en el fracaso del gobiernito en todos los flancos. El miedo en las esferas del regimencito estriba en el pasmo ante su propia incompetencia. La certeza de los ciudadanos está plenamente avalada por los desplantes de los incapaces.
Ni en la etapa más oscura del proceso de independencia de las colonias africanas se llegó a observar tanto dislate y tamaños ridículos que los aquí sufridos. Y conste que los mitos y los cultos sobre los héroes salvadores pulularon. Por ejemplo: Félix Houphouët-Boigny, siendo presidente de Costa de Marfil, tuvo que prohibir un culto sincrético donde él era Dios.
Igual Ahmed Sékou Touré, líder político de Guinea, representado como San Jorge traspasando a la hidra del colonialismo. El ganés Kwame Nkrumah se hizo llamar “redentor y puerta del porvenir africano”. Barthélemy Boganda, líder político nacionalista de la actual República Centroafricana, logró que la tarjeta electoral se llamara el amuleto de Boganda. Lo mismo hizo el profeta mago Jomo Kenyatta, padre fundador de Kenia, y últimamente el terrible caníbal ugandés Idi Amin Dada.
La verdad es que desde los centros metropolitanos europeos ya se había decidido la descolonización desde mediados de siglo, porque mantener a esos pueblos ya era demasiado engorroso para las economías quebradas de los imperios. Ya no querían cargar con ese cadáver. Hoy las antiguas colonias africanas del subsahara tienen niveles de crecimiento que los quisiéramos para presumir un domingo cualquiera.
RIP a las leyes de Reforma, aunque AMLO quiera ser como Juárez
Pero ninguno de ellos cometió la infamia de destrozar un estado laico, simplemente porque éste no existía en esas latitudes. Aquí en el rancho grande se ha pasado por encima de las luchas de Reforma, aunque el hombrecillo quiera parecerse a Juárez, y se ha faltado a la conciencia de los creyentes, burlándose de todo, absolutamente de todo. Y todo por ignorancia y ambición desenfrenadas.
El miedo que ha hecho evidente el regimencito mexicano ha sido interpretado en todos los confines como un sonado ridículo, una oda a la incompetencia, un desconocimiento cabal de lo que significa el gobierno y su ejercicio. El miedo es la rendición del culto al propio miedo de enfrentarse a todo aquello que evidencia su ignorancia.
Hasta los periódicos suizos llaman al hombrecillo el mejor ejemplo de lo que no se debe hacer. Los comediantes catalanes lo asemejan al pulpo, con caca en la sesera. Los editorialistas españoles francamente se ríen de él, lo ridiculizan, lo destruyen, y de paso, a los mexicanos chairos que se empeñan en defender lo indefendible, lo desastroso.
¿Quién en su sano juicio puede aplaudir Dos Bocas, Santa Lucía?
La verdad es que aquí está Elfo, el duende doméstico de Harry Potter en el poder, repartiendo baba con abrazos y besos por todas las rancherías más apartadas y vulnerables del territorio.
Los que creíamos excedernos en las críticas a este rufián tabasqueño nos hemos equivocado. Sus procederes son top trending en todos lados, y sin compasión arremeten contra sus pendejadas todos los serios que aún quedan en la Tierra. Nos quedamos cortos, excepto en la indignación generada por las tropelías y los agravios a lo mejor de este país.
Y es que, ¿quién en su sano juicio puede aplaudir Dos Bocas, Tren Maya, Transístmico, Santa Lucía? ¿Quién puede creer que Sembrando Vida, Jóvenes Construyendo el Futuro, la rifa del avión presidencial o la baja en las cifras de la delincuencia, pueden ser llamados éxitos de la política tabasqueña?
¿Quién puede apoyar las decisiones sesgadas que se toman bajo el procedimiento chusco de mano alzada puede ser la salvación democrática de México? ¿Quién apoya la destrucción premeditada que se hizo de la justicia, la política económica y los fondos para la producción agropecuaria, en pro de apoyar los intentos reeleccionistas?
Ya nadie cree que AMLO haya bajado el precio de la gasolina
¿Quién en sus cabales, por Dios, se traga esa aldaba de que el hombrecillo decidió la baja en los precios de las gasolinas? ¿Quién está tan loco de atar que puede deglutir esas ruedas de molino de las encuestas que otorgan el cincuenta por ciento de la aprobación popular al hombrecillo? ¿Quién, aparte de él, vive en ese mundo chusco?
¿Quién puede creer que los mendrugos y ayudas que se dan a la población vulnerable puedan constituir y suplir una política de Estado en favor del empleo, la distribución del ingreso y el bienestar general? ¿Dónde están las bases de apoyo que claman en todo el territorio nacional por la continuación y perpetuación en el poder de este mamarracho?
Reconstruir un país requiere confianza, no es cosa de más dinero
Cualquier mexicano con dos dedos de frente puede contestar a estas preguntas de una manera acertada, menos uno: él. Y aquí es donde se presenta la disyuntiva entre la incertidumbre y la certeza. Pocos apuestan a que levantar de nuevo este país no llevará menos de varias décadas. Y ése es un oprobio demasiado grande.
Reconstruir un país no sólo es un asunto de más dinero, porque hay cosas que no se pueden comprar. La confianza, la certeza en el desarrollo elegido, el modelo propio de crecimiento, la gobernabilidad que da la seguridad en la aplicación de las leyes y la certeza en el rumbo no están por ahora en el mercado de pulgas que maneja la Corta Transformación.
Desde que los mediocres nos dominan, los grandes hombres y mujeres no son admitidos en el poder, simplemente porque su presencia ridiculizaría a las bandadas de torpes empoderados. La mediocridad es la gran herejía de nuestro país. El dominio que ejerce está destruyendo todas las conquistas, en todos los frentes.
Sobrevendrá el caos, el infierno para los de escasos recursos
Los incapaces forman una nutrida confabulación de gente sin grandeza ni méritos que ha tomado el poder y está convirtiendo el territorio nacional en un gigantesco basurero. El rechazo de la ciudadanía a la política es consecuencia directa de la dictadura de los badulaques.
Los cada vez más reducidos aplaudidores los convierten en héroes de la gleba. Nadie es mejor que ellos, los que lleguen tendrán que ajustarse a sus designios y a su estilo. Porque de no hacerlo, sostienen, sobrevendrá el caos, el infierno para los de escasos recursos.
México está necesitado de verdad, añorante de justicia
Pero el atraco, la mentira, la rapiña y la ignorancia no deben sentar sus reales en este país tan necesitado de verdad, tan añorante de justicia.
De todos nosotros depende. Ahora o nunca. Hay miedo a la verdad en el gobierno de Elfos y certeza popular en el fracaso.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: ¿Ahora resulta que Carlos Slim es patriota? AMLO ni siquiera le llama directamente. Los dichos en la “mañanera” de ayer, son puros cuentos, inventos, susurros y chismes, todos interesados, que le pasa el auto designado “interlocutor” entre el Presidente y el magnate mexicano-libanés. Ese intermediario es, Marcos Fastlicht Sackler, suegro de Emilitito Azcárraga, quién “desinteresadamente” (aunque la señora Sheimaum le haya dado, sin licitación y a través de terceros bien disfrazados, la concesión de los desayunos escolares y las comidas en los reclusorios de la CDMX por seis años, contrato superior a los 100 millones de dólares, cuando Fastlicht no hizo otra cosa más que subcontratar a La Cosmopolitana, un gigante en el ramo en todo el país, todo sin invertir un solo centavo ni correr riesgo alguno sólo con el poder del WhatsApp y sus deditos). El “coyote” del sexenio es Fastlitch. Hasta a Juan Armando Hinojosa Cantú, el dueño de lo que queda de Higa, le prometió y le está gestionando perdón del Caudillo en complicidad con otro “coyote sexenal”, éste en un alto puesto del gobiernito, mediante una corta desde luego… Y México ya entró, oficialmente –porque ya lo estaba desde hace rato– a la Fase 2 de la pandemia de Covid-19. Y, para no variar, el gobiernito anunció medidas tibias. Y es que, para estos momentos, la Secretaría de Salud ya debería haber implementado lo que le ordena la ley: “1) Encomendar a las autoridades federales, estatales y municipales, así como a los profesionales, técnicos y auxiliares de las disciplinas para la salud, el desempeño de las actividades que estime necesarias y obtener para ese fin la participación de los particulares; 2) Dictar medidas sanitarias relacionadas con reuniones de personas, entrada y salida de ellas en las poblaciones y con los regímenes higiénicos especiales que deban implantarse, según el caso; 3) Regular el tránsito terrestre, marítimo y aéreo, así como disponer libremente de todos los medios de transporte de propiedad del estado y de servicio público, cualquiera que sea el régimen legal a que estén sujetos éstos últimos: 4) Utilizar libre y prioritariamente los servicios telefónicos, telegráficos y de correos, así como las transmisiones de radio y televisión…”, de acuerdo al artículo 184 de la Ley General de Salud. Pero…
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