• Horrible sería una matazón por el Popocatépetl
• Pero más dolorosa la muerte lenta por la injusticia
No hay la menor duda de que los empleados públicos del Centro Nacional de Prevención de Desastres y de Protección Civil están cumpliendo con su encomienda en esta nueva etapa de la vida del volcán Popocatépetl, que viene eruptando fuego, lava y cenizas desde hace infinidad de años, desde que hay memoria escrita – 1347, 1354, 1519, 1539 y explotó y se liberó de las moles de piedra, tierra, que lo asfixiaban.
Las autoridades ad hoc de la Secretaría de Gobernación han estado repitiendo hasta el cansancio que el volcán es monitoreado y que la población de los estados de Puebla, Tlaxcala, Morelos y México deben tomar precauciones, pero no alarmarse demasiado porque “todo está controlado”, las vías de escape, los puestos de auxilio, los albergues, con el apoyo de la Secretaría de la Defensa y la Policía Federal, y muchas organizaciones de ayuda.
La nota buena es que, por la erupción de este martes, Don Goyo, como le dicen los pueblos originarios de su alrededor, entró en total calma, aunque no hay que dormirse en los laureles porque los volcanes son impredecibles, no tienen palabra de honor.
Grave, esta repetida historia, pero es la manera en que un volcán vive y se expresa: haciendo escándalo, provocando temblores, escupiendo fuego, piedras, lava, humo y cenizas.
Sin embargo, existe el riesgo de entrar en la dramatización de un fenómeno ya demasiado teatralizado. El más poético drama es aquel que dice que el Popocatépetl es un príncipe que está eternamente al cuidado de su princesa, “La mujer dormida” o Iztacíhuatl, que siempre ha tratado con ternura y paz a los mexicanos.
Pero no es broma. Tanta insistencia de los empleados de gobierno en el asunto Popocatépetl, al que eternamente han vivido y padecido los pueblos del Anáhuac, se siente como un intento de hacer volar un globo sonda, un distractor ante los volcanes consuetudinarios que diariamente eruptan sobre los mexicanos miseria, pobreza, hambre, marginación, desempleo, carencia de servicios médicos, inseguridad pública, violencia, corrupción, impunidad, y para que le cuento si usted lo sabe mejor, que yo porque usted lo vive más de cerca.
Graves problemas, erupciones volcánicas cotidianas – recordar “México, tierra de volcanes”, del historiador Schlarman, que van matando lentamente (un gran desahogo del Popocatépetl nos mataría de tajo), con dolor cotidiano que sólo es olvidado en las horas del sueño, sueño que se debe de parecer a la muerte porque, si no se tienen sueños agradables o pesadillas, parece que jamás se hubiera salido del vientre materno.
Para las 19 horas de ayer estaba citado el Consejo Rector del Pacto por México. No creo que haya habido novedosas noticias que hayan podido incidir en la toma de decisiones, pero es importante porque tal pacto revela que las cosas no van tan bien en México, tanto que el nuevo gobierno insiste, como el Popo, en reventar el “domo” que obstruye la salida, un domo blanquiazul, que ayer fue medio destapado por el diario capitalino Reforma, el cual dio a conocer un episodio de gravísima corrupción del gobierno de Felipe Calderón, a cargo del mismísimo secretario particular que fue de ese presidente y luego presidente del mismísimo Partido de Acción Nacional, José César Nava Vázquez, acusado en Estados Unidos por actos fraudulentos en contra de Petróleos Mexicanos. Ya todos, supongo, leyeron esta fétida historia.
Hay pues una gran actividad volcánica en el diario vivir de los mexicanos, que están siendo soterrados por lo que llamo la dramatización del Popocatépetl. Que sí. Puede matarnos como mata el torero al toro. Pero más nos matan, pausadamente, lentamente, todas las desgracias, infortunios que nos legaron los gobiernos de la revolución y los de la contrarrevolución.
fgomezmaza@analisisafondo.com
www.analisisafondo.com