(O la madre de todas las batallas)
por Mario Revilla
Desde hace unos días, para ser preciso, desde antes del confinamiento, me ronda una idea. Una idea que nació con las protestas llamadas feministas, que llegaron aun clímax en las jornadas del 8 y 9 de marzo. Nos aprestábamos a experienciar la secuela de esa marea, cuando el tsunami de la pandemia arrasó con todos los otros temas de interés público -y sospecho, también privados. Y despejó sin la menor duda, por si todavía cabía alguna, la confrontación inconciliable entre el capitalismo monopolista de oportunidades por amistades, -versión mexicana del neoliberalismo monopolista global- y el resto de la nación, dividida entre las demandas propias de cada sector.
Esa confrontación es la madre de todas las batallas de la 4T, que ya comenzó.
El Presidente AMLO con una muy adecuada estrategia de comunicación, basada en su personalidad férrea, rayana en la necedad, en el prestigio de in-corrupto y en su andar y andar por una gran parte del territorio nacional, logró imponer su narrativa -y su agenda- en el marco de las pre campañas y de manera contundente en la propia campaña presidencial del 2018. Cierto que mucho le ayudó el cúmulo de desatinos de las (des)administraciones previas, que vieron crecer -vieron porque no es que hayan intervenido para remediarlo- los índices de desigualdad social, de corrupción, de impunidad, de violencia, en fin un deterioro consentido y consistente. Esa situación era insostenible.
Entonces AMLO logró imponer sus narrativas, su agenda: ofreció esperanza. Ganó de una manera clara y contundente la elección. Se vibraba una sensación de fiesta entre gran parte de la población, que sin embargo, no logró absorber a quienes no soportan a López Obrador. Pero es que se trata de un repudio desde la entraña, es más psicológico que ideológico. Y desde luego, se hace eco en el repudio, tampoco ideológico sino más bien resultado del cálculo analítico sobre la afectación de los planes e intereses. Más bien, de la enorme afectación de los cáculos e intereses.
Durante el período de transición no sólo mantuvo, sino que intensificó el convencimiento en su narrativa y en su agenda, era una marea que subía y se manifestaba claramente en las encuestas de aceptación y en las anécdotas que certificaban el reconocimiento al personaje, que andaba por las calles sin parafernalias de seguridad en su coche blanco, saludando a la gente con se topaba. Llegó a su cresta en diciembre, alrededor del día en que asumió oficialmente el poder.
En los primeros días de su mandato se dio la “crisis del huachicol”, la cual sorteó sin mayores dificultades, igual que otros sucesos, como las renuncias tempranas de algunos colaboradores, pese al intento de agrandarlos por parte de los más que nunca agoreros del destino, afiliados, por entraña o cálculo de interés, al bando de los amlofóbicos. Sostuvo sus narrativas, o sea, su manera de explicar los aconteceres y de interpretarlos, con lo cual mantenía y justificaba el sentido de su agenda de acción.
También resultaba clara la agenda de sus opositores, buscando los deslices, los desaciertos, ya de perdida, sus zapatos sin bolear. Buscando o creando amenazas, tanto si había o no indicadores para suponerlas.
Poco o nada lograron frente a la estrategia de comunicación presidencial confeccionada alrededor de las “mañaneras”. De golpe y porrazo obligó a las empresas mediáticas a acudir a las conferencias diarias, bajo riesgo de quedarse fuera de la dinámica de comunicación, o como los autores de manuales de periodismo dicen “fuera de la noticia”. Mediante mucho trabajo a ras de suelo y otro tanto desde la “nube”, protagonizado por bases sociales, sustituyó la estrategia de formación aérea de las empresas mediáticas y los puso a competir por la credibilidad con los comunicadores informáticos, offsiders de las redes comentocráticas y sus medios. Les quitó el financiamiento, a empresas y comentócratas y les obligó a seguirlo: así fuera para criticarlo, pero los obligó a seguirlo. Con bajísimo costo, en comparación con las prácticas de difusión anteriores: desde el salón Tesorería del Palacio Nacional el Presidente siguió imponiendo sus narrativas y difundiendo su agenda.
Emergen ahí un algunos problemas que no logró absorber del todo en sus versiones. El desabasto de medicamentos en el sector salud, por primera vez la oposición encontraba un tema que presumía rentabilidad para desdorar a AMLO. Y hacia el último trimestre de ese primer año de gobierno, con el intento de captura de Ovidio Guzmán surge el otro tema con el que por fin darle duro: por primera vez un suceso que no estaba en la agenda -el fallido intento de captura- y que comprometía las narrativas -la manera en que se difunde.
Se resolvió al plantearlo dentro de la narrativa de “abrazos no balazos”. El desabasto de medicinas se controló con la narrativa del desastre de país dejado por las anteriores administraciones y el empeño de enderezar la administración pública con un gasto certero y medido, vaya, limpiecito de corruptelas: el desabasto era resultado de un “huachicol” de medicamentos. El 2019 cerró noticiosamente en medio del ataque a miembros de la familia LeBarón, la necia realidad que se resiste a la previsibilidad narrativa.
Entonces llegó el 2020. Un año agitado, si los hay. Y la oposición comunicacional logra arrancarle al Presidente un espacio, pues en la medida que la violencia desbordó la agenda, el mandatario no logró incluir el tema “víctimas de la violencia” en sus interpretaciones. Ya fuera por un desacuerdo con la familia LeBaron en la manera de abordar el caso, fuera por una especie de ajenidad a las coordenadas de percepción o interés del Presidente, por primera vez acusó un hueco en la hegemonía comunicativo informativa que había manejado magistralmente.
Se echa a andar el tema de la rifa del avión presidencial. Con todo y la controversia previsible y muy probablemente prevista, el tema de la nave va. Pero se topa con la emergente marea de las protestas feministas. Y acá sí, no sólo no logró incluirlo y desactivarlo en tanto crítica a su desempeño y ejercicio de poder, la ajenidad del caso para la agenda y en las narrativas puso al presidente y su estrategia de comunicación por primera vez contra las cuerdas. En los medios de comunicación tradicionales, en las charlas de las redes informáticas y presenciales, se imponía un tema ajeno a la agenda presidencial, la protesta le ganaba terreno a la rifa.
Y en esas estábamos, cuando llegó el tsunami de la pandemia de neumonía por coronavirus y las medidas que empezaron a tomarse justo a ocho días del “9 ninguna se mueve”. Emergente de dimensiones inusitadas, global, como en diferentes países arrasó con cualquier otro asunto, expulsó de los espacios y tiempos informativos la rifa del avión, la protesta feminista y prácticamente todo lo demás. Se apoderó del espacio comunicacional y de los contenidos informativos.
Obligó a AMLO a ajustar varias veces su narrativa y su agenda. Tozudo como es, empecinado, al parecer a regañadientes, poco a poco fue moderando y cambiando su narrativa: otra vez la terca realidad se opone a la voluntad presidencial. Ante lo inevitable en otra jugada ingeniosa, más que incluir, se incluyó en el asunto pandémico, al grado de manifestar que le venía “como anilla al dedo” para afianzar el propósito de la transformación” del país que encabeza.
Un emergente de este tipo resultaba, desde luego, ajeno por completo al plan de gobierno, incluso al “estilo personal” con que se venía desenvolviendo, significativamente a la dramaturgia de la cercanía personal con el pueblo, un atentado a las reuniones diarias para la mañanera y para las giras de fin de semana.
Tuvo el acierto de hacerse a un lado y dejar la conducción en manos de los enterados del sector salud, dando pie al encumbramiento de López-Gatell. Y se centró en un discurso animador y esperanzador. Respecto a la agenda, en medio de una expectativa enorme anunció una serie de medidas con las que reiteró la polarización que la sociedad mexicana vive de un tiempo acá. Polarización, por cierto, anterior al gobierno de AMLO y sin duda, causal de su triunfo electoral.
De nuevo y como quien no quiere la cosa, impuso su dinámica de comunicación. El anuncio de las acciones frente a la emergencia se hizo en el marco de su Informe Trimestral de Gobierno y la estrategia anunciada no sigue las pautas de otros gobiernos. Apuesta de nuevo, más que a “otros datos”, a otros criterios, a otra manera de valorar la situación social y económica. Muy a su pesar, una vez más todos las empresas de comunicación y sus figuras se tuvieron que someter a la dinámica presidencial de comunicación.
No hubo que esperar mucho para la andanada de descalificaciones y reproches de quienes le odian entrañablemente y de quienes recelan de él desde sus intereses: tales desacuerdos se tratan de ilustrar en las encuestas de aceptación y rechazo, nunca había estado tan abajo en estos rubros.
Nota curiosa, reporteros y comentócratas tan afectos a las estadísticas, no entienden o fingen no entender un modelo estadístico para observar la marcha de la pandemia. Son tan predecibles. Y es que a los señorones del periodismo les desatina haber perdido su sitio de privilegio, su puesto de interlocutor privilegiado que revela la voluntad y el proyecto del poderoso, por ello no soportan las estrategias como la de Trump, vía twitter, o la de AMLO, vía mañaneras.
Sin duda estamos ante una apuesta, sólo la Historia nos dirá si AMLO tiene razón en su enfoque de la realidad socio-económica y hasta cultural de nuestro país o si no la tiene. Las interpretaciones desde los vuelos comentócratas no aportarán mucho, como se ha visto son monotemáticos, un tanto dogmáticos y poco creativos, algunos incluso ignorantes que sólo repiten consignas y lugares comunes. Pero del tamaño del descalabro -es casi imposible salir indemnes de las emergencias sanitaria y económica que contrae- dependerá el resultado del ejercicio de revocación de mandato, más aún, del proyecto todo de la 4T. El Presidente y su propósito saldrán fortalecidos o fundidos.
Habrá que considerar también si sus adversarios y el Presidente, juegan a la lucha técnica, contrapropuestas, programas de inversión, cuidado del empleo, etc. o se la juegan a la manera de los rudos. Ya se ha visto ante la exigencia estridente de apoyos fiscales, la respuesta contundente del cuantioso monto de los adeudos por impuestos de algunas de las grandes empresas, con lo que se diluye su credibilidad.
De todos es sabido que en las confrontaciones se busca aprovechar las debilidades y momentos de flaqueza del contrincante. Acá la cuestión será en qué bando hay más flaquezas y en cuál más habilidad para explotarlas.
De un lado, una manera de ser aprendida a lo largo de décadas y que no requirió mayor imaginación pues los ganadores controlaba la cancha, la pelota, los árbitros y las reglas, FOBAPROA, NAICM, por mencionar algunas. Del otro, la tozudez que en momentos ha demostrado incapacidad para incorporar las ajenidades, pero que en otros momentos se ha logrado ajustarse y que no ofrece blancos fáciles y sobre todo, que ha sabido sostenerse en el favor de amplios sectores de la población.