La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Sencillo: la escuela es la locomotora del proceso civilizatorio
Más allá de la necesaria reactivación económica, el reinicio de la educación presencial, es el tema de mayor importancia, para volver a la añorada ‘vieja’ normalidad.
Por mucho que docentes y educandos se esfuercen, para que por medio de los instrumentos digitales no se paralice el sistema escolar, ninguno de estos artilugios, puede sustituir el aprendizaje en el aula, háblese del nivel que se quiera.
Las clases digitalizadas, presentan inconvenientes: invaden la intimidad del hogar, tienen poca o nula emotividad, no estimulan la interacción, en conclusión, son un ‘peor es nada’.
En contrario, los elementos teatrales de le exposición presencial, son esenciales para la aprehensión del conocimiento: los gestos del profe (sobre todo los peripatéticos), los rostros de incredulidad, la mirada severa, la sonrisa, la alumna que se esfuerza por ser doctoral, etc., a lo que se suman otros menesteres, como los flirteos entre compañeros y combatir la violencia intrafamiliar.
El ser humano, además de racional, es sensual por naturaleza, se alimenta de los sentidos: olores, paisajes, sabores, abrazos, palmadas, todo forma parte de la memoria del alma, misma que se nutre cotidianamente cuando socializamos.
Ni la más sofisticada tecnología de la comunicación, puede sustituir la seguridad y confort que da el pertenecer a una comunidad. A maestros y alumnos ¡con cariño!