Por Aurelio Contreras Moreno
No pasó demasiado tiempo para que en el Partido Revolucionario Institucional comenzaran a cobrarse las facturas de su dolorosa debacle electoral del pasado 5 de junio.
La noche de este lunes, Manlio Fabio Beltrones anunció su renuncia a la presidencia nacional del PRI durante la sesión ordinaria de la Comisión Política Permanente del tricolor, con lo que dará inicio la recomposición de ese instituto político y, sobre todo, el ajuste de cuentas entre los grupos internos.
Aunque se resistió por dos semanas, Beltrones tuvo que entregar la posición ante los malos resultados de los pasados comicios, que significaron la peor caída del PRI después de perder la Presidencia de la República en el año 2000 y de desplomarse al tercer lugar en la sucesión de 2006.
De acuerdo con lo publicado por el periodista Salvador García Soto en su columna de este mismo lunes 20 de junio, en dos reuniones celebradas en Los Pinos la semana pasada, Beltrones acusó traiciones desde dentro del priismo y del gabinete de Enrique Peña Nieto, así como la inacción federal en contra de gobernadores hundidos en el desprestigio de la corrupción, entre éstos Javier Duarte de Ochoa en Veracruz, como factores determinantes en los malos resultados del 5 de junio.
La cuerda finalmente se rompió y Manlio Fabio Beltrones ha quedado fuera de combate como aspirante a la candidatura presidencial en 2018. Al menos, bajo las siglas del PRI.
Esto tendrá consecuencias y muchos daños colaterales para el PRI en los estados. En Veracruz, de entrada, se debilita la figura de Héctor Yunes Landa, que desde que perdió la elección de gobernador estuvo manejando en los medios la idea de que podría repetir como candidato a la gubernatura dentro de dos años, en abierta traición a su acuerdo con el senador José Francisco Yunes Zorrilla, con quien convino que en 2018 tendría su turno para buscar la postulación priista.
La caída de Beltrones significa también la caída de Héctor, lo que cancela las intenciones del ex candidato por asumir el control del PRI veracruzano, razón por la cual tendrá que o bien regresar al Senado o aceptar algún cargo en la administración federal, según lo que ha trascendido.
Por ende, las horas de Amadeo Flores Espinosa al frente del Comité Directivo Estatal del Revolucionario Institucional también están contadas. La rebatinga entre los grupos priistas por ocupar su puesto comenzó desde la misma noche del 5 de junio y se recrudecerá ante el inminente relevo a nivel nacional.
Y sólo parece haber de dos sopas en el PRI veracruzano: mantener enquistados a los fidelistas que “zopilotean” las oficinas de Ruiz Cortines desde hace dos semanas y que fueron repudiados por la ciudadanía en los pasados comicios, o verdaderamente optar por una limpia en sus cuadros dirigentes y dar paso a una renovación que les permita estar en condiciones de competencia para las elecciones municipales de 2017, la siguiente aduana que tendrán que enfrentar. La primera, fuera de la gubernatura veracruzana.
El candidato natural para encabezar la reestructuración priista en Veracruz es, precisamente, el senador José Yunes Zorrilla, personalmente o a través de un integrante de su corriente política.
Habrá que ver si los priistas, como lo hicieron los electores veracruzanos, se atreven a deshacerse del lastre de la “fidelidad”. Su supervivencia política les va en ello.
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