La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
El transformador no busca el homenaje a modo, busca la posteridad
En 1988 el entonces diputado del Frente Democrático Nacional, Porfirio Muñoz Ledo, se paró de su curul y a gritos pedía la palabra para interpelar al presidente Miguel de la Madrid en su Sexto Informe de Gobierno, así pues, hirió de muerte al Día del Presidente.
Desde aquel entonces, todos los Tlatoanis han sufrido las inteligentes y sarcásticas críticas de Porfirio: Salinas no fue un rival fácil para Muñoz Ledo lo estocó, pero durante la primera Guerra del Golfo, con gran tacto político, se reunieron para analizar el contexto.
A Zedillo lo arrinconó y le quitó, por primera vez, el liderazgo de San Lázaro al PRI en 1997, ni el pataleo de Emilio Chuayffet lo pudo evitar con todo y sus triquiñuelas.
Ya en este siglo, como no recordar el Chaveztémoc y el Foximori del año 2000. Calderón y Peña no escaparon a sus filosos comentarios.
Con este historial, no entendemos que hizo suponer al presidente López Obrador y sus sumisos diputados, que el campeón de la esgrima verbal se iba a quedar callado ante sus insensateces. Con todo y ostentarse como todoterreno, el tabasqueño pecó de ingenuo.
Por ello, ahora que don Andrés pretende erigirse en un dictador ‘institucional’, Muñoz Ledo alerta a la nación del despropósito. Justo es decir que si no fue presidente, es el mejor anti presidente que hemos tenido. ¡Chapó Porfirio!