Por Aurelio Contreras Moreno
Al igual que con muchas otras bravuconadas de su época como líder opositor, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha resultado un absoluto chasco en la manera como ha llevado la relación con el gobierno de Estados Unidos.
No solo se ha hecho “de la vista gorda” ante el discurso de odio que inunda la retórica de su homólogo estadounidense, el supremacista blanco Donald Trump, sino que se ha mostrado sumiso, miedoso e indigno ante las constantes amenazas con las que éste le ha marcado vergonzosamente el paso al gobierno mexicano.
Para muestra, la inconcebible política antiinmigrante desplegada por la administración lopezobradorista en la frontera sur de México prácticamente por instrucciones de Trump, que amenazó con dinamitar la ratificación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte que entró en vigor la semana pasada, ahora bajo el nombre de Tratado México, Estados Unidos, Canadá (T-MEC), instrumento económico neoliberal por excelencia que sirve como marco –o pretexto, como se le quiera ver- para la reunión bilateral de este miércoles en la Casa Blanca.
Así está establecido en la agenda de la visita oficial de López Obrador a Trump –la primera gira internacional de su mandato-, cuyo “objetivo central es celebrar la entrada en vigor” del T-MEC. Aunque en términos de política real, tenga un motivo muy diferente.
Es imposible disociar este encuentro de los afanes de Donald Trump por buscar su reelección en los comicios presidenciales de su país a realizarse en el mes de noviembre. Y usa al presidente mexicano –que no opone resistencia alguna- para mostrar músculo ante su base de electores y hacer propaganda de una manera por demás infame.
En la víspera de la visita de su homólogo mexicano, Trump acudió a la frontera de Arizona y Chihuahua para solazarse con la construcción del muro que, según publicó en su cuenta de Twitter, “avanza rápidamente en Texas, Arizona, Nuevo México y California”, al tiempo de criticar a sus opositores demócratas por querer “unas muy peligrosas fronteras abiertas”.
Las intenciones propagandísticas del presidente estadounidense son completamente evidentes y al asistir a su encuentro en Washington, López Obrador las convalida. ¿O habrá quien considere como un asunto de capital importancia un viaje de esta naturaleza solo para “celebrar” la entrada en vigor de un tratado comercial, por necesario que éste sea?
Pues quien tampoco le vio el caso a hacerle el juego a Trump fue el primer ministro canadiense Justin Trudeau, quien no asistirá a la “pachanga” en la Casa Blanca.
En un comunicado oficial, el gobierno canadiense informó que este lunes Trudeau habló con López Obrador, a quien le “expresó su pesar por no poder viajar a Washington”, deseándole un “encuentro exitoso” con Trump, quien a su vez es conocido por las groseras formas con las que anteriormente ha maltratado a otros dignatarios invitados a su encuentro, todo con tal de obtener beneficios políticos internos.
Pero aun cuando Trump llegase a guardar las mínimas formas diplomáticas, la sola presencia de López Obrador –acompañado por una delegación de dilectos y acaudalados “ex” integrantes de la “mafia del poder” hoy “redimidos” por la “4t”- en sus terrenos, no podría ser más desacertada e inoportuna. Particularmente en un momento en que la popularidad del presidente estadounidense va a la baja por su pésimo manejo de la emergencia sanitaria de la covid-19. Aunque viéndolo bien, eso los hermana a ambos. Como muchas otras cosas en las que son más parecidos de lo que podría pensarse.
A ver si Trump no recibe con un mazazo a López Obrador mientras le dice “welcome, Mr. President”. Y ojalá allá al presidente mexicano le importe tanto el respeto a la investidura como con quienes lo cuestionan en México.
Lo contrario sería una imperdonable humillación para el país.
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