La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Nunca han escrito un verso, pero inspiraron Los Heraldos Negros
En poco menos de una semana, la nueva normalidad volvió a sentir el profundo malhumor social que permea en México, la pandemia significó una tregua, pero sigue aquí.
Uno de los casos más significativos, fue la toma (por deserción de los funcionarios), de la sede principal de la CNDH. Primero fue la madre de una niña abusada que no ha obtenido justicia, luego familiares de desaparecidos y a lo último, se sumaron las feministas.
Desde luego, el apropiamiento del inmueble, ha sido acompañado de actos que resultan ofensivos a las ‘buenas conciencias’, pero: ¿se puede exigir una actitud distinta?
Pintarrajear cuadros, es peccata minuta frente a la brutal violencia que han sufrido los agraviados: abuso sexual, desaparición forzada, discriminación, falta de oportunidades para una vida digna, etc. A esto, se suma la contraparte que hace más trágico todo: la impunidad.
Desde el año 2000, alternancias van y vienen, sin que se instauren políticas de Estado para buscar resolver la problemática y, aunque el tema no es nuevo, no se puede pedir paciencia.
Se tienen que dar respuestas a la voz de ya, la primera: manifestar empatía. El enojo no terminará, con la grotesca ocurrencia de guardar un minuto de silencio por las víctimas.
“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios (…)”