FRANCISCO RODRÍGUEZ
En el curso de las últimas horas se han enviado al mundo las imágenes y los mensajes que nos pintan de cuerpo entero como un país bananero. No hicieron falta sesudos editoriales, ni puntillosas caricaturas que las acompañaran: hablan por sí mismas. Pintan la republiquita del capricho, el país del patrimonialismo en pleno, el destrozo total del Estado de Derecho, el imperio de la ley de la selva.
Por si algún clavo le hiciera falta a esta cruz, la decisión absurda de regalar la administración, el cobro de impuestos y la vigilancia de las aduanas y los puertos a la soldadesca, es más de lo que a un descocado se le puede ocurrir: es suplantar el servicio civil tributario y cambiar de un plumazo la representación del Estado en las fronteras aéreas, marítimas y terrestres. Es pasar por encima de la ley, creyendo ser el dueño de la patria.
Desafío del Cartel Jalisco Nueva Generación
Poner en manos del Ejército y de la Marina Armada más atribuciones, después de que se acabaron los quintos para seguir construyendo las dos mil sucursales del Banco del Bienestar, los polines de las casuchas para alojar los cuartelillos de la Guardia Nacional y de estar a punto de colgar los tenis en la faramalla de central avionera de Santa Lucía, eso ya es demasiado.
Confiarle a los mismos que por no cumplir sus funciones han dejado que crezca en los páramos del Altiplano ese ejército paralelo en pie de guerra que desafía al Estado, el Cartel Jalisco Nueva Generación, es realmente desconocer que no son capaces de llevar nada a buen puerto, ni a cualquier aduana.
Es ponerle el sello de país bananero, absolutamente militarizado a un país que requiere en estos momentos mandar una señal de certeza, de seguridad, de certidumbre, a los inversionistas del mundo. Es volver a asustar con el petate del muerto a los enormes capitales que se fugaron y acaso pensaban regresar, y a los que todavía pueden crear aunque sea un solo empleo.
Paralizado, por los pactos de inmunidad con los toluquitas
Nadie le pide al “caudillo” que remonte se popularidad. Todo mundo ya sabe que aunque pudiera meter a la cárcel a todo el peñanietismo, incluido al titular del régimen –cosa que nunca va a pasar, por el pacto de impunidad firmado por ambos– no le alcanzaría jamás para lograr el grado de simpatía que tuvo antes de la liberación de El Chapito Ratón en el aciago episodio del culiacanazo.
La gente ya se dio cuenta de que está paralizado por los pactos de inmunidad que le exigieron firmar de puño y letra, por si se echaba para atrás hacerlos públicos. Los pactos de marras protegen a los ladrones petroleros, a los magnates del neoliberalismo y a los narcos sangrientos. Todo, por sentarse en una Silla que jamás ha usado para algún bien concreto.
Olvido y desprecio a los líderes sociales ajusticiados
El pobre Alfonso Blandazo, al ordenarle que conteste al desafío del video de las fuerzas armadas de El Mencho, sólo alcanza a balbucear que está analizando su autenticidad, así como su temporalidad. “No hay grupo criminal alguno con capacidad para desafiar exitosamente a las fuerzas federales de seguridad, y mucho menos a partir de ese evidente montaje”, arguye el desdichado.
Sustentado en una ignorancia supina, el “caudillo” actúa contra todo y contra todos, como si pensara que antes de él no hubo historia, que él es la palabra, el verbo y la vida. Que México es patrimonio propio y cuando mucho familiar. Que no debe respetar ley ni fronteras, porque es la encarnación de lo que existe.
Nadie le ha dicho que el costo de los platos rotos tuvo que ser pagado con el ajusticiamiento de cientos de inocentes en el fondo de las bahías acapulqueñas, en las profundidades de la Barranca de Oblatos, en los patíbulos de las escarpadas sierras y en las mazmorras del viejo Palacio Negro de Lecumberri.
Ahí se castigó sin piedad a los luchadores sociales emblemáticos, a los que siempre protestaron contra los abusos de militares, lo mismo que por la entrega del patrimonio soberano, a los que reclamaron justicia, a los que siempre pugnaron por abrir el ostión de las masacradas libertades civiles.
Carnes de patíbulo que cargaron con el costo de una sociedad política que se avejentaba ostensiblemente. Ellos y nadie más nos precavieron del alto costo social, económico y político que habrían de pagar las generaciones subsiguientes si no se atendían sus protestas sociales hechas al borde del sacrificio extremo.
Con la militarización convierte a México en país bananero
Los grandes hombres de México en el terreno intelectual, artístico, ideológico, los enormes exponentes de lo mejor de nosotros mismos, fueron asesinados y violentados en grado sumo por los militares y los pontífices del sistema, alineados para defender a grupitos de privilegiados, que se enriquecieron junto con ellos hasta la enésima generación.
Son los antecedentes del país bananero que el “caudillo” quiere dejar y consagrar para la posteridad con el mismo procedimiento patrimonialista que usó el viejo régimen oligárquico: en aquellas épocas a través de la privatización de todas las actividades del Estado, ahora, a través de la militarización indiscriminada.
Esto es un Gorilato, pues ya estamos en manos de los militares
Muere, en una agonía dolorosa, toda una historia de luchadores emblemáticos por las libertades civiles, políticas y soberanas. El “caudillo” quiere un país de conformistas, de desechables, un lugar sin límites administrado para la rapiña y la destrucción maquinada, administrado por una claque de bribones y abusivos.
El pinochetazo revivido. El panteón que albergará los cadáveres de la modernidad, si alguien no se opone. Quedaremos en las manos de quienes apenas ayer quisieron que un procurador de Justicia Militar y un juez militar de control pudieran ejercer acciones contra los civiles, las Cámaras de diputados y senadores y los organismos descentralizados que estorbaran a la tropa: el Gorilato.
Todo, por andar poniendo el país en las manos de quien nunca tuvo una idea popular clara acerca de lo que se debía hacer desde el poder del Estado en una Nación. A la privatización neoliberal, ha seguido la militarización para enriquecerse bestialmente a costa del sufrimiento del pueblo.
La militarización nunca ha sido garantía de nada en México
A la lista del Golpe silencioso, el Quinto Jinete de la desconfianza, los pactos de inmunidad, los videos de Ovidio Guzmán con los que hizo recular al “caudillo”, los asilos políticos al gusto bolivariano, los hospitales de cinco estrellas para alojar al delator más caro del mundo, en vez de recluirlo, se suman las desgracias macabras de la administración por bolsillo.
La militarización nunca ha sido garantía de nada en México, excepto para algunos episodios de la aplicación del Plan DN-III, pues sus otras participaciones en terremotos, huracanes, ciclones y tragedias sociales han dejado testimonio de su rapiña.
Narco y soldadesca, en mancuerna para el control del país
Nunca se ha probado que los militares sean honestos en el manejo de los asuntos públicos. Basta ver cómo se han alineado para ser caravanas y comparsas del narcotráfico organizado. Cómo han servido de cómplices en el terreno del trasiego macabro y financiero.
Al juntarlos por decisión presidencial anticonstitucional tal vez se busque que narco y soldadesca hagan la mancuerna esperada para hacerse de una vez por todas del país, ante el sonado fracaso de la Cuarta Decepción.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Apenas hace dos meses, el jueves 20 de mayo, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que aunque sea criticado por militarizar al país, los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional y de la Marina Armada son necesarios para enfrentar el problema de inseguridad… aunque soslayó las otras tareas, principalmente de albañilería, que les ha encomendado.
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