Laberintos del Poder
Emilio Trinidad Zaldívar
¿Satisfecho por tener un avión guardado que aún así cuesta millones en su mantenimiento? ¿Por no vivir en Los Pinos pero sí en un Palacio en el que lo atienden a todo lujo, como rey? ¿Por presumir que se disminuyeron sus salarios pero por fuera cobran jugosas compensaciones y bonos engañando al pueblo de su supuesta austeridad? ¿Por la “rifa” que no es rifa de ese avión para el sorteo de la Lotería, del que no van a obtener los recursos que en verdad se requieren?
¿De qué puede reír, estar tranquilo, conforme el Presidente? ¿De la pobreza extrema que se agudizó por la crisis económica y financiera de su gobierno, acelerada por la llegada de la pandemia? ¿Del monstruoso desempleo? ¿Por la brutalidad de la delincuencia y las decenas de homicidios diarios, muchos más que en los dos sexenios anteriores?
¿Será por las grillas, intrigas, pleitos y balconeadas que se dan sus colaboradores? ¿O por los negocios que hacen aprovechando sus cargos personajes como Manuel Bartlett, Irma Eréndira Sandoval, Zoe Robledo, Ana Gabriela Guevara, Julio Scherer Ibarra y Alfonso Romo, entre otros?
¿Acaso será por el maltrato que nos propina Donald Trump y que López Obrador fue a agradecer y a externar sumiso y obediente que el Presidente de Estados Unidos nos respeta, nos ayuda, nos impulsa?
¿Satisfecho estará por la falta de medicamentos para la atención del cáncer en menores de edad? ¿Por los más de 60 mil fallecidos que van por el Covid-19, producto en mucho de su irresponsabilidad?
¿Por el trato privilegiado al soplón de Emilio Lozoya Austín que debería estar tras las rejas?
¿Quizás por los videos en los que senadores y diputados se atascan de millones de pesos de dinero mal habido gracias a ese hampón y a sus jefes Peña Nieto y Luis Videgaray?
¿O estará orgulloso por los videos de su hermano Pío recibiendo paquetes de recursos financieros del gobierno de Chiapas disfrazados de aportaciones?
¿Por la recesión? ¿Por la inflación?
¿Por viajar él en aviones comerciales mientras sus decenas de colaboradores y cientos de escoltas lo hacen en los de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, de la Defensa Nacional o de la Marina?
¿Será por la simulación que les sale de maravilla?
¿Por imponer a la titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, atropellando y sometiendo al supuesto autónomo Poder Legislativo que tenía mejores cartas para ese cargo?
¿Estará feliz el Presidente porque en su gobierno no hay procesos licitatorios y todas las compras las hacen por adjudicaciones directas, sean federales, estatales, del Senado o la Cámara de Diputados, con lo que se embolsan cientos de millones de pesos sin despeinarse?
¿Estará feliz Andrés Manuel López Obrador por los miles de migrantes centroamericanos que en campaña invitó a venir a México porque para todos ellos habría trabajo, mientras millones de mexicanos lo han perdido? ¿Entenderá que hoy muchos de esos migrantes se han sumado a las filas de crimen organizado?
¿De qué podrá estar tan satisfecho como dice, como se jacta?
En este país que a él se le deshace entre las manos mientras supone va de maravilla, la realidad es otra muy distinta a la que el de Macuspana cree vivimos.
México está herido por el saqueo que tuvo y tiene; por la irresponsabilidad, por la inexperiencia, por la ignorancia, por la necedad, por la ceguera ideológica que le impide pensar, por la arrogancia con la que se conduce mientras dice ser humilde, austero, sencillo, republicano.
México llora en sus entrañas por no atinar elegir a un líder digno del cargo para conducir los destinos hacia mejores horizontes; para acabar con la opulencia de pocos y la miseria de muchos.
¿Estará el Presidente satisfecho por dividirnos, por polarizar, por mentir, por confrontarnos?
Su escasa preparación, su torpeza para hilar palabras, frases; su enorme necedad para cerrarse a la razón, a lo razonable, a lo terrenal, lo llevan sin rumbo y con celeridad a la mayor catástrofe nacional, mientras supone avanzar con solidez hacia el progreso que sólo en su distorsionada mente existe.
Qué triste. Qué malo. Qué grave.
Y lo que falta!
Yo creí en él. Hoy me doy de topes.
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