Jorge Miguel Ramírez Pérez
Una idea que existe en la atmosfera política es la de analizar las relaciones políticas externas de un país en términos diplomáticos, que buscan enmarcar los acuerdos en lo “políticamente correcto”; es decir, que las contrapartes hablen con mucho cuidado de tal manera que no se diga nada inusual. De preferencia evitar declaraciones que causen confusión o sean malinterpretadas. Eso se persigue, y si se logra, se puede decir que salió bien. Eso pasó en el encuentro entre los presidentes de México y EUA, López y Trump.
No hubo sobresaltos. A López se le veía tenso antes de los encuentros, pero cuando se tomó la foto con tres colaboradores, en una sala de espera ya de regreso, como que le volvió el alma al cuerpo. Le pesaba mas, que su imagen fuera deteriorada, incluso mas que el contenido de las conversaciones y acuerdos que no se dieron a conocer.
Trudeau el de Canadá, no estuvo porque a Trump no le interesa hablar con él. Realmente no lo invitaron.
El trago amargo fue para los grupos jacobinos de la 4ª. Porque hasta el encuentro, eran antiestadounidenses. Repudiaban al sistema capitalista y a los empresarios; pero como el pretexto era culminar las gestiones del acuerdo comercial, la exigencia fue que tenían que estar en la cena al menos algunos del perfil oligarca que representaran a los hombres del dinero de aquí y de allá.
Les va acostar mucho trabajo a Ramírez Cuéllar, a Yeidckol, a Batres, a Jalife, a Noroña, a Taibó, a Epigmenio Ibarra, a la señora Luján que siempre vociferó contra estos tratados y a otros extremistas, justificar el tono suave y comedido de López Obrador con Trump, y mas les va a sorprender saber, que beneficioso le resultó a Donald Trump, la reunión; que sin empacho declaró, que López Obrador era el mejor presidente que ha tenido México, se puso de pechito, más claro ni el agua.
Y todos dan por hecho que Trump lo único que quiso lograr era sacar ventaja electoral con la presencia de López Obrador. Con esos análisis aldeanos se demuestra que después de tantos años de relación entre ambos países, los comentaristas siguen sin conocer a los políticos de Estados Unidos. Se atreven a sobredimensionar al político mexicano que apenas apareció en las páginas interiores de algunos de los diarios de allá. No se le dio difusión al “poder electoral de AMLO” así de sencillo.
Ya lo señalaba hace una semana: los mexicoamericanos tenían una imagen ideal de López y destacaban su discurso del combate a la corrupción, se imaginaban a muchos peces gordos presos, entre ellos a Peña Nieto. Se llevaron un chasco, López ya de presidente dijo, que a Peña no lo iba a procesar. Se entendió que había un compromiso fuerte, prevaleció el código mafiosi de la omertá priista, callar y aguantar vara.
Para recomponer esa percepción, le ayudaron los estadounidenses deteniendo a César Duarte, un regalo como para reavivarle la llama apagada de la lucha contra los corruptos, algo para que exista una expectativa mas allá de las palabras. El chihuahuense va a aventar gente, por eso fue fácil su captura dizque en un yonque de carros viejos.
Inmediatamente, ya declaró la Unidad de Inteligencia, de Santiago Nieto: que no andaban buscando a Peña, pero “si aparece en las indagatorias el gobierno de México si lo va a denunciar”. Esa es la eficacia de la reunión de Washington. Van por Peña, para que López pueda echarle porras a Trump y le crean los chicanos ¡faltaba más! Es decir, todavía AMLO tendrá que volver otra vez, pero con la difusión electoral apropiada: con la cabeza de Peña, agarrada por el copete y todavía chorreando sangre. ¡No que no tronabas pistolita!
Pero ese no es el único tema de la agenda de la real politik,: al otro día del encuentro, Trump en Florida, declaró la guerra a los cárteles, en abierto. Casi cualquiera puede interpretar que detalló en persona con su homólogo, la estrategia y las operaciones que serán binacionales y esas, pronto comienzan, porque a Donald Trump le urge quedar bien, con la mayoría moral que lo llevó hace cuatro años al triunfo. Esa mayoría que lideraba en el siglo pasado, el reverendo Jerry Falwell, fue la que hizo que repitiera Ronald Reagan. Y Trump no está dispuesto a perderla.
Biden tiembla porque al cuarto para las doce van a apretar al presidente de Ucrania para que declare que los Biden lo chantajeaban; y el pelirrojo feliz, porque va de “independiente” para presidente, el marido de Kim Kardashian, el rapero Kanye West que va a quitarle a Biden unos millones de votos entre los afroamericanos, entre los mexicoamericanos y los jóvenes del reventón gabacho.
Los afectados aquí, son los de las ideologías de género, de migrantes y toda la gente de George Soros de afuera, como Jorge Castañeda; o de adentro, como la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez, se van a quedar papando moscas. De por sí…
Un tercer punto es la reactivación de las cadenas de producción, por eso llevaron a esa señora de Economía para que tomara nota. Urge no detener los flujos competitivos con los chinos. Con la pandemia o sin ella.
Y finalmente lo del istmo, porque Panamá ya no lo controlan las fuerzas occidentales como antes. Los chinos se han metido hasta la cocina, se necesita otro paso y que sea, paso veloz.
De pasada le debieron pedir al mexicano como lo hizo horas antes, Mike Pompeo, el secretario de Estado: que convenza a Maduro de renunciar. Así como detuvieron a Evo, en lo que se asentaban los que ahora mandan en Bolivia.
A la oposición le fue mal, no pudieron movilizar gente allá, y aparte perdieron muchas oportunidades de precisar tiros, un ejemplo: Marko Cortés el presidente del PAN le hizo de vocero oficioso, de los demócratas, gratuito y metiche. Parece que le fue bien a Ebrard, con mucho trabajo que tiene que hacer contra los rojillos y en el tema de extradiciones que viene en serio. A Monreal, porque un renegado gringo lo quiso echar fuera del Senado para radicalizar el encuentro y no cayó.
Y párenle de contar, no hay más ganadores en esta coyuntura. Vamos a ver las consecuencias