La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Si Fuenteovejuna fuera el fiscal…otro gallo nos cantara
Con frecuencia, nos llegan videos, en los que vemos a indignados ciudadanos apalear ladrones, incluso, los tumultos pueden terminar con la muerte de los presuntos culpables.
Ya sea que se trate de robachicos o asaltantes a usuarios de transporte público, la furia aplicada por los agraviados es proverbial, es la descarga de una rabia acumulada por años, una catarsis que libera harta frustración.
Por lo general, los justicieros espontáneos, son personas que han sido mancilladas a lo largo de su vida por carecer de oportunidades para el desarrollo. Esta dolorosa circunstancia, es un poderoso incentivo que busca resarcir las afrentas a partir del ojo por ojo.
Además de todo, hay un elemento adicional a destacar: los delincuentes suelen pertenecer al mismo estrato económico de los ofendidos. Convendría releer a Franz Fanon.
En las antípodas de lo anterior, se ubica la justicia aplicada por el Estado, con el sistema acusatorio renovado que, según nos dicen, busca convertir a México en un país de leyes.
Dicho método, contempla algo llamado criterios de oportunidad, mismos que permiten que Emilio Lozoya, pueda disfrutar desde de su casa el proceso penal al que fue vinculado. No hay piquetes de ojo, ni patadas a los ‘tompiates’, sólo un: ¿Qué desea comer el señor?
En fin, los delincuentes de cuello blanco, son los afortunados en el mundo de la pillería.