Historias para Armar la Historia
Ramsés Ancira
Quisiera recomendarle mucho al presidente Andrés Manuel López Obrador una excelente película dirigida por uno de los mejores cineastas contemporáneos, Steven Spielberg, protagonizada por dos de las grandes leyendas del cine en Estados Unidos: Meryl Streep y Tom Hanks. Se llama The Post y trata sobre como diversos presidentes de Estados Unidos: Dwight Eisenhower, John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson y Richard Nixon intentaron ocultar información sobre la realidad de la guerra de Vietnam.
La película se puede encontrar en la principal empresa de transmisión en línea y viene a cuento porque el presidente López Obrador dice que ha sido el más criticado en México desde Madero. Por su parte Hugo López Gatell ironiza cuando otros médicos proponen alternativas distintas a los protocolos que se siguen para atender la pandemia del coronavirus.
Parafraseando una de las mejores frases de la película The Post, refiriéndose a una resolución judicial, dice que el periodismo “está hecho para servir a los gobernados y no a los gobernantes”.
El martes 15 de septiembre, previa acreditación y pese a ser de los primeros en llegar a cubrir la conferencia popularmente llamada “La Mañanera” dos periodistas fuimos excluidos pese a todos nuestros ruegos y explicaciones Cinthia Alvarado, ex conductora de Canal 11 que esta vez venía desde Tila, Chiapas acompañando a un grupo de personas que venían a acusar una serie de asesinatos impunes en su Municipio, y el que esto escribe, quien deseaba exponer el asunto de dos culpables fabricados en administraciones anteriores y permanecen en la cárcel pese a que fueron brutalmente torturados.
Los peticionarios chiapanecos (quienes consideran que la única manera de recuperar las tierras de las que fueron despojados y evitar el incremento de asesinatos impunes es con la presencia de la Guardia Nacional) no pudieron hacer nada.
Platicaron, es cierto con dos representantes de Atención Ciudadana que presidencia tiene ubicados en Palacio Nacional, pero estos no tomaban nota, no grababan y parecía que no iba a quedar registro de su petición.
Conversando con los chiapanecos les pregunté porque no habían hecho su denuncia a través de la página de la presidencia de la República y me respondieron que sí era la de AMLO. Entonces caí en la cuenta de que por primera vez que yo sepa, hay dos páginas, una dedicada con un porcentaje mayoritario a la autopromoción https://lopezobrador.org.mx/ y otra oficial https://presidente.gob.mx/contacto/. En esta última sólo ofrece dos opciones para la atención ciudadana, presentarse personalmente a Palacio Nacional, lo que no resulta nada fácil para la mayoría de los mexicanos; o hablar por teléfono, con lo cual no es posible que quede constancia de que el presidente de México cumpla con el derecho de audiencia garantizado por el artículo 14 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Ni supe como entré a una página que decía que el portal de “atención ciudadana” de la presidencia estaba en construcción. Esto representa un problema porque tampoco permite obtener un folio oficial de las denuncias. Pero además cabe preguntar ¿Cómo es posible que a 21 meses de la nueva administración todavía no tengan listo el portal correspondiente?
Seguí intentando y encontré entonces la página https://www.gob.mx/presidencia/. Lo mismo. No existe comunicación en el sentido de que haya un intercambio de mensajes. Hay un emisor, sobre todo de propaganda, pero el receptor se tiene que conformar con ese papel, no puede contestar.
Es aquí en donde el periodismo debería cumplir con la función de ser el portavoz de la sociedad que quiere comunicarse con el poder; pero aquí nos encontramos con que sólo pueden hacerlo quienes lo aplauden. Los que tienen observaciones, ya sea sobre los protocolos que se siguen para la atención del Covid en Seguro Social, o los peligros que pudiera representar el Tren Maya para la preservación de los recursos naturales, solo por mencionar dos ejemplos, de inmediato serán calificados en el grupo de los conservadores, los fifis, los malquerientes de López Obrador o los neoliberales.
Rodolfo Walsh, periodista asesinado por la dictadura militar argentina el 25 de marzo de 1977, dijo: “El periodismo es libre o es una farsa”.
El periodista español Luis del Olmo dijo: “Ser un empleado de un medio para contar la verdad del dueño, en lugar de la tuya, es algo terrible.” Suponemos que López Obrador no se considera el dueño de México, sino su funcionario de mayor nivel.
Parafraseando a Joseph Pulitzer, creador del Código que tiene su apellido y en quien se inspira el premio periodístico más prestigiado del planeta dijo que “el poder para moldear el futuro de una república está en el periodismo”.
Riszard Kapuzinsky consideró: “Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias.”
Los historiadores y periodistas Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín deben ser juzgados por la ética y el valor informativo de lo que han publicado y compartido gratuitamente a través de Internet en sus publicaciones, Letras Libres y Nexos respectivamente, no por los contratos que recibieron. Pero si lo vamos a hacer así, pues entonces también deberíamos saber acerca de las notas pagadas en La Jornada, que solo se distinguen por sus letras en negritas y que da cabida en sus páginas a un sujeto nefasto, promotor del odio y de todos los valores contrarios a la deontología periodística, como lo es Alfredo Jalife.
El rey de Prusia, Federico II, apodado El Grande dijo “Para que los periódicos puedan ser interesantes, es menester que no se les pongan trabas.”
Finalmente, el periodista argentino Daniel Santoro, en cuyo trabajo destaca la cobertura sobre el tráfico de armas definió: “La especialidad del periodismo de investigación incomoda al poder, al político corrupto. Este tipo de periodismo es el que mejor cumple el papel de ‘watchdog’ (perro guardián) de la democracia para que el poder rinda cuentas.
Así que, en conclusión, López Obrador, no debería molestarse tanto con la prensa crítica, porque de hacerlo se coloca por su propia cuenta en la definición de Santoro sobre el político corrupto.