La Catedral de Guadalajara tal como la conocemos.
EL SONIDO Y LA FURIA
MARTÍN CASILLAS DE ALBA
Ciudad de México, sábado 12 de septiembre, 2020. – Una persona sin historia no se libra del tiempo: la historia es una ordenación de momentos sin tiempo –decía T.S. Eliot en Little Gidding del que me atreví a trastocar “un pueblo” por “una persona”, para justificar esta breve biografía de Martín Casillas (1558-1634), el maestro mayor de la Catedral de Guadalajara, más conocido como el Alarife, el primero de la familia Casillas que llegó a la Nueva España desde Trujillo, Extremadura en 1580 cuando tenía 22 años de edad.
Llegó como aprendiz y maestro de cantería siguiendo a su tutor Francisco Becerra, primero para trabajar en la Catedral de Puebla –tal como lo relata Enrique Camacho Cárdenas de la Universidad de Sevilla, en un ensayo que me ha mandando Tomás de Híjar, Pbro., amigo, erudito que, entre otras cosas tiene a su cargo el templo de Santa Teresa en Guadalajara– donde se casó antes de encargarse de la Catedral de esa ciudad.
“La historiografía española y mexicana ha reducido, hasta el momento, la actividad artística del maestro extremeño Martín Casillas quien fue el maestro mayor de la Catedral de Guadalajara durante el virreinato de la Nueva España, cuando estuvo a cargo desde 1570 hasta que se terminó parcialmente en 1618.”
Hay pocos datos de su intervención en la Catedral de México, donde estuvo trabajando entre 1584 y 1586, así como, de su presencia en la obra del desagüe de la Ciudad de México en 1627.
Poco se conoce del trabajo del discípulo de Becerra en la Nueva España, sobre todo lo que logró hacer en Guadalajara donde se estableció en la madurez de su vida profesional, dejando una descendencia que participó tanto en el ámbito político, religioso como en el arquitectónico de la ciudad.
Inicialmente había trabajado en España con Becerra en la iglesia de Herguijuela cuando recibió 45 reales “por el jornal de quince días en el que trabajó Martín Casillas, su ayudante”.
Para 1582, cuando se encontraba en Puebla de los Ángeles, se casó con la poblana Mencía de Cabrera con quien tuvo seis hijos: Rodrigo Casillas Cabrera, presbítero de Topia, Durango; Martín Casillas Cabrera, “el mozo”, regidor de Guadalajara en 1610; Mariana de Cabrera, casada con Lázaro Domínguez y, en un segundo matrimonio, con Diego Sánchez Caballero; Inés de Cabrera casada con Diego de Unzueta; María de Cabrera, casada con Diego Nabarro originario de La Barca y, el menor, Francisco Casillas Cabrera, maestro de obras como su padre, quien continuó trabajando en la capital de Nueva Galicia –como podemos ver, las hijas no llevaban el apellido del padre, sino de la madre, así las cosas en el siglo XVI.
“El alarife cobró 390 pesos por cuatro hiladas de las medias muestras de los pilares torales y 100 pesos por una hilada de un pilar toral en la catedral nueva. También se le pagó el trabajo ejecutado en la fachada principal de la catedral vieja, por trece piedras que labró y estrió para la portada de los pies de la misma.”
Cuando el alarife estuvo en México a cargo del diseño y construcción de las escuelas de la Universidad, estuvo unos días privado de su libertad por no dar cuenta de ciertos materiales a su cargo, hasta que en abril de 1591 el Virrey Luis de Velasco y Castilla ordenó que lo dejaran en libertad para que volviera a hacerse cargo de la construcción de esas escuelas.
No se dejó amainar –tal como lo ha rescatado Camacho Cárdenas–, quien descubrió esto que publicó el alarife en donde aclara ciertos malentendidos diciendo que “no se entiende que yo me tenga que encargar de obrillas comunes sino de obras de calidad y cantidad que para eso yo aprendí mi arte con mucho trabajo y cuidado, y las obras de cantidad es mejor que las haga yo que lo sé hacer, y no quien no lo entienda”, y esto que tenemos escrito del Alarife me ha gustado porque defiende su arte que tanto trabajo le costó aprender.