Joel Hernández Santiago
A nadie –o casi a nadie- con dos dedos de frente en México quiere que a nuestro país le vaya mal. No. Como tampoco el fracaso de su gobierno que está ahí y estará ahí los cuatro años y más, que aún faltan para que se sepan los resultados de la Cuarta Transformación (4-T). Es un asunto de democracia y de pasión por esta Nación mexicana, la que más queremos y la única que tenemos.
En tanto mexicanos amantes de nuestro país no hay duda. En tanto mexicanos que estamos pasando por días aciagos y de crisis distintas tampoco la hay. Es cosa de mirar alrededor y percibir lo que pasa y lo que ocurre en nuestro entorno y en nuestras vidas, en su día a día…
Han pasado ya casi dos años de la llegada institucional del gobierno de la 4-T. Tomó posesión el presidente de México el 1 de diciembre de 2018, aunque ya venía ejerciendo gobierno desde julio de ese año cuando el ex presidente Enrique Peña Nieto soltó los bártulos y prácticamente entregó el poder al presidente electo. Así fue.
De cualquier forma el artículo 69 Constitucional ordena al Ejecutivo la entrega por escrito, a la apertura de sesiones Ordinarias del primer periodo de sesiones, de un Informe en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país. Esto es, el 1 de septiembre de cada año. El día 2 habrá un discurso político para toda la Nación.
Como quiera que sea, lo que se sabe del país desde la perspectiva de gobierno ya se nos informa, de grado o por fuerza, cada mañana y cada mañana desde el Palacio Nacional se argumenta, se justifica, se señala, se acusa, se advierte, se amenaza, se concluye, se enjuicia y se toman medidas para lo que será el día a día en todo el país. Así se marca la agenta política de la Nación.
Y ya queda claro que no es el gobierno en el poder el que habrá de tirar piedras a su propio tejado para decir que las cosas están mal; no será este el gobierno –ninguno lo hace- el que asuma como parte de su gran responsabilidad que, a dos años de trabajo, cada día la situación empeora. Y que si bien la pandemia vino a transformar nuestra vida y nuestra circunstancia, el tema viene de lejos.
Ya en enero de este año despertábamos con la mala noticia de que el Producto Interno Bruto (PIB) del país había decrecido de forma drástica en 2019. Esto es que durante ese año la economía cayó 0.1 por ciento respecto al año previo, lo que significaba el peor resultado desde la crisis de 2009, según reveló el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Muchas advertencias llegaban por todos lados. Analistas internacionales preveían una catástrofe económica en México si no se tomaban las riendas del crecimiento económico; calificadoras internacionales señalaban a México como un país degradado para la inversión internacional… Estas advertencias fueron descalificadas. Un secretario de Hacienda renunció.
Y llegó la pandemia y arrasó aún más con la situación económica. El confinamiento absolutamente necesario para preservar la salud y la vida de los mexicanos era necesaria, aunque desde el gobierno se estimulaba que la gente saliera, que no pasaba nada y que el mercado económico tenía que moverse, como se consiguió luego, aunque el crecimiento de los contagios y los fallecimientos ya están a la vista: casi 600 mil contagiados y más de 63 mil defunciones a la fecha, por una mala gestión de la pandemia desde el gobierno federal.
Y lo peor que se advertía llegó. Según datos del INEGI, la economía mexicana sufrió la peor caída de su historia: El PIB cayó -18.9% anual durante el trimestre abril-junio 2020, la que es ‘la caída más importante en la historia actual, al retraerse (-)17.3 % trimestral y (-)18.9 por ciento anual.’
‘Una gestión inadecuada para mitigar daños de la pandemia de COVID-19, falta de recursos fiscales, así como la tendencia decreciente de inversiones son factores que impactan en México’, según un análisis de la Dirección de Estudios Económicos de Citibanamex. Y según el diario británico The Economist, la economía mexicana comenzará su recuperación hasta 2025.
Luego, el INEGI informó que la inflación de julio 2020 se ubicó en 0.66% respecto de junio y de 3.62% respecto de julio de 2019.
El incremento de la inseguridad pública está a la vista: Durante el periodo de enero-julio de 2020 en el país fueron asesinadas 17 mil 160 personas, cifra que es 3.22 por ciento mayor a la del mismo lapso de 2019.
La tensión social por el incremento de la delincuencia, del robo, de la agresión y más fenómenos del tipo criminal crecen cada día y parecen imparables a pesar de que se aseguró que la Guardia Nacional habría de contener este panorama y a pesar de que en meses recientes se involucró de forma directa a las Fuerzas Armadas del país para enfrentar al crimen organizado y la delincuencia.
La educación está en su peor nivel histórico. Tiene que ver con la decisión, en 2019, de ceder la rectoría educativa a los sindicatos del ramo en México, pero lo más grave fue, si, que la pandemia de salud impidió que los niños acudieran a las aulas por su propia seguridad y vida; pero las soluciones de la SEP son más de tipo político y mediático que pedagógico.
En todo caso el panorama parece desolador. Y sí se cuenta con la fortaleza de los mexicanos para aguantar, para resistir y para exigir en democracia.
Pero la expectativa del II Informe presidencial es la de un anuncio de justificaciones, de que otros tienen la culpa de lo que nos pasa, de que heredamos a un país hecho un desastre, pero que, en todo caso “vamos bien-muy bien-requete-bien”. Y acaso se dará un anuncio espectacular a modo de distractor, como es costumbre. Pero… ¿Y México? ¿Qué sigue en la vida real para todos los mexicanos al grito de guerra?
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