La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Ni modo, hay veces toca jugar el papel de las mulas del compadre
Con el tema de su viaje a Washington, el presidente López Obrador dijo estar dispuesto a realizarse la prueba para que determinen si padece COVID19 o no, es una exigencia del protocolo sanitario de la Casa Blanca.
Lo que parecería un asunto de mero trámite para cualquier mortal, para el tabasqueño se convierte en un reto de proporciones bíblicas, no le gusta someterse a otra ley que no se la suya y por lo tanto, verse obligado a hacerlo le causa stress.
Si a la mentada prueba sumamos que las aerolíneas demandan el uso obligatorio del cubrebocas, peor tantito. Para AMLO usarlo es un agravio a su machismo político, una violación de sus muy particulares ‘valores morales’, una invasión a su intimidad.
Por ello, salir de México se convierte en un viaje de fuerza, significa abandonar el saco amniótico y someterse a los avatares de la vida, una realidad sin complacencias, sin pueblo bueno que arrope sus dichos.
El señor López Obrador no es un hombre que disfrute la alternancia con sus pares, se siente incómodo porque no se encuentra en la ‘burbuja de Macuspana’, sino con otros líderes que no celebrarán sus ocurrencias.
Así pues, viajar al extranjero es un desafío para un líder que no concibe el mundo sin desayunar tamales de chipilín.