Jorge Miguel Ramírez Pérez
No cabe duda que el gran periodista Fausto Fernández Ponte con el tino y la experiencia que le acompañaban, tituló su columna política como “Asimetrías”; que se inspiraba fundamentalmente en el conocimiento que tenía de las políticas estadounidense y la mexicana, muy dispares. Porque es así. Las ópticas son distintas en cada caso y las críticas aún las hacen ver mas distantes.
La carta del excanciller Bernardo Sepúlveda al actual canciller Marcelo Ebrard advirtiendo de los riesgos que él ve en el encuentro entre AMLO con el presidente de EUA, Donald Trump; es una de las opiniones que muestran, que los enfoques no son como se ven, en la perspectiva de la crítica mexicana. Sepúlveda da prácticamente como perdedor a Trump en los comicios de noviembre y teme que un Joe Biden de llegar a la presidencia, tome represalias contra AMLO y contra México.
Yo diría la vieja frase: “tantos años de marqués y no saber mover el abanico”.
Y es que, en principio no hay que exagerar el peso político de AMLO en la política estadounidense. Es cierto que muchos indocumentados tienen todavía simpatía por el presidente de México, sobre todo porque lo que dispersa en la nómina con interés socio electoral, al menos para ellos, es emblemático, respecto de la suma de las remesas que, a pesar de todas las vicisitudes, sigue siendo un factor más importante de divisas, que el turismo y que los ingresos petroleros.
El asunto es que los indocumentados no votan allá, y los ciudadanos de origen mexicano no los quieren.
Sin embargo, me parece que muchos mexicanos en condiciones de derechos electorales en Estados Unidos, no habrían visto mal a AMLO, en un principio, en el 2018. Al igual que la gente de la clase media y trabajadora aquí, compraron parte de su discurso, el que querían oír, de grandes promesas y sueños; solo que los estadounidenses no son socialistas, menos los de origen mexicano que se parten el lomo para tener lo que tienen, los que son izquierdistas, como los seguidores de Bernie Sanders, son blancos, herederos de las ideologías de la jipiada de los 60s, en esos grupos no hay mexicanos.
Los estadounidenses dudan que el gobierno mexicano, llegue algún día a comportarse como un país contrario a la corrupción. Allá el discurso tiene poco peso. Los mexicanos de allá saben que Peña fue junto con sus ayudantes, la imagen de lo mas corrupto, y ha salido bien librado con AMLO. No existe ninguna investigación contra él, ni contra ninguno de sus colaboradores importantes que pudieran involucrar a Peña. A AMLO ya se le pasó el tiempo y no dio muestras realmente de combatir la corrupción como dijo, menos con los resultados del tipo de allá: escándalos ineludibles para ver tras las rejas a los transgresores.
Un tema relevante que les pega a todos los estadounidenses es el del narcotráfico, y a quienes más afecta es a las familias mexicanas que generalmente tienen un miembro de la familia dominado por esa adicción lacerante y además conviven en áreas dominadas por las bandas delictivas. Para ellos, López no ha hecho nada, al revés, ha soliviantado con sus declaraciones el clima de inseguridad en el suroeste estadounidense, donde se supone que Trump está interesado por ganar simpatías. La encuesta la tiene perdida en California, en Arizona y en Nuevo México; en Texas, la diferencia que le favorece, es mínima.
López no ha hecho nada por invalidar la leyenda no desprovista de verdad que México, simula atacar el narco. En este gobierno, ni siquiera ha habido simulación. El problema de la adicción allá es imparable, pero alguien tiene que cargar con la culpa. Ese alguien debe ser de afuera, para no transgredir la enmienda constitucional de respeto irrestricto a la propiedad privada, casi siempre es a un mexicano al que se le identifica con el perfil y la cultura del narco.
De esa manera las expectativas de Trump no son como se cree, que una foto con AMLO tiene como fin, demostrar que tiene al mexicano sometido. Eso no hay duda. Aunque algunos ilusos crean lo contrario, en la realidad ningún presidente del Continente se negaría ir con Trump. Si invitara a Ortega, al de Cuba, o a Maduro irían encantados, solo que saben que pueden ser aprendidos.
Trump va más allá, quiere por lo menos tres cosas muy claras desde mi limitada perspectiva: uno, que AMLO le de velocidad a las cadenas de producción de los procesos que se complementan; para que EU no retrase más su competitividad con China; y no se caiga mas su planta industrial. Obviamente México tiene que definirse. Dos, que apriete a Calderón para que pida apoyo a los demócratas en este momento en desgracia, en los asuntos espinosos que ya despepitó García Luna, para involucrar a los políticos adversarios a Trump en una trama sabrosa, que refleje la maldad de Obama y la de Hillary Clinton, que están temblando y mueven sus hilos allá y acá.
Y tres, ganarse nuevamente a sus votantes revelando todos los apoyos verbales a sus políticas fronterizas que AMLO, se verá obligado a asentir. Esto le va a sacar mucho jugo. Y Amlo no podrá negarlo. Entre ellas su beneplácito del muro….
No hay que equivocarse, a México, al país, no le va a pasar nada peor de lo que hacen sus propias autoridades, aunque los corifeos demócratas de aquí, la inmensa mayoría de los políticos de este siglo, aún los de ahora, digan lo contrario. Se les olvida la frase de John Foster Dulles: “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses”.
AMLO va a ir y va a jalar, si gana Trump sobrevivirá un poco, si no, ya dio la voz de alarma previa el embajador Landau: “No hay que invertir en México…” La amistad no camina necesariamente por el mismo camino de los intereses.