Indudablemente, señores senadores, que lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento. ¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión? No, señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan en política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser engañados sobre el particular. Se pretende engañar a la nación mexicana, a esa patria que, confiando en vuestra honradez y vuestro valor, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses.
¿Qué debe hacer en este caso la representación nacional?
Corresponder a la confianza con que la patria la ha honrado, decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies.
La verdad es ésta: durante el gobierno de don Victoriano Huerta, no solamente no se hizo nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República, es infinitamente peor que antes: la Revolución se ha extendido en casi todos los estados; muchas naciones, antes buenas amigas de México, rehúsanse a reconocer su gobierno, por ilegal; nuestra moneda encuéntrase depreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la prensa de la República amordazada, o cobardemente vendida al gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad; nuestros campos abandonados; muchos pueblos arrasados y, por último, el hambre y la miseria en todas sus formas, amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada patria.
Dr. Belisario Domínguez
Distraídos bajo el escándalo que la captura del general Cienfuegos significa para las fuerzas armadas, queda claro un punto del que pocos hablan: esta institución, como cualquier otra, no es la excepción en la descomposición que ha vivido nuestro país en los últimos años. Aunque por sus principios se considere un cuerpo homogéneo, no deja de estar conformado por un grupo de individuos y, por consiguiente, corresponde a cada una de esas individualidades responder por sus actos.
El tema importante en este caso es que un grupo de mexicanos -no de soldados, gobernadores, ministros, o presidentes- durante años conspiró contra el país llenándolo de dolor y oprobio.
Cada uno de estos individuos ejerció un puesto en el gobierno, usándolos para realizar esta conspiración, mientras el Pueblo confiado les daba el voto de confianza de dirigir las riendas del país. Ellos utilizaron cada institución, cada poder del estado para crear una telaraña de corrupción y crimen que superaba cualquier sistema de delincuencia organizada que se conozca.
Para llevar a cabo sus planes, no les importó que soldados, policías o civiles mexicanos murieran o fueran masacrados, superando incluso a los delincuentes más temidos de nuestra sociedad. Al igual que el sacerdote que usa la sotana para abusar a niñas y niños a costa de la confianza que le tienen sus padres, estos utilizaron sus puestos en el gobierno para traicionar a sus compañeros de trabajo, a subalternos o a cualquier mexicano que se cruzara en sus planes. Cada uno superan a cualquier Chapo, Mayo o Mencho que se les ocurra; al menos con esos sabe uno a qué atenerse.
Los casos de García Luna y Cienfuegos, aunados a la entrada a México de miles de armas de fuego con permiso de las autoridades por medio de programas como “Rápido y Furioso”, son una muestra de cómo estas autoridades premeditadamente permitieron que mexicanos murieran sin hacer nada para evitarlo.
La conspiración lleva años tejiéndose, pero las pruebas actuales alcanzan cuando menos a los expresidentes Calderón y Peña Nieto. Por esto, el Presidente actual anuncia una investigación y limpia en las fuerzas armadas, sabedor de que no hacerlo podría arrastrarlo al mismo callejón sin salida en el que se encuentran los anteriores.
El tamaño de la conspiración que vivió México es tan gigantesca que explica por qué es necesario que el Pueblo exija que sean llevados a juicio expresidentes. Cualquiera de los tres poderes de la unión puede ser rebasado por la magnitud del caso. Solo el poder indiscutible del Pueblo puede lograr que el rumbo de México cambie. Solo todo un país puede dar el impulso, e incluso la excusa, a magistrados para que lleven a cabo la histórica labor de juzgar los crímenes de tales personajes tal y como la constitución los señala, como traición a la patria.
Y a los extraterrestres, primero investiguen, después opinan.