Redacción MX Político.- “China ya no tiene miedo de nadie. Los tiempos en los que el pueblo chino estaba subordinado a otros y vivía dependiente de los caprichos de otros se han acabado para no volver jamás”. Así alardeaba Zhang Xiaoming, el subdirector de la Oficina de Asuntos de Hong Kong dentro del Gobierno chino, durante una rueda de prensa el miércoles sobre la draconiana ley de Seguridad Nacional para el territorio autónomo. Ese día entraba en vigor esa norma, que ha agravado de inmediato las ya importantes tensiones entre Pekín y Occidente. Otro más en la serie de choques internacionales que China ha protagonizado recientemente, con una asertividad cada vez mayor y pese a la pandemia de covid-19.
En los últimos meses, la lista de incidentes parece crecer casi a diario. Hace dos semanas, su Ejército se enfrentó con el de la India en el incidente fronterizo más sangriento en más de 50 años. En el mar del sur de China ha chocado con Filipinas y Vietnam: esta semana, ambos países han clamado contra unas maniobras militares chinas “enormemente provocadoras”. Estados Unidos ha enviado este fin de semana dos portaaviones a la zona para apoyar “una región Indo-Pacífico libre y abierta”, en medio de recriminaciones mutuas entre Washington y Pekín de alentar tensiones en la zona. Previamente, Pekín ha tenido roces con Japón en torno a las islas que ambos se disputan en el mar del Este de China; sus cazas han sobrevolado los cielos cerca de Taiwán en varias ocasiones.
Frases similares a las de Zhang, el alto funcionario del Gobierno chino en Hong Kong, se escuchan cada vez con más frecuencia, y más rotundidad, de boca de los wolf warriors (lobos guerreros), la nueva hornada de diplomáticos chinos encabezada por el portavoz de Exteriores Zhao Lijian y que defienden, con duro lenguaje, las posiciones de Pekín desde las redes sociales Twitter, especialmente, pese a estar prohibida en su país y cualquier otro púlpito.
China asegura que sus movimientos son puramente defensivos, y que se limita a reaccionar a la presión de otros. Ningún tipo de presión “puede socavar su determinación y voluntad de salvaguardar la soberanía nacional”, subrayaba Zhao acerca de Hong Kong esta semana.
Dentro de China “Xi [Jinping, el presidente chino] encara mucha presión por la pandemia, por la economía y la gestión del virus al principio”, apunta Taylor Fravel, experto en política de Defensa china en el MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts). La actitud más agresiva de Pekín buscaría “disipar cualquier sensación de que China sea débil” en estos momentos.
Y en parte, esta renovada afirmación de su posición llega debido al clima de crecientes tensiones globales, y el convencimiento dentro del Gobierno chino de que el decoupling, la separación de los lazos económicos y tecnológicos con Estados Unidos, no solo es inevitable sino incluso aconsejable, para evitar dependencias que puedan poner en peligro sus intereses.
La desconfianza se extiende también al plano económico. Entre otras medidas, esta semana, Nueva Delhi ha prohibido 59 apps chinas, entre ellas la popularísima TikTok, en un paso que la aplicación de vídeos cortos calcula que puede costarle 6.000 millones de dólares (5.300 millones de euros). El Reino Unido ha cambiado de opinión sobre la participación de Huawei en su red 5G. Japón y Taiwán han anunciado incentivos para que sus empresas abandonen China, y Estados Unidos pide un nuevo trazado de las líneas de suministro.
Esta presión tiene unos límites. China coerce “siempre y cuando no ponga en peligro algo que quiera o necesite, si el Estado (al que presiona) tiene algo que China quiere”. Si el coste económico es alto, es menos probable que Pekín se muestre muy asertivo. Además, aunque tenga, por un lado, interés en construirse una reputación de país firme en sus intereses, por otro “no desea una alianza en su contra, y aspira a un clima económico estable y próspero. Ambas cosas están en tensión y no hay manera de conjugarlas”, opina la experta.
De cara al futuro, si continúa la tendencia hacia la desconexión (el decoupling), a largo plazo, “si China no depende tanto como antes, económicamente, de Estados Unidos, Japón o la Unión Europea, entonces tendrá menos restricciones o preocupaciones, y podríamos ver más de este comportamiento coercitivo”, considera Zhang.
En este sentido, el exembajador alemán en China y actual vicepresidente del Consejo de Relaciones Exteriores, Volker Stanzel, uno de los autores de Dealing with the Dragon, matiza: “La desconexión no beneficiará a nadie. Tenemos que defender el sistema y convencer a China de que no ocurra”.
**Información de medios **Foto: Especial
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