Francisco Gómez Maza
• Equidad y justicia en las relaciones de producción
• La pandemia destruyó más de lo que se imaginaba
Si el producto interno bruto de Estados Unidos se contraerá este año, gracias al coronavirus, por lo menos en un 8 por ciento y la economía mundial, en un 5%, de acuerdo con los pronósticos del FMI, imagine usted cuánto caerá la economía mexicana, tan uncida a la economía más grande del mundo.
Algunos econometristas estiman que México se contraerá en casi 11 por ciento, lo que ha significado ya una muy preocupante caída del empleo. Muchos que están aún en el confinamiento subsisten de milagro porque, por la invasión de la pandemia, fueron desplazados de su puesto de trabajo.
Para la recuperación económica, sin embargo, todos los factores de la producción están involucrados, so pena de que se queden en la cuneta de la carretera de la recuperación. Capitalistas, trabajadores y gobierno están obligados a hacer a un lado el conflicto, a firmar una tregua, para enfrentar el proceso de la reactivación de la economía, y no sólo esto, sino crear, además de la “nueva normalidad”, un nuevo esquema de relaciones de producción, más justo para todos los actores de este gran teatro que es la economía.
Claro. La recuperación de producto no quiere decir que automáticamente habrá en la economía un crecimiento de todos los factores. Hará falta que los detentadores del capital también dejen de lado la normalidad de las relaciones de producción pre pandemia, basada en la explotación de la mano de obra, y no sólo eso, sino decidirse a elevar los niveles de bienestar de todos, mediante puestos de trabajo pagados justamente, con salarios remuneradores, acordes con las necesidades de los trabajadores. Me verían mal si les propusiera llevar a la práctica, en la nueva normalidad, el axioma de las primeras comunidades cristianas en el imperio romano: De cada quien, según su capacidad; a cada quien, según su necesidad. Aquí lo dejo.
Pero la salida de la pandemia no es preparar una ensalada de berros – deliciosa, por cierto -, que sólo requiere de un poco de sal y una rociada de aceite. La economía mundial está metida en un brete. En la era moderna, las caídas de las economías jamás habían sido tan devastadoras. El FMI prevé recortes en las economías desarrolladas: Estados Unidos (-8.0%), Japón (-5.8%); Reino Unido (-10.2%); Alemania (-7.8%); Francia (-12.5%); Italia y España (-12.8% para ambos).
En tanto, en todo el mundo se están dando preocupantes rebrotes de la Covid-19, lo que pone en entredicho los planes de relanzamiento de las actividades económicas en el mundo. Esta semana – estamos a mitad de ella- debieron de reactivarse otros rubros de la economía de la Ciudad de México, pero la ferocidad de la pandemia obligó a continuar en semáforo rojo.
Entonces, la recuperación de la economía mexicana, por lo que se ve en el mundo, será muy lenta. Se han perdido muchas empresas por el retiro de los consumidores de la calle. No es como lo dice el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien peca de un optimismo muy de su estilo. La que estamos enfrentando es una crisis realmente incomparable con otras que ocurrieron en la historia de la humanidad. “La pandemia ha tenido un impacto más negativo de lo previsto en la primera mitad de 2020, y se prevé que la recuperación sea más gradual de lo previsto”, estima el FMI en su reporte económico correspondiente a este junio.
Pero habrá que afrontar la situación con entereza. Por lo pronto, lo urgente: Hay que reconstruir el tejido empresarial y laboral, mediante financiamientos blandos, que den seguridad a los medianos y pequeños empresarios, así como a cooperativas y a quienes viven en el mercado informal. Es fundamental reconstruir los puestos de trabajo perdidos y crear nuevos para ayudar a la recuperación de la economía personal y familiar de quienes quién sabe cómo sobreviven en el desempleo, muchos atenidos a la solidaridad de familiares y amigos.
Por el momento, la reconstrucción de la economía es lo único que cuenta y, con ella, la recuperación de los niveles de bienestar y tranquilidad de los trabajadores. Los pronósticos para 2021 no tienen ninguna importancia, por el momento, y solamente me sirven de incierta referencia: el FMI prevé que la tasa de crecimiento de la economía avanzada (economías industrializadas) se fortalezca un 4.8%, dejando el PIB de 2021 para el grupo aproximadamente un 4% por debajo de su nivel de 2019. Las previsiones para finales de 2020 son que la economía mundial se contraiga casi un 5% como lo anoté al principio de esta nota.
Sea lo que se concluyese en el terreno de las estimaciones y pronósticos, lo grave de todo es el deterioro de los niveles de vida de los trabajadores y es un imperativo, sine qua non, crear las condiciones para retejer la demanda a la par de crear oferta. O sea, retomar el proceso productivo en un ambiente que no se daba antes de la pandemia: solidaridad, realmente humana, de los capitalistas con la fuerza de trabajo.