Francisco Gómez Maza
• Parece que aún sigues aquí
• Te espero en La Tabla Redonda
“Qué tal, paisano” era un saludo muy frecuente entre Marco Aurelio (MAC) y este escribidor, hace ya poco más de medio siglo. Cuando él reporteaba para una agencia de noticias y yo compartía mis tiempos escolares con incursiones en el periódico Ovaciones, o en revistas, en una agencia de prensa peruana y en medios caribeños, y en AMEX, una experiencia de periodismo mundial cuya vocación sería el fracaso.
Hace ya “un buen” que se marchó el paisano. El “Chamula”, como yo le decía, y parece que fue ayer cuando nos encontramos, con un montón de periodistas de grueso calado en la Tabla Redonda, una peculiar cervecería de la Perla del Soconusco. En uno de los muros de ese inolvidable antro debe de haber una placa de metal con el nombre de un buen número de periodistas que celebrábamos a MAC. Si la placa existe podrán encontrar el mío.
Para quienes no estuvieron y no conocen Tapachula, la Tabla Redonda es o era una de las más visitadas cervecerías del pueblo, que únicamente tiene la puerta de entrada, que se cierra después de que ingresan los comensales – ¡chuchos para el trago! -. Y nada más. No tiene ventanas, y en el salón principal están las mesas para los parroquianos; al fondo de la sala principal hay un enorme fogón donde los cocineros preparan las botanas. Ya imaginarán el calor, que obliga a beber y beber cerveza.
Al retorno, vivimos un tiempo vidas paralelas, lo que quiere decir que sólo coincidíamos en la reporteada y una que otra vez en La Mundial de Bucareli, la calle de los periodistas, de los que escriben y de los que venden periódicos. La Mundial era nuestro sacrosanto espacio de evasión de la realidad, aunque muchas veces la usábamos para entrevistar a un personaje especialmente de la política.
Coincidimos MAC y este escribidor en la que fue nuestra casa grande – Excélsior -, en Últimas Noticias, en la Extra, en Revista de Revistas, todo en Reforma 18, y en la Calesa, por las mañanas, a la hora del desayuno, luego de que estaba lista la edición de Últimas Noticias, o de nuevo en La Mundial.
Pero llegó Echeverría y mandó parar. Nos votaron a la inmensa mayoría, y de esa expulsión nació algo infinitamente mejor para aquellos tiempos de dura política contra la prensa libre. Nacieron la revista Proceso y el diario unomásuno, así como la revista Palabra. La vida nos separó a medias.
MAC se fue al gran periódico de Manuel (Becerra Acosta), el unomásuno y yo me quedé con Paco Fe Álvarez, conduciendo las tareas del servicio de la agencia CISA, que fue algo así como el cordón umbilical de la revista, que actualmente está tan vilipendiada por López Obrador, quien aún no aprende que, si quiere hacer un buen gobierno, tiene que atender la crítica.
Buenos tiempos en medio de la adversidad de habernos quedado sin casa. Echeverría (Luis Echeverría Álvarez) le puso en bandeja de plata nuestro diario a traidorcetes, que no tardaron mucho en hacerlo trizas. Lo de hoy es una sombra, simplemente la sombra de la Casa Excélsior. Un periódico se hace principalmente con pasión, con amor. El dinero no es suficiente, por mucho dinero que se disponga. Y Echeverría sigue vivo, quizá ufanándose de su hazaña.
MAC desapareció un poco del escenario. Fue el jefe de información de unomásuno. Y bien aprovechado porque contribuyó a sacar buenos reporteros y reporteras. Pero seguía triunfando en el periodismo y en la literatura. Excelente material el de sus Turbocrónicas en la Revista Siempre. Iba para ser muy grande, entremezclando con ternura el periodismo con la literatura. Son muy pocos los que hacen una muy rica combinación entre ambos géneros. Un reportaje puede ser una espléndida obra literaria. Hasta una novela.
Nuestras incursiones a Chiapas eran muy frecuentes. A la presentación de un libro seguía una animada tertulia en el botanero de moda. San Cristóbal, Tuxtla, Tapachula, fueron escenarios del convivio para compartir las novedades de cada una de las vidas de los amigos. Óscar Palacios, Gerardo Pensamiento Maldonado, los meros cabecillas con quienes pasamos momentos realmente reconfortantes en aquel Chiapas aún en las garras del señor, del cacique, del político infame. Pero fueron tiempos de gloria para nosotros.
Dejé de verlo. Y me pregunté: qué pasará con el Chamula. Cogí el teléfono y pregunté por él. Terrible respuesta: está muy grave, tiene un padecimiento en el cerebro. Nadie supo precisarme. Pero el gran MAC estaba despidiéndose de este mundo. Y un día, el cuerpo y el alma se cansaron de tanto vivir; aquel gran paisano tomó el último tren y se perdió entre la espesa niebla que separa nuestra vida terrenal del Misterio. Ha de haberse ido a la otra cara de La Luna. Donde ni los chinos, que ya mandaron una sonda a esa zona, saben qué maravillas hay.
MAC es un gratísimo recuerdo, como lo son las vivencias, mientras estaba entre nosotros, mientras nos hallábamos en el trabajo cotidiano de buscar la noticia. Dice el axioma que quien se va ya no vive entre nosotros, pero sí vive en nosotros. Y MAC no podrá salirse de nosotros. De sus compañeros periodistas que convivimos con él, de sus amigos. Hasta siempre. Hasta que volvamos a encontrarnos.