Emilio Trinidad Zaldivar
Com si fuéramos de países distintos, de diferentes nacionalidades que son antagónicas por sus historias, culturas o formas de gobierno, enemigos pues, los mexicanos hemos encontrado esta época de pandemia, propicia para escupirnos la cara, para señalarnos, para confrontarnos con todo y por todo.
Estamos inmersos en una guerra sin cuartel de ataques, de insultos, de descalificaciones; de empresarios arrogantes y de gobernantes sordos y prepotentes; de señalamientos viscerales a periodistas que a su vez responden ofendiendo, cuando muchos de ellos -que sí tienen las manos sucias de dinero mal habido- se convierten de la noche a la mañana en impolutos, castos, puros y honestos representantes del gremio, cuando tienen la cola tan grande como grande la lengua.
Hay buenas plumas, sin duda. Honorables, es cierto. Pero también las hay y son de todos conocidas, que hoy que les cerraron los millones de pesos que Enrique Peña Nieto les regaló a través primero de David López Gutiérrez y de Eduardo Sánchez después, se han convertido en los más feroces críticos de un gobernante que parece de manera grave y lamentable equivocar el rumbo.
Hoy todos hemos dejado de la de lado importante para ocuparnos de lo banal. Para hacer escarnio del otro. Hemos hecho grande la miseria humana, sacado lo peor de nosotros, la podredumbre de nuestra gran raza, para olvidar la cooperación social que tanto hoy nos exige.
Mientras cientos de nosotros perdemos la oportunidad de tendernos la mano por una vez en los perores tiempos de crisis que hayamos enfrentado, los médicos, enfermeras, personal hospitalario, de protección y seguridad pública, y otros, entregan su vida para salvar la de muchos sin siquiera conocer sus nombres.
Esos héroes que están dando la más grande de las batallas para conservar la existencia de cientos, quizás miles de ciudadanos, merecen nuestro respeto, nuestro respaldo, nuestro reconocimiento, nuestra solidaridad, y quizás nuestro silencio para dejar de criticar, de golpear, de atacarnos unos a otros.
Mientras ellos se concentran en lo verdaderamente valioso, gobernadores aprovechan la incertidumbre y la zozobra de tantos y tan gigantescos retos, para buscar sacar raja política y provocar el encono ciudadano, la división de los mexicanos, en temas en los que tienen razón pero equivocan el camino porque alimentan el odio. Gobernar es conciliar.
Es sin duda sumamente delicado, grave, el ambiente de crispación política y social que se está viviendo en nuestro país, donde día con día crece la confrontación del gobierno federal con los ejecutivos estatales, que en esta mala hora exigen respeto y mayor retribución a la aportación económica que hacen año con año a las arcas de la nación.
Cierto es que de cada peso que aportan reciben las entidades 15 centavos para ellos y cinco para sus ayuntamientos, y que lo que la federación les regresa es verdaderamente insultante e injusto porque no les permite el crecimiento que deberían tener, cuando son los que oxigenan las finanzas nacionales.
Pero es la ruta de la concordia y la cooperación la que nos llevará a mejores condiciones de vida y convivencia.
Ojalá y la sensatez, la cordura, el sentido común y el tacto, vayan por delante en las acciones o decisiones que tomen quienes tiene un mandato federal, estatal y municipal.
La Constitución les otorga a los estados autonomía, soberanía, libertades, obligaciones y derechos. Por eso ésta es una República Federal, pero el rumbo, la ruta, debe ser la unión, la pacificación para salir adelante juntos y fortalecidos.
No seamos más la vergüenza del mundo, ya sea por decisiones de nuestra autoridad, por la corrupción -que es la marca de la casa-, por la desbordada inseguridad, por las recurrentes crisis económicas, por la caída en los precios de nuestro petróleo, o por sumisión o fragilidad de nuestro peso frente al dólar.
Tenemos mucho más que dar, que ofrecer, que mostrar, pero será mejor hacerlo en una sola voz, la de ser nacidos en esta generosa y hermosa tierra mexicana.
Apuntes finales…
Muy mal se ve el tercero en la dinastía del Mazo esquivando el bulto del problema que se le viene en el Estado de México con el tema de la pandemia del COVID-19. No heredó ni talento ni habilidad política de su padre y abuelo y lo única que ha venido haciendo es él ridículo mal gobernando a la entidad… Andrés Manuel López Obrador y su secretario de Seguridad, Alfonso Durazo Montaño, que creyeron resolverían el problema de la incontenible delincuencia, se han dado cuenta que el tema está más allá de sus buenas intenciones, y más allá del Poder mismo del Estado. Parece que quienes gobiernan México, son las bandas criminales, los cárteles de la droga y los secuestradores, pues tiene control de más del setenta por ciento del territorio nacional, donde no hay ley ni justicia… Alfonso Durazo ya no se puede echar para atrás, pero bien le haría regresar al Senado, de donde nunca debió salir. Lo suyo es otra cosa, no la seguridad… La única que se mueve con absoluta libertad por la confianza que le tiene el Presidente, es Claudia Sheinbaum al frente de la Ciudad de México. Ella ha tomado el control sin titubeos para encarar al Coronavirus y tratar de detener los contagios… Los demás del gabinete de López Obrador, salvo Marcelo Ebrard y los titulares de Marina y Defensa, brillo al por su ausencia…
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