El sonido y la furia
Martín Casillas de Alba
Cuando la Naturaleza nos permite ver sus joyas.
Ciudad de México, sábado 6 de junio, 2020. – Escuchando la Segunda Sinfonía, La Resurrección de Mahler con la Concertgebouw de Ámsterdam, en una serie de conciertos que ofrecieron durante la pandemia que, por desgracia, ya no están en YT, me di cuenta que Mahler tuvo la capacidad de expresar musicalmente lo que pudo haber sido y lo que fue, tal como lo escuchamos en esa Sinfonía. Durante su interpretación, distraído, puede reconsiderar esos recursos que los compositores utilizan para indicar el estado de ánimo que debe expresarse en cada movimiento que nos puede servir para declarar nuestro sentir cotidiano.
Al final de la Sinfonía, en una gran diversidad de instantes, tempos, tonalidades y estados de ánimo dispares agradecemos el silencio después de la resurrección:
¡Resucitarás, sí tu resucitarás,
polvo mío, tras breve descanso!
Mientras oía ese movimiento, volvía a pensar cómo sería la mejor manera para responder cuando nos pregunten “¿cómo estamos?”, para que, en lugar de contestar con un “más o menos” o “jalando la carreta como los bueyes”, pudiéramos utilizar una de las categorías que usan los compositores para indicar cómo desean inundar el universo psíquico de los oyentes.
Como no somos Mahler, ni cambiamos de ánimo de manera tan exagerada cuando nos dan una buena o una mala noticia o cuando gestamos alguna buena idea o cuando antes del coronavirus nos dábamos un beso, pasábamos del Andante amoroso a un Allegro moderato, nada explosivo mientras escuchamos al coro que nos dice:
¡Cesa de temblar!
¡Dispónte a vivir!
Me gustaría tener a un lado el catálogo de los movimientos para escoger el que más se parezca al mío en este momento y, así, poder decirles que si un día estaba Allegro assai vivace, ma serioso, tal vez lo serioso se debía a que estaba trabajando en el texto de Lady Macbeth, examinando las posibles causas que tuvo esta señora para provocar a su marido, de tal manera que entre los dos se atrevieran a llevar a cabo un regicidio estando el Rey en su casa, para pasar de ser una pareja triunfadora, a unos condenados en vida por el asesinato del Rey y también del sueño.
¡Ah!, pero, si me hubieran preguntado cuando estaba trabajando con la Nodriza de Julieta, entonces, les habría contestado que estaba Andante cantabile con moto, esperando que aquel que me haya preguntado entendiera que si digo ‘moto’ me refiero al estado de ánimo del movimiento musical y no a la exaltación de la amistad por el material al que se refiere de manera indirecta.
Se trata de identificar los estados de ánimo para que sean un poco más atinados. Por ejemplo, si un día podemos decir que estamos Allegro giocoso, seguro que esa noche destaparíamos un espumante, pondríamos la mesa con manteles y velas para brindar por la vida.
Si un día amanecemos con la luz del sol, la alharaca de los pájaros y un clima reconfortado por la lluvia, si me preguntaran en ese momento cómo estoy, les diría que Andante amoroso antes de abrir la cortina, asomarme al Oriente y tratar de ver al volcán, tal como lo puedo ver cuando la Naturaleza me permite ver sus joyas.
Al final de la sinfonía, cuando la soprano nos asegura que los que hemos sido sembrados volveremos a florecer, después de haber escuchado a la mezzo con una voz oscura y potente, diciendo que…
¡Los hombres sufren gran necesidad, gran pena!
Tuyo es, sí tuyo, lo que anhelabas,
pues lo que ha perecido resucitará.
Resucitará como el sol cuando cumple su ciclo o cuando inicia la primavera y las Jacarandas están en flor o cuando nos levantamos después de haber caído para seguir nuestro propio camino y habitar nuestro presente, como decía Octavio Paz:
La memoria es el teatro del espíritu
pero afuera ya hay sol: resurrecciones.
En mi me planto, habito mi presente.
Cuando la orquesta termina esta Sinfonía lo hace de manera exultante con platillos y timbales y nosotros pensamos que lo demás allá será el silencio y la negra negritud.