La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Los tratan con doble silencio, porque la omisión también lo es
El gobierno federal, como parte de su (fallida) estrategia contra la pandemia de COVID19, decidió no hacer pruebas masivas para detectar a los potenciales enfermos, no es una suposición, así fue. Incluso, la COFEPRIS bloqueó a varias entidades en sus pretensiones de adquirir los test y retardó al máximo, que laboratorios privados los aplicaran.
La detección temprana de los casos positivos, por medio de los análisis clínicos, es un factor esencial para mitigar la dispersión del coronavirus, es un hecho que se ha confirmado en naciones tan disímbolas como Japón o Cuba, pero aquí se decidió que no y ya está.
A este error, se agrega el desdén del alto mando para usar el cubrebocas, otro elemento que ha demostrado su eficacia para evitar el mal (ojo, eficacia, no infalibilidad). Sin embargo, los ‘expertos de fuera del Metro todo es Cuautitlán’, dicen que no es así y pues no.
Podemos inferir, con un razonable margen de certeza que, de haberse aplicado más pruebas, además de promover el uso de las mascarillas (comenzando por el buen juez), más de una, de las casi cincuenta mil muertes (oficiales), registradas al cinco de agosto, se habrían evitado, pero bien pregonan los pragmáticos: el hubiera no existe.
Por lo tanto, al no haber remedio, nada como un soterrado mea culpa, guardando un minuto de silencio, concluido con apoteósico coro que diga: ¡murieron por la Patria!