Historias para Armar la Historia
Ramsés Ancira
La calle dónde vivo es una cerrada de difícil acceso construida en una pendiente pronunciada. La mayor parte del trayecto solo se puede circular en un sentido, pues hacerlo de reversa en un automóvil mayor que una motocicleta requiere de mucha pericia. Hay pocas entradas para girar en reversa y salir de frente a la calzada más cercana; sin embargo, a partir de la epidemia de Coronavirus se ha dado un fenómeno singular: el incremento de comerciantes que ofrecen su mercancía puerta a puerta.
A pesar de ser una calle prácticamente privada a la que solo acceden por lo regular los habitantes de las casas; en cinco meses se han abierto al menos cinco negocios que funcionan al menos los fines de semana. De los nuevos comerciantes que decidieron encontrar alternativa al desempleo, algunos decidieron vender simplemente dulces; otros agregaron una parrilla para ofertar pambazos, gorditas y sopes. Nuevos vendedores pusieron sobre la calle carpas donde ofrecen tacos de bistec y longaniza e incluso hubo un garaje que se adaptó como pizzería con venta de cervezas micheladas, alitas y papas fritas. Como es una calle muy poco transitada es difícil que los inspectores se apersonen, sobre todo sábado y domingo, para ver que se dispone de todos los requisitos para abrir negocios. De cualquier manera, prácticamente todos acatan la disposición de tener gel antibacterial y usar mascarillas
Hemos visto cosas insólitas en estas semanas en esta calle cerrada, incluso la presencia de un grupo de organilleros, que usualmente solo se encuentran en el centro de la ciudad o en los parques públicos, buscando una moneda. Su presencia, por insólita, les atrajo buenas propinas.
También, casi a diario, de un camión con bocinas se escucha un pregón: “Dale dos kilos de papa por 20 pesos, le traemos los mangos, chile cuaresmeño, jitomate rojo. Le traemos la papaya. Lleve sus higos, sandía roja. Dale dos kilos de plátano, o dos melones por 20 pesos…” y así diversos productos agrícolas de mediana calidad que seguramente compran en la central de abasto y distribuyen en la periferia a precios accesibles, aunque no siempre la mercancía se encuentre muy fresca.
El chofer trae uno o dos ayudantes que despachan a los clientes; mientras él se las ingenia con el micrófono al volante para atraer compradores, argumentando la variedad de productos. Cuando alguien reclama que las frutas ya están muy maduras, los vendedores, quienes saben que pueden perder una venta de 200 o 300 pesos suplican, “permítame marchante, ahorita lo despacho. Cuando se retira el resto de personas que hicieron compras más pequeñas, suelen hurgar la mercancía que viene menos asoleada y la ofrecen incluso a menor precio a los clientes consentidos.
El comercio más frecuente es el de tamales. Tres veces por semana un taxista complementa sus ingresos con dos enormes botes que despacha su esposa. Se ha ganado clientela porque siempre ofrece “pilón” (un tamal extra) a partir de la compra de cuatro tamales de verde, dulce, rajas o mole. Ellos vienen por las mañanas. Por la tarde, con menos éxito, otros dos o tres vendedores ofrecen tamales oaxaqueños, alguno agrega atole a su oferta.
Otras vecinas también han hecho clientela. Simplemente colocan un papelito para anunciarse en su puerta y compiten con una mayor variedad, en lugar de tamales de guayaba pintados de rojo para hacer parecer que son de fresa, los venden sin colorantes artificiales y de sabores más innovadores, como los de cajeta; y los veracruzanos envueltos, en plástico pero que simula perfectamente las hojas de plátano.
Recientemente se agregó una persona que vocea elotes “con mucha mayonesa, crema y chilito”.
Pero esta vez quisiera centrarme en un personaje de mediana edad, unos 40 años que tocaba timbre por timbre ofreciendo miel. Aseguraba que era de excelente calidad y así vino haciéndolo regularmente durante varios meses. Como sus clientes se agotaban rápido o todavía tenía miel en existencia, fue cambiando su oferta, dejaba la miel por un tiempo y ofrecía pan de pueblo o aguacates.
Esta semana, quien tocó a la puerta fue un niño de unos nueve años, tal vez más, pero la sub alimentación lo hacía parecer de esa edad. Venía acompañado de un adulto mayor.
Cuando le preguntamos porque venía él, simplemente respondió: Mi papá se murió de COVID.
Cuando veo manifestaciones en la plaza Trafalgar de Londres, o en Alemania, o a una enfermera golpeada en Francia, tras sugerir amablemente a un grupo de adolescentes que abordaban un camión que tal vez deberían ponerse el cubrebocas, quisiera que conocieran la historia de mi proveedor de miel.
Por supuesto entiendo la desconfianza en la política, el temor de mucha gente de que el virus sea un pretexto para controlar a la gente y propiciar el fascismo.
Pero en cambio veo situaciones como la de Nueva Zelanda, en la que autoridades y población se pusieron de acuerdo y ahora toda la gente disfruta sin temor de bares, cines y gimnasios. Allá, la alcaldesa Jacinta Arden responsabilizó a la oposición de 3/4 partes del control de la epidemia y esta se puso a trabajar en lugar de politizar la desgracia.
En cambio, aquí Frenaa hace manifestaciones para ver quien la tiene más grande (la camioneta) promover el supremacismo blanco y quejarse de que sy personal de limpieza deba tener seguridad social y una jornada de trabajo limitada.
COVID: Preguntas a profesionales de la salud
Queremos saber por qué México ocupa el primer lugar de personal sanitario y médico muerto por Covid 19. Preguntar si en los hospitales públicos tienen suficientes anticoagulantes, sedantes y médicos para administrar los tratamientos. Si eres o conoces a médicos que quieran participar proporcionando información confidencialmente, agradecería nos escriban anexando su cédula profesional al correo electrónico editorialparadigma@gmail.com.
Sus datos serán tratados en forma confidencial. Quienes lo deseen podrán participar en un programa a transmitirse en You Tube en el canal youtube/c/mexicoensumemoria. Nos gustaría saber porque sólo muere el 1 por ciento de las personas que se tratan en hospitales privados y más del 50 por ciento de los que son llevados a hospitales públicos. Si opinan que están siguiéndose protocolos adecuados o solo se sigue a ciegas lo que recomienda la Organización Mundial de Salud. ¿Si el jabón destruye el ARN del covid en la piel podría usarse algo similar en la nariz antes de que entre a los pulmones? ¿Debemos esperar a que esté lista la vacuna de la UNAM o usar otras?
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